Guerreros De La Antigüedad

  • Hoplita ateniense. Siglo V a. C

    El ejercito hoplita es la expresión de la milicia al servicio de los polis. Se caracterizó por la igualdad de los combatientes y la estandarización del armamento. Su base fue la incorporación de un gran escudo que permitió la defensa común en la marcha de falange o filas apretadas de guerreros a pie.


    El armamento de los hoplitas fue evolucionando desde la épocas mas arcaicas, y se volvió cada vez más ligero. En sus comienzos, el equipo constaba de un casco de bronce que cubría toda la cabeza, unas espinillas de bronce o grabas que llegaban a la rodilla y un escudo de madera llamado hoplón con una lamina de bronce de 80 cm a 1 metro de diámetro, que protegía desde la barbilla hasta la rodilla del guerreo. Los infantes marchan en filas apretadas, con una separación de 1 metro entre ellos, con lo cual no dejaban al enemigo ningún hueco en el cuerpo sin defensa.


    La adopción del escudo permitió prescindir de la coraza de bronce de los tiempos arcaicos, mucho mas costosa y pesada de llevar, y se sustituyo por una casaca de lino o de cuero reforzada con piezas metálicas, que se abrochaba por los hombros mediante cintas de cuero. Ademas contaba con un peto metálico que protegía el torso del guerreo. Era un acoraza muy flexible que permitía moverse con bastante libertad.


    EL ESCUDO. El Hoplita es el soldado que porta el escudo, el hoplon. Este escudo redondo tenia un alma de madera, a menudo reforzada con un plancha de bronce de 2 mm de grosor bien en el borde o en toda su superficie. Su peso oscilaba entre 6 y 8 Kg. En el centro del escudo se añadían figuras pintadas o placas de bronce remachadas con imágenes intimidatorias, símbolos protectores o escenas mitológicas. Los mas antiguos parecen haber sido de cuero y una cubierta delgada de bronce en el borde, pero hacia el siglo VI a.C. era ya común cubrir la parte exterior con una delgada capa de bronce.


    El escudo fue una invocación, ya que, a diferencia de los escudos tradicionales que se colgaban del cuello con una correa, tenia que llevarse en el antebrazo izquierdo, sujeto por una abrazadera central de bronce y una carrera que servia de asa. De ello se derivaban dos consecuencias: la primera que no podia cargarse sobre la espalda, lo cual impedía una rápida retirada; la segunda, y mas importante, que el escudo cubría por delante la parte izquierda del cuerpo del combatiente y la derecha del compañero de fila. El escudo era esencial en la solidaridad entre los hoplitas , puesto que protegía el cuerpo del portador y de su compañero de hilera. Las madres espartanas despedían a sus hijos antes del combate con la frase: “vuelve con el escudo o sobre el” queriendo decir qué volverían victoriosos o muertos.


    Para proteger el brazo izquierdo, a veces había una hoja una hora de bronce en forma de “L” por dentro del hoplon; el codo izquierdo del hoplita caía aproximadamente en el centro de la gravedad del escudo y este colgada verticalmente. Ademas el hoplon se podia colgar en el hombro izquierdo, permitiendo así descansar el brazo. Este tipo de escudo era muy util para un formación de lanceros, que es precisamente los que eran los hoplitas, pero tenían varios inconvenientes frente a un oponente que utilizara la espada o en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo, ya que apenas podia sostenerse dejos del cuerpo ni maniobrar rápidamente con el.


    LA LANZA. Era el arma principal del hoplita. Hecha de madera de fresno, tenia siete o ocho pies de largo. La punta era generalmente de hierro, hecha con molde y hueca en el interior. Se remataba por el oro extremo con una punta de hierro o regatón que forraba el vástago de madera . Estos regatones se utilizaban para dar el golpe de gracia a los enemigos ciado.


    LA ESPALDA CORTA. De aproximadamente dos pies de largo, se llevaba colgando del hombro en una funda de madera recubierta de cuero. Generalmente, solo se usaba en el combate cuerpo a cuerpo, una vez la falange se había roto. Hacia el siglo V a.C. los espartanos comenzaron a utilizar una espada mas corta, de apenas un pie de largo, y en las guerras del Peloponeso su uso ya se había extendido a todos los griegos.


    LAS GREBAS O CANILLERAS. Eran unos protectores que se sujetaban a la pierna con unas correas. Todas las que se han encontrado son de bronce porque este metal sobrevive al paso del tiempo mejor que él hierro.


    EL CASCO. Era de bronce y existían diversos modelos. El mas extendido era el corintio, con un protector nasal y dos grandes carrilleras que protegían el rostro.


    LA CORAZA. Se llamaba linothorax a la coraza hecha de capas de lino pegada hasta conseguir una dura consistencia; tal vez llevara también capas de cuero. Se sujetaba con unas aletas en los hombros y se remataba con un faldellín de tiras de lino.


    Los ciudadano que estaban en edad militar -desde los 20 hasta los 50 años, después pasaban a la reserva- se relacionaban en las listas del censo de las ciudades. De esas listas se hacían loas levas dependiendo del peligro que amenazaba. Cuando la necesidad era extrema, se llamaba incluso a los reservistas, y en ocasión excepcional se denominaba pandemia. Estaban organizados por tribus o distritos urbanos. En Atenas había 10 estrategas que se repartían el mando de las 10 unidades del ejercito. Cada año se nombraba un estratega jefe o poemario, que desempeñaba funciones de general jefe. Los jóvenes pasaban dos años (desde los 18) de servicio preparatorio, el primer año en los barracones del Pireo, el puerto de Atenas, y el segundo en las guarniciones de las fronteras. Aquellos ciudadanos que no podían pagar el equipo militar eran alistados como peltastas o infantes. Ese era el caso de los esclavos y los metecos o ciudadanos sin plenos derechos. Había varios tipos: los psiloi, que vestían túnicas ligeras y a veces pieles de animales e iban armados tan solo con jabalinas de madera, palos o piedras; los hamippos, infantes que acudían a la batalla entre la caballería -aparecen representados a menudo agarrados a la cola del caballo- y luchaban debajo del enemigo rajando los vientres de sus caballos, los caballeros que llevaban un gorro distintivo y algunos de ellos corazas de bronce con los muslos marcados; y por ultimo los músicos. Los espartanos tenían la costumbre de avanzar al combate en silencio, solo roto por el sonido de las flautas, lo que impresionaba a los enemigos. El resto de los ciudades griegas acompañaban la marcha al combate con fanfarrias de trompetas, flautas, tambores, etc.


  • Guerreo celta. Siglo II a. C.

    Dado que la guerra ocupaba un lugar esencial en la vida de los pueblos celtas, no es extraño que la fabricación de armas ocupara un lugar privilegiado en ella. Muchas de la armas ofensivas y defensivas adaptadas por las legiones romanas tienen su origen precisamente en la panoplia de los celtas.


    Los escritores clásicos nos han dejado diversas descripciones de los guerreros celtas y de su forma de combatir. Es, sin duda, Diodoro de Sicilia quien mejor ha trazado la descripción del guerrero celta de su tiempo. Los nobles llevaban largos bigotes que les ocultaba la boca pero se rasuraban el resto del rostro. Solo algunos de ellos llevaban una barba corta. Estrabón afirma que los celtas teñían el cabello con agua de cal y se peinaban hacia atrás para imitar las crines del caballo. Polibio dice que los galos de la Cisalpina usaban braccae (pantalones)y sayos (Capas de lana), aunque algunos de ellos combatían desnudos, ataviados únicamente con brazaletes (torques) de oro, elemento que significaba la dignidad del guerrero.


    PANTALONES. Podían ser de dos tipos: los anchos (bolg), de donde deriva el nombre de los belgas y de los file bolg irlandeses, y los cortos y ajustados (braccae). Ambos se ataban a la cintura con anchos cinturones de cuero que llevaban grandes villas de metal. Estos pantalones lucían colores muy vistosos, alternando los motivos geométricos, como ajedrezados, lineas y rombos, etc. y estaban hechos de lana.


    CAPAS. Junto a los pantalones, a menudo eran las únicas prendas que vestían los guerreros. Las capas estaban confeccionadas con lana mas gruesa, y también ostentaban vivos colores y confinaciones geométricas muy variadas, entre las que se encontraban algunas muy parecidas a las famosas telas de cuadros galesas y escocesas. Las capas se anudaban en uno de los hombros, y eran largas para cubrirse con ellas y protegerse del frio.


    TATUAJES. A veces la desnudez del torso de compensaba con tatuajes. Julio Cesar alude a esta costumbre extendida entre los celtas britanos de tatuar su piel. De ahí proviene el nombre de pictos (picti, hombres pintados) uno de los mas importantes pueblos de la antigua Escocia:


    FIBULAS. Los adornos utilizados por lo guerreros celtas eran las fábulas o imperdibles, a veces de gran valor artístico, que servían para sujetar las capas. Las había de muchas formas y eran de bronce, plata u oro. Uno de los modelos íntimamente ligados a los guerreros celtas de la península ibérica eran las de  forma de caballitos, que a veces presentaban un craneo colgado del pecho del animal, ta que los celtas acostumbraban a cercenar las cabezas de los enemigos, pues pensaban que en ella residía el alma. El caballo era, ademas, el símbolo de la diosa Epona, una de las principales divinidades célticas.


    CINTURONES. Eran de cuero y tenían anchas hebillas de metal: bronce, oro y plata, a menudo muy decorados con incisiones de motivos geométricos. Las fíbulas y los broches de los cinturones, junto con las armas, se depositaban en las tumbas de los guerreros a su muerte. A veces los cinturones llevaban una cadena de hierro en sonde se sujetaba la funda de la espada.


    TORQUES. Generalmente eran de oro, y los había para el cuello, la muñeca y el brazo, en cuello caso daban carias vueltas sobre el bíceps. Esta tipo de joya eran usuales entre los guerreros celtas, pero también los usaban otros pueblo antiguos como los persas, los tracios y los escitas. Tras haber conseguido una victoria, los celtas los ofrendaban en agradecimiento a los dioses y en el celebre caldero de Gundestrup aparece un torque portado por una de las  divinidades mas importantes del panteón céltico: el dios Cermunnos. No es extraño, por tanto, dado el altísimo numero de soldados enrolados en las legiones romanas, que el torque fuera adoptado por Roma como recompensa a los servicios prestados por sus legionarios.


    TROMPETAS. En el momento de la batalla, los celtas atacaban de forma desordenada al amparo de sus cuernos y trompas de combate (carnyxes). Esas trompas tenían largos cuello rematados en bocas de lobo y jabalí, a veces retorcidas sobre si mismas, de cerámica o metal, y producían un sonido ronco, con el que se pretendía hacer mas ruido que sonidos musicales. Tanto el estruendo producido por estos cuernos como la desnudez con la que a veces se enfrentaban al enemigo tenían un carácter ritual que pasó  desapercibido a los autores grecolatinos, quiene, acostumbrados a la disciplina militar de sus ejércitos, lo consideraban un gesto entre bárbaro y fanfarrón.


    ESPADA. Algunas de sus armas, como la espada (el famoso gladius hispaniensis), fueron adoptadas por las legiones romanas. Se trataba de una espada recta de tamaño mediano, con empuñadura a veces rematada en dos apéndices y decorada con hilos de plata. El acero de las espadas de los celtíberos fue proverbial en su tiempo y alimentó todo tipo de leyenda en relación con su forja.


    CASCO. El casco de hierro con las carrilleras fue también adoptado por los romanos. Los cascos celtas eran, quizá la parte más vistosa y valorada de la impedimenta del guerrero. Fueron comunes los cascos de hierro chapados con placas de oro y decorados con motivos vegetales, los cascos con dos cuernos, los cascos de bronce con remates en forma de animales como jabalíes, lobos, caballos o aves, a veces con las ala articuladas, los que incorporaban torques a modo de cuernos, etc.


    ESCUDO. A partir del siglo III a.C. de difundir también en el mundo celta el escudo largo con forma ovalada, denominado scutmen, que, según el testimonio de Diodoro de Sicilia, tenia el tamaño de un hombre. Se trataba de un escudo de madera pintada, que llevaba un largo vástago de metal abultado en el centro, en donde se disponía un remache que lo abrazaba y servia al tiempo para sujetar las abrazaderas por el otro lado. Junto a este escudo, muy popular entre los galos del continente, los celtas de Hispania e Irlanda también usaban otro tipo de escudo circular y también eran conocidos los escudos rectangulares, más pesados.

  • Peltasta tracio. Siglo V a. C.

    La iconografía del guerrero tracio está muy extendida en el arte. Gracias a las pinturas de cerámica griega, a los distintos hallazgos arqueológicos y a las fuentes literarias antiguas se a podido reconstruir con bastante exactitud la imagen de estos legendarios y poderosos hombres de la guerra.


    Herodoto narró que los tracios vestían, a comienzos del siglo V a.C. con unas pieles de zorro en la cabeza y con túnicas alrededor del cuerpo, que cubrían con sayas o marlotas de varios colores. En los pies y las piernas llevaban borceguíes o botas altas atadas con cordones en la parte delantera, hechos de piel de cervatillo. También lucían tatuajes para indicar la nobleza de su origen. Como armas usaban dardos, peltas o escudos pequeños y redondos, y dagas. De acuerdo con Herodoto: “tenían los tracios pequeños escudos de cuero crudo de buey y llevaba cada uno dos lanzas con la s que suelen cazar los lobos. Llevaban en la cabeza un casco de bronce, con penacho, al cual estaban pegadas unas orejas y cuernos de buey, también de bronce y se adornaban las piernas con tiras de color purpura” (Libro 7, capitulo XXXVI).


    INDUMENTARIA. Las  bajas temperaturas y la abundancia de nieve de las regiones en la que habitaban los tracios determinaban en buena medida su vestimenta. Usaban telas de lino, cáñamo y lana, teñidas con vivos colores. Las mujeres camisas largas cerradas por el cuello o casacas con mangas cosidas con una abertura para la cabeza. Eran comunes los sombreros y las botas de piel, y a menudo tenían tatuadas partes del cuerpo. Los hombres solían llevar pantalones ceñidos a las piernas, y una camisa corta y una túnica encima atada a la cintura. Cuando cabalgaban, vestían la zeira o capa de piel multicolor, que les cabria hasta los pies. El propio grosor de sus ropas servia de cierta protección contra los dados del enemigo. También gustaban de adornos, como fábulas o imperdibles para sujetarse las túnicas y cinturones de cuero con hebillas de bronce o de metales preciosos.


    Los tracios fueron apreciados por los griegos como infantería ligera, tras comprobarla efectividad de este tipo de tropas al enfrentarse contra los persas. El tracio era un infante de gran movilidad, muy útil en los combates frente a tropas ligeras como los arqueros, y de gran valor cuando se sumaban a los ejércitos pesados de hoplitas. En un primer momento, los griegos aplicaron la palabra peltasta o infante armado con jabalina y pelta (escudo pequeño)solo a los guerreros de las tribus tracias, pero después pasó a desígnalo al infante ligero en general. Cuando luchaban en los ejércitos griegos, los tracios vestían túnicas mas cortas y a menudo sin capa.


    EL ESCUDO. Los tracios se protegían con un escudo redondo llamado pelta, que se colgaba en la espalda cuando huían del enemigo. Este escudo podía ser redondo, pero a menudo utilizaban una variante con forma de creciente lunar que dejaba un hueco en la parte alta para que el infante pudiese ver al enemigo al lanzar la jabalina , al tiempo que se protegía con él. Los escudos eran normalmente de madera cubiertos de piel de oveja o de cabra, pero también lo había de materiales mas ligeros, como el mimbre. Llevaban pintados símbolos de buena suerte, entre los cuales el mas usado era una cara estilizada que tenis el poder de “ver” los dardos lanzados por el enemigo, para que el infante pudiera esquivarlos. Estos escudos hacían de los tracios unas fuerzas nos versátiles que lo pesado hoplitas, y a la vez ofrecían una buena defensa frente a las tropas mas rápidas, como la caballería.


    LA JABALINA. Los peltastas tracios llevaban una o dos jabalinas. Eran similares a las lanzas de los hoplitas griegos, de unos seis pies de largo y rematadas con una punta de hierro o regatón. Era usual que los tracios portasen dos lanzas a la batalla, por la costumbre de la caza del lobo que se hacia con un par de jabalinas, pero en muchas ocasiones los infantes llevaban un pequeño manojo (4 o 5) de lanzas en la mano que sujetaba el escudo. Estas jabalinas median mas de 1 metro y eran lanzadas de una manera muy peculiar, ayudando de un pequeño lazo de cuerda que utilizaban a modo de propulsor para impulsar la jabalina por encima de sus cabezas con mayor fuerza y alcanzar mayor distancia. Algunos infantes iban tan solo con unas mazas que se utilizaban para romper las lanzas del enemigo.


    EL CASCO. Para no quemarse la nariz y las orejas con el frio, los guerreros usaban pieles de zorro con orejeras para cubrirse la boca . Eventualmente utilizaban cascos griegos de bronce, pero el mas característico era un gorro de piel de cierto parecido al gorro frigio: con un bonete curvado hacia delante en la punta, dos largas tiras de cuero a modo de carrilleras y largo por detrás para proteger todo el cuello.


    El ejercito tracio en los tiempos de la Grecia clásica y helenística (V-III a.C.) estaba compuesto por la caballería y los infantes. La caballería evoluciono desde la caballería pesada de los tiempos antiguos, en los que el caballero se cubría con una armadura de bronce copiada de los griegos, hasta la armadura compuesta con refuerzos de bronce sobre una túnica o camisa de lana. Esta ultima usaba principalmente jabalinas cortas, y su fuerza residía en la ligereza en terreno escarpado, como era el de Tracia, y en la carga en forma de cuña en terreno llano. Una de las costumbres que los tracios utilizaban en los combates era la de soplar cuernos para infundir pavor al enemigo y realizar danzas como hassapia, que simulaba el acercamiento disimulando al campo del enemigo.

    Los infantes variaron poco a lo largo del tiempo. Junto al peltasta equipado con dos jabalinas, se alineaban los infantes llamados arqueros-lanceros, por la peculiar de lanzar jabalinas ayudando de un propulsor. Estos arqueros-lanceros iniciaban el combate ocupando las primeras lineas, y se ocultaban detrás de los peltastas tras arrojar las jabalinas. Cuando luchaban con las falanges de hoplitas rompían las filas del enemigo, aparecían de nuevo los infantes tracios acosando a las falanges en desbandada. Las luchas contra los tracios obligaron a variar ciertos aspectos del combate de las falanges de hoplitas griegos. Así, a mediados del siglo V a.C. aparecen los ekdromoi, hoplitas jóvenes que corrían al encuentro de los peltastas tracios, vestidos con túnicas similares s la de estos, más ligeras y cómodas que las corazas griegas. 

  • Oficial egipcio. Siglo XIII a. C.

    La indumentaria y el armamento egipcio variaron con el uso de los años. En los imperios antiguo y medio, el soldado de extracción campesina era armado y enviado al combate. En el imperio nuevo, el soldado, más profesionalizado, contaba con un vestuario y un armamento mas sofisticado.


    La profesión militar no gozaba de un especial prestigio entre los altos estamentos sociales egipcios, pues las condiciones de vida eran duras, divido a las campañas en el desierto y al aislamiento de las fortalezas en las fronteras del territorio. Los escribas solían adoctrinar a sus alumnos acerca de las miserias de las vidas castrenses. Ante la dificultad de contratar soldados, los faraones tenían que recurrir a levas forzadas, que generaban un enorme descontento popular, e incentivar con el obsequio de una pequeña tierra para el resto de sus vidas a todos aquellos que se decidieran a enrolarse. Así, mismo se recurrió a mercenarios extranjeros, sobre todo nubios, pero también libios y asiáticos, ,para completar el ejercito egipcio. En algunos momentos, los mercenarios llegaron a superar do tercios del total de la tropas egipcias.


    LA ORGANIZACION DEL EJERCITO. La composición del ejercito en el antiguo Egipto se basaba en unidades de 5.000 hombres, conocidas como divisiones, e integradas por infantes y arqueros. A su vez las divisiones estaban subdivididas en compañías de 250 efectivos, coordinadas por un comandante o capitán, y se estructuraban de nuevo en secciones de 50 individuos. El mando último del ejercito correspondía al faraón, ayudado por un general en jefe y un cierto numero de otros generales, hijos del propio rey o personalidades próximas a la monarquía. Los soldados profesionales egipcios se entrenaban con dureza. Eran habituales las marchas en grupo por el desierto, la practica de ejercicios gimnásticos y la lucha cuerpo a cuerpo, como un espectáculo, para mantenerse en forma. Ademas de los soldados llanos existían cuerpos especiales, como los arqueros o los conductores de carros.


    El faraón, mando supremo del ejercito, otorgaba las distinciones por los años de servicios o por las acciones en el combate. Los favorecidos eran premiados con tierras, esclavos o condecoraciones con forma de collares de oro y armas, entre las que destacaba por su simbolismo le denominada Orden de la Mosca Dorada. Con el paso del tiempo, y ya en el siglo VI, los guerreros pasaron a ser los únicos egipcios, a excepción de los sacerdotes, que tenían privilegios especiales.


    LA INDUMENTARIA. El clima de Egipto marco el desarrollo de la indumentaria los soldados. La producción textil más importante era el lino, que fue el tejido utilizado durante todos los períodos y, en menor medida, la lana, usada exclusivamente par las ropas de abrigo. Los oficiales, los generales y el faraón utilizaban telas más costosas y de bellos colores. La seda se introdujo en época ptolemaica. Existían cuatro tipos de lino, dependiendo del grosor: el lino real, que era el mas fino, la tela sutil fina, la tela sutil, y por ultimo la tela lisa, que era la mas basta. El color mayoritario era el blanco, aunque a veces se empleaba él marrón. Las composiciones geométricas se utilizaban en las orlas de los cuellos o en las mangas.


    Los soldados vestían un faldellín que les llegaba por encima de las

    rodillas. Era una tela con dos extremos cruzados y anudados a la altura de las caderas.

    En tiempos del ejercito del Imperios antiguo, formado por campesinos, estos combatían casi desnudos, con un ligero paño de lino, a modo de calzoncillo. En el imperio medio, los soldados llevaban un faldellín mas largo, que en el Imperio nuevo ya aparece con pliegues. Era practica habitual, debido al clima del país, que los hombres y los soldados se depilasen el cuerpo entero. Fuera de los momentos bélicos, en la vida cotidiana los oficiales y los generales utilizaban pelucas, que fueron aumentando de volumen con el tiempo.


    En cuanto al calzado, los soldados egipcios utilizaban sandalias confeccionadas con hoja de palma, esparto, junco e incluso papiro.


    EL ARMAMENTO. El equipo de los soldados egipcios era sencillo. Los cascos y las armaduras no eran habituales y solían llevar solo sus espadas. Sus lanzas y una falda corta.

    La principal arma defensiva era el escudo, construido con un armazón de madera de forma rectangular, con una parte curva, y recubierto con una piel de vaca. Entre las armas ofensivas, hay que destacar los arcos triangulares, de cobertura simple o doble, con flechas que se transportaban en su carcaj correspondiente. Las lanzas, con puntas de múltiples formas, las espadas y los puñales, y dagas. Otras armas ofensivas eran las hachas de doble filo, las mazas de piedra y los latidos. Entre las armas defensivas, el escudo era el principal elemento; la mayoría era de cuero y de tachonaban con clavos, pero también existían escudos de metal y otra formas, como circulares. Los cascos, de cuero, y las armaduras eran exclusivos de los oficiales.


    LA TACTICA DE COMBATE. Al  frente de las lineas de la infantería se colocaban los arqueros, que realizaban una primera descarga de flechas contra el enemigo. En los tiempos msj antiguos esta descarga de flechas era suficiente para vencer a los enemigos desprovistos de armadura o escudos. Mas tarde, la lluvia de flechas clareaba las primeras filas atacantes, sobre las que se lanzaba la infantería, armada con lanzas y escudos. Cuando hicieron su aparición los carros de guerra, la infantería se alineaba en el centro y los carros en las alas, sin variar la táctica de inicio del combate mediante la descarga de los arqueros. Tras el primer choque, los carros atacaban terminando de dispersar al enemigo o aniquilando sus tropas en fuga. A los carros les seguían unas tropas a pie, llamadas “corredores” porque corrían detrás de ellos para destruir a los enemigos puestos en fuga por los carros.

  • Guerrero dacio. Siglo II d.C.

    En el año 113 d.C. el emperador Trajano erigió una gran columna conmemorativa en Roma para celebrar su victoria sobre los dacios en lo que seria la actual Rumania. En la columna aparecen los dacios ataviados con pantalones y capas, y se observa que los militares llevaban espadas y se protegían de manera semejante a la de sus vecinos galos y germanos.


    Los dacios vestían la característica capa frisia. Dada su proximidad a los galos y germanos, gustaban también de los colores vivos y los diseños a base de listas y cuadros en sus trajes.


    Las mujeres usaban dos largos vestidos con mangas y, en lugar de cinturón, llevaban un manto cuyo borde superior rodeaba las caderas y se ataban por delante. Los hombres llevaban pantalones sujetos al tobillo y túnicas de lino, ademas de la saya o camisa, que se sujetaba con broches en cada hombro, capas adornadas con flecos y zapatos .


    CASCO. La mayoría no llevaba casco sobre las cabelleras largas y abundantes. Otros, sin embargo, si se armaban de modo similar a los legionarios romanos, con casco de hierro y espada.


    Algunos nobles dacios usaban en la batalla una especie de capa de las que le cubría la cabeza.


    ESCUDO. Los escudos de los dacios eran muy similares a los usados por los galos y germanos. Utilizaban escudos redondos y ovalados de madera, que iban sujetos con una espiga de hierro a la que se unía en el centro un umbo o rodete circular, usualmente de bronce. La abundancia de metales preciosos del territorio dacio propiciaba le inclusión de adornas de oro y plata, con motivos vegetales estilizados, estrellas o flores. El escudo no era muy pesado y se sujetaba con un mano mediante una manilla de hierro.


    ARCO. Junto a los infantes se alineaban algunos arqueros con arcos cortos y gruesos, que llevaban las flechas en un carcaj redondo colgado del hombro izquierdo

    .

    FALX. Un arma especial que utilizaban los dacios era el falx, que constaba de una gran hoja curva que se manejaba con ambas manos, y podía hender un brazo o una pierna con facilidad. Fue un arma ampliamente utilizada en Tracia y Dacia, posteriormente, por los propios romanos.


    Tenia un empuñadura de manera de tres pies de largo y la hoja curva de hierro tenia casi la misma longitud. La hoja estaba afilada solo por el interior y estaba pensada para tajar antes que para cortar o apuñalar. Es muy probable que derivara de las guadañas usadas para segar los campos. Una variedad mas rara tenia una hoja corta, conectada a un puño de estada, y se manejaba con una sola mano.


    La experiencia de la lucha contra los dacios, en época de Domiciano y después de Trajano,  hizo que los romanos se vieran obligados a utilizar grecas en las piernas, guardas de metales los brazos y refuerzos en los cascos. La habilidad del falx para abrir los escudos y rajar los cascos como si fuera un abrelatas produjo, también, modificaciones en el diseño del casco romano, que incorporó refuerzos en forma de dos barras de hierro remachadas transversalmente a través del remo corto del casco.


    Y todo ello, que comenzó con una modificación de campo, acabo por imponerse indumentaria romana. Estas barras de refuerzo se ven en algunos de los casco de los legionarios representados en la columna de Trajano 


    DAGA. Al cinto solían llevar una espada corta o daga. La palabra “daga” precisamente, deriva de “daca” que en latín vulgar era el nombre de este cuchillo dacio.


    HACHA LIGERA. En vez del falx, otros infantes dacios iban armados con un hacha ligera que manejaban con destreza y rapidez, a la manera de los germanos, trazando grandes arcos delante de ellos para romper las lanzas de los infantes enemigos.


    ESTANDARTE. El dragón dacio era el estandarte de ejercito. Tenia un cabeza de lobo con la boca abierta y un cuerpo se serpiente hecho de bronce y rematado con algunas tires de lino. Se colocaba sobre una barra que portaba el jinete y, al galopar, entraba el aire por la boca del lobo y emitía un silbido. Había sido ideado por los sármantas de las estepas y los dacios lo adoptaron en el siglo III a.C. En la columna de Trajano, los soldados dacios son representados al menos en veinte ocasiones portando un dragón. Tras las guerras dalias, el dragón fue adoptado, también como estandarte por la caballería romana.

  • Guerrero asirio. Siglo VII a. C.

    El ejercito asirio fue el primero en incorporar el hierro a sus armas de forma masiva. Lo emplearon par las hojas de sus lanzas, las espadas, las puntas de flechas, los cascos, las cotas de malla y los bocados de los caballos. Este metal, fácil de obtener y barato, significó una verdadera revolución en el armamento de la antigüedad .


    El empleo del hierro permitió al Estado asirio armar a una gran cantidad de guerreros, puesto que este mineral era hasta cincuenta veces mas barato  que el bronce. De este modo, se pudo equipar a los kisir sharruti con una impedimenta estandarizada, a pesar de la variedad de las topas de ortos países vasallos, equipados con su propia impedimenta, que componían el ejercito.


    INDUMENTARIA. El historiador Herodoto cuenta que: “Su modo de vestir es el siguiente: llevan una túnica de lino que les llega hasta los pies, y sobre esta otra de lana, y encima de todo una especie de capotillo blanco. Usan cierto calzado. Se dejan crecer el pelo y lo atan y cubren con sus mitras y turbantes, ungiendo todo el cuerpo con ungüentos preciosos. Cada uno lleva un anillo con un sello y también un bastón labrado”


    La ropa de los infantes era similar en las tropas que dependían del Estado, mientras que los efectivos de los países vasallos vestían los trajes propios de cada lugar. El traje de guerra de los kisir sharruti constaba de una túnica de lino y otra más gruesa de lana, rematada con flecos, que llegaba a la altura de la rodilla.; encima llevaban la cota de malla o corselete, hecho de lino y  con  laminas rectangulares de hierro o de bronce cosidas. El corselete cabria el pecho y la espalda hasta la cintura. Bajo las túnicas podían llevar unos pantalones ajustados y sujetos bajo la rodilla con una tira de tela. Las botas que calzaban todos los guerreros eran de piel, altas y ajustadas.


    ESCUDO. En los bajorrelieves asirios aparecen dos tipos de escudos muy utilizados en los asedios de ciudades. Ambos están elaborados a partir de juncos o Eneas trenzados, materiales muy abundantes  en los carriles de los ríos mesopotánicos. Este material permitía la fabricación de escudos de gran tamaño, capaces de soportar el impacto de flechas y jabalinas ligeras, y a la vez bastante livianos, por lo que podían transportar con facilidad.


    Uno de estos dos tipos de escudos tenían dos metro de altura, 80 centímetros de ancho, y la parte superior y los lados ligeramente curvados para ofrecer mejor resguardo a los arqueros y honderos. Se trata de un escudo-pantalla. El segundo tipo era redondo, de algo mas de un metro de diámetro y con forma de pinta de cono. Estos eran utilizados por los infantes armados con lanzas. Había también un tercer tipo de escudo, redondo, de menor tamaño y fabricado con madera forrada de piel, que era usado por los jinetes que llevaban lanza. En los últimos tiempos se añadió, ademas, un cuarto tipo, un pesado escudo de piel con bordes de bronce, que llegaba a la altura de los hombros del guerrero, como el de la ilustración. Lo llevaban los infantes lanceros para contener las acometidas de la infantería enemiga en los primeros lances de las batallas an campo abierto.


    CASCOS. Los distintos tipos de casco que llevaban las tropas auxiliares de los países vasallos permitían identificar su origen. Así, los cascos de los anatolios eran de piel y tenían un remate vuelto, característico de los gorros frigios, y los cascos de los guerreros de ciudades neohititas de Siria eran similares a los  frigios pero de bronce y con una pequeña cimera. Los cascos asirios de los kisir sharruti podían Der de dos tipos. Ambos eran cónicos, de bronce o hierro, pero unos llevaban oreja colgantes y ortos, orejas cortas integradas.


    CABALLERIA. Al final de periodo asirio, con Ashurbanipal, los caballos se protegían con una manta gruesa, y los jinetes iban armados con arcos y lanzas, y protegidos con corseletes de bronce laminares.


    INFANTERIA. Todos los infantes vestían un corselete y llevaban las armas correspondientes a su especialidad.


    LANCEROS. La ventaja de las puntas de lanza de hierro, les convirtió en adversarios difíciles en el cuerpo a cuerpo. Las lanzas se incorporaron al armamento de los jinetes en el ultimo periodo asirio.


    ARQUEROS. Los arqueros constituían la base de la infantería asiria.

    Los arcos eran grandes, de cuatro pies de largo; compuestos, muy curvados, casi en punta de cono, y con remates en forma de cabeza ánade.

    Un arco podía hacer blanco a una distancia de entre 2050 y 500 metros. La potencia, fuerza del proyectil y puntería de estos arcos compuestos asirios no fueron superadas por otras armas hasta el siglo IX.

    Una peculiaridad de los arqueros asirios es que nunca iban solos, sino que, por lo común, eran acompañados por un escudero, o portaescudo, tras el cual el arquero se podía guarecer después de disparar su flechas. Las aljabas de los asirios podían llevar hasta cincuenta flechas, pero las carretas de aprovisionamiento las transportaban en grandes cantidades para reponer las que se iban gastando en el combate.


    HONDEROS. Los hondos llevaban las misma indumentaria que los arqueros, con corseletes de bronce y casco, y también se protegían con largos escudos.


    Finalmente, los reyes turnas acudían al campo de batalla para dar ordenes y observar el desarrollo de la lucha, vestidos con largas túnicas y bonetes con diademas. Iban armados con espadas cortas y rectas de doble filo y, a veces, participaban en la lucha lanzando flechas.  Era privilegio exclusivo del rey el uso de un carro con sombrilla portada por un joven o eunuco, y de una maza, herencia de la antigua maza de los reyes sumeríos, con la que impartía justicia, a menudo aplastando ritualmente el craneo del primer prisionero sacrificado.

  • Aquilifer romano. Siglo I d. C.

    Los aquiliferi eran los portaestandartes de las legones romana, los portadores de las águilas , y eran considerados los soldados mas valientes de la legión. La perdida de un estandarte era considerada una deshonra para Roma y, en especial, para el legado o jefe de cada legión. Así, para deponer de su cargo a un legado, o para disolver una legión, tan solo se procedía a quitarles las insignias.


    Los aquiliferi vestían, en general, como los legionarios. Aunque a menudo se representaban cubiertos con pieles de animales, esta característica era mas propia de los signiferi, los portaestandarte de las cohortes. El uso de pieles de animales, como lobos u osos, sobre el casco era común, sin embargo, entre los temas legionarios, y el de pieles de felinos, entre los pretorianos. Aunque los portadores las águilas marchaban generalmente con la cabeza cubierta, es probable que llevaran algún tipo de casco en los combates.


    TUNICA Y PANTALON. Vestían una única corta de color rojo, y debajo de ella unos pantaloncillos de cuero que muchas veces llegaban a verse porque quedaban cubiertos por la túnica.


    CORAZA. Se protegían con una coraza, llamada “lírica plumata” porque las escamas de metal que la recubrían se parecían a las plumas. Estaba hecha de cota de malla, y cubría desde los hombros hasta unos centímetros por encima de las rodillas; la parte superior del brazo estaba cubierta con cuero. Llevaban también unos protectores (pteriges), en una falda corta, sobre la túnica. 


    CALZADO. Calzaban las sandalias militares o cáligas, que eran tan importantes como la coraza, pues las legiones debían parte de su éxito a su movilidad. Eran fuertes y con las suelas bien claveteada (un legionario siempre llevaba repuesto de clavos entre su impedimenta) para soportar peso y resistir largas marchas, y bien ventiladas, pues consistían en tiras de cuero que se unían en el centro del empeine y se abrochaban en la pierna con unas correas que se sujetaban unos trozos de lana que hacían las veces de calcetines.

    CINTURON, ESPADA Y PUÑAL.en el cinturón ce cuero se sujetaba la espada y junto a esta, un puñal. Él cinturones la enseña del oficio del soldado, y lo llevaban siempre junto con la túnica. A veces pendía del cinturón una especie de delantal hecho de tiras de cuero adornadas con remaches de bronce, que daban protección al vientre y producían un ruido al marchar que provocaba una cierta intimidación al enemigo.


    ESCUDO. Portaban un pequeño escudo, llamado “Parma”, que podían colgarse del hombro en caso de que tuvieran las manos ocupadas con las insignias.


    En el ejercito romano había distintos tipos de estandartes y también distintos tipos de portaestandartes: los estandartes de las legiones eran las águilas, y por ello sus portadores se llamaban “aquiliferi”; los estandartes de las cohortes se denominaban “signa”, y sus portadores “signiferi”; y las insignias de los manipulos se llamaban “vexilla”, y sus portadores “vexillari”.


    LAS AGUILAS. Entre las insignias que portaba el emperador estaban las águilas que llevaba en sus ropas.

    En época del cónsul Mario las águilas estaban hechas de plata, pero desde el mandato de Augusto se empezaron a fabricar en oro.


    El palo o pértiga usado para llevar el águila se remataba, en el extremo inferior, con una punta forrada de bronce o hierro, para poder alabarlo en el suelo y permitir al aquilifer disponer de sus manos para defenderse en caso de necesidad. En el extremo superior, la pértiga iba forrada con una moldura larga trapezoidal, sobre la que se disponía una pequeña barren sentido perpendicular, de donde colgaban dos tiras o correas terminadas en botones de trébol u ornamentos de metal.


    Finalmente, en el extremo superior de la pértiga iba el águila, con una guirnalda o corona entre las alas semiabiertas, o sencillamente con las alas abiertas, y sus pies se apilaban, a veces, sobre una  moldura cuadrada o rectangular.


    Su custodia estaba a cargo de la primera cohorte de la legión, y jamas abandonaban el campamento si no era junto a Yoda la legión.


    Julio Cesar relato que, estando de Britania, cuando todo el ejercito dudaba ante le ferocidad  de la defensa britana, uno de sus aquiliferi grito: “¡no permitiré que el águila sagrada sea deshonrada!” al tiempo que saltaba a la playa. Todo el ejercito siguió a aquel valiente. En los últimos tiempos del imperio, a la legión se le llamaba “águila” y las cohortes adoptaron los símbolos de la serpiente y el dragón, que estaban tejidos un estandarte de tela cosido a una barra que se sujetaba a una pértiga dorada, y era llevada por el draconario.


    Otra figura usada en los estandartes era una esfera que representaba el dominio de Roma en el mundo, y que a veces iba acompañada por una estatua de bronce fijada a la punta de la pértiga. Bajo el águila, u otro emblema, se solía poner la imagen de la cabeza del emperador reinante o la inscripción de su nombre.


    Cuando, en el siglo IV d.C. en emperador Constantino adopto el cristianismo como la religión de Roma, una figura o un emblema de Cristo, bordada en oro sobre una tela de color púrpura, sustituyo a la cara del emperador. Este nuevo estandarte, ricamente ornamentado, se llamo “labarum”. Cuando cayó Romulo Augustulo, el ultimo emperador romano, se mandaron las águilas imperiales y la legionarias a Zenón, emperador de Oriente.


    SIGNA. La signa eran los estandartes que pertenecían a las centurias, de modo que fueron las insignias más usadas en las legiones: en cada legión debía haber más de cuarenta signa.


    Este estandarte estaba constituido por el águila y la insignia de la cotona romana, y bajo esta, durante la República, iba la inscripción “SPQR” (senatus populusque romanus, “el senado y el pueblo de Roma”), que, mas adelante, fue remplazada por el nombre del emperador. Junto a la inscripción también había el numero de cohorte al que pertenecía el estandarte. Por ultimo, en las insignias en forma de circulo había el numero de centuria que correspondía a cada cohorte.

    VEXILLA. Eran las insignias que llevaban los manipulos y las tropas de debían luchar en lugares lejanos, por lo general mas allá de los limites imperiales. También las llevaban las unidades que devana apartarse de la legión por orden del tribuno, ya fuera para explorar, negociar o prestar algún otro servicio.


    Este estandarte era un palo largo con una bandera que tenia un águila estampada en el centro, junto con la imagen de alguna divinidad protectora. En época de Augusto se empezó a usar siempre un fondo de color rojo. La primera vez que se llevo ese color fue en las legiones que ocuparon Cirenaica y Egipto, al mando de Augusto, durante la guerra civil.

  • Guerrero etrusco. Siglo IV a. C.

    «Ornaban a sus revés con una corona de oro, un cetro con un águila en su cabeza, una túnica de púrpura con botón de oro y un manto de púrpura bordado [...]. También entregaron doce hachas, una de cada ciudad, pues parece ser una costumbre tirrena que cada uno de los revés sea precedido por un lictor que lleva un hacha [...].»

    Dionisio de Halicarnaso, Historia antigua de

    Roma (libro III, cap. 61)


    Los guerreros etruscos que aparecen pintados en las tumbas de los príncipes o dibujados en las cerámicas llevaban un equipo muy similar al de los hoplitas griegos, aunque la riqueza de los etruscos se deja ver en detalles como los pectorales de oro y los adornos de los escudos.

    Se enterraban junto con sus esposas, ricamente ataviados y acompañados por innumerables tesoros, entre los que se encontraban sus armas y su carro de guerra.


    Armas. Las armas de los etruscos se limitaban a u largas y a unas espadas rectas que se colgaban del cuello.

    Los guerreros solían luchar con la lanza y el escudo, y solo utilizaban la espada cuando la lanza era inútil o la habían perdido:


    También utilizaban hachas, tanto para arrojarlas como para golpear.


    El arco y la jabalina también debieron usarse, aunque en menor medida, puesto que han aparecido en algunas excavaciones de tumbas etruscas.


    Escudos. Los escudos etruscos eran muy parecidos a los hoplones de los infantes griegos, ya que derivaban de ellos. Eran redondos y muy grandes, de casi un metro de diámetro. Estaban fabricados en madera y llevaban una rodela de bronce en la parte exterior, que servía para embellecerlo y para darle firmeza, al mismo tiempo que sujetaba la piel que cubría el armazón de madera, tanto por el interior como por el exterior.

    A veces los infantes etruscos llevaban otro tipo de escudo, ovalado y con dos pequeñas aberturas redondas a cada lado, que derivaba de modelos griegos más antiguos.

    Los escudos de los nobles etruscos eran mucho más elaborados y tenían casi toda la superficie exterior recubierta con distintas planchas circulares de bronce, o incluso de oro, clavadas en la madera y adornadas con diferentes motivos geométricos cincelados: espigas, zigzags, etc.


    Cascos. Los cascos de los guerreros etruscos eran más variados que los de los hoplitas griegos, tal vez porque, como el resto del equipo, lo elegía y compraba el propio guerrero. Así, junto a los típicos cascos hoplitas de bronce, lisos, cerrados a la altura de la boca, con protección para la nariz, y en cuya cimera ondeaba una crin de caballo, se encuentran otros de formas variadas, como el de la ilustración. Éste, de forma semicircular, se remata en un apéndice que se adorna con dos anchas alas de metal que logran darle un mayor volumen. Tanto la parte baja del casco como los adornos de los lados están decorados con remaches que imitan cabezas de clavos.

    Los cascos fueron los primeros símbolos del guerrero, y como tales se utilizaron como tapadera en las urnas funerarias donde se depositaban los huesos quemados de los soldados difuntos.


    Túnica. La túnica era el vestido más común entre los hombres etruscos, y la vestimenta del guerrero etrusco consistía, por lo general, tan sólo en esta túnica corta, que no llegaba a las rodillas, y era muy similar a las túnicas de los hoplitas griegos. Entre los etruscos, sin embargo, a penas se emplearon las corazas de lino u otros protectores; se limitaban a usar unos pectorales para proteger el pecho.

  • Guerrero escita. Siglo IV a. C.

    Las principales armas ofensivas de los guerreros escitas eran el arco y las flechas, las espadas y las lanzas; y como elementos defensivos utilizaban escudos recubiertos con escamas de hierro, cascos, túnicas y chaquetas forradas con láminas de hierro, coderas, hombreras, rodilleras, grebas, e incluso ponían petos a los caballos.


    Las armas y la impedimenta de los escitas, tanto el abanico de materiales de alta calidad existentes en la época para fabricar armamento.


    Contaban con buenos herreros, que utilizaban materiales nativos como el hierro, el cobre y el oro, y alcanzaron un alto grado de especialización.


    Para los guerreros más ricos se fabricaban, también, armas ceremoniales hechas con metales preciosos. Éstas estaban trabajadas por artesanos griegos, y eran depositadas en los túmulos funerarios como ofrenda.


    Arco y flechas. Las armas preferidas del guerrero escita fueron el arco y las flechas. En todas las tumbas de guerrero aparecen flechas, y también las hay en un tercio de las tumbas de mujeres y niños, ya que desde su más temprana infancia eran entrenados en el manejo del arco, y se adiestraban en disparar tanto por la izquierda como por la derecha.


    Los arcos escitas estaban hechos, como todos los arcos compuestos, de madera, hueso y tendones de animales, con los que se fabricaban asimismo las cuerdas, aunque éstas también se podían hacer con pelo de caballo.

    Tenían forma de luna creciente de unos ochenta centímetros de largo, con los bordes prolongados hacia el interior, y eran muy duros y tensos.

    La leyenda cuenta que Hércules dejó su arco diciendo que sólo aquel de sus hijos que lo tensara como él podría ser rey de los pueblos de las estepas; logró tensarlo su hijo más joven, Escitio.

    Esa dureza hacía que los arcos escitas pudieran hacer blanco hasta a quinientos metros de distancia.


    Las flechas eran cortas, de cuarenta a setenta centímetros, y se fabricaban con carrizo o con ramas de abedul, y con plumas de aves. Las puntas de las flechas se hicieron de bronce, de hierro y de hueso, y su forma era variada en función del uso: triangulares para cazar y trilobuladas para atravesar los corseletes de los enemigos.

    Era famosa entre los pueblos antiguos la rapidez con la que un arquero escita podía disparar sus flechas: llegaban a realizar hasta quince disparos por minuto.


    Espada. Las espadas escitas fueron variando a lo largo del tiempo, pero las más comunes eran las de dos filos, con forma de triángulo isósceles, de unos 75 centímetros de longitud. Las empuñaduras eran sencillas, redondeadas y, en ocasiones, con unos apéndices decorativos en el extremo.

    Las llevaban colgadas en el lado derecho del cinturón, dentro de unas vainas de madera forrada con piel que iban atadas al cinturón con una tira de cuero.


    Jabalinas o lanzas cortas. Los escitas utilizaban unas jabalinas, o lanzas cortas, de 1,7 metros de largo, que podían arrojar a una distancia de hasta treinta metros, y también otras lanzas más largas.

    Ambas tenían una hoja estrecha, lanceolada.


    Daga. Los infantes, e incluso los jinetes, podían llevar también una daga similar a las espadas, de unos 35 centímetros de longitud.


    Indumentaria. En los tiempos más antiguos, el traje del escita consistía en unos pantalones y una chaqueta larga de piel, con manga larga

    y recortes de vellón en los bordes, todo con vivos colores y elementos decorativos como rosetas, círculos y zigzags. Los jinetes vestían unas chaquetas de cuero hasta las rodillas, abiertas por el centro y cubiertas enteramente de escamas de hierro. Estas chaquetas se prolongaban hasta la mitad del brazo para proteger los hombros. En la cabeza llevaban una típica capucha de cuero, y calzaban unas botas cortas que se ataban al tobillo. Solían llevar el pelo largo y suelto, y todos los hombres adultos se dejaban crecer la barba. Debieron de llevar también elaborados tatuajes, puesto que se han hallado restos de cuerpos de guerreros, bien conservados por el frío de las estepas, que así lo atestiguan.


    Casco. Los cascos más antiguos que llevaban los escitas eran de piel, se ajustaban a la cabeza y llegaban por delante hasta las cejas; y en los laterales, cubrían las orejas y parte del rostro hasta el cuello. Posteriormente, fueron adoptando el modelo de casco griego, de bronce, al mismo tiempo que empezaron a cubrir sus cascos tradicionales de cuero con escamas de hierro; e incluso los guerreros que usaban los cascos griegos de bronce, solían añadir una protección de cuero sobre la nuca con escamas de hierro.


    Escudo. Llevaban un escudo de madera o de mimbre enteramente recubierto de cuero. Eran, por lo general, escudos de pequeño tamaño, de forma rectangular o redonda, y con una abertura en la parte superior, muy similar a la de los escudos tracios. La peculiaridad de los escudos escitas residía en que estaban, por lo común, forrados con escamas de hierro, de un modo similar al de las corazas.


    Corazas y protectores. La preponderancia de las flechas como arma ofensiva determinó la necesidad de contar con verdaderos vestidos acorazados para no ser heridos. Las escamas de las chaquetas de los jinetes se disponían cubriendo unas partes de las otras, de modo que llevaban en la mayor superficie de su cuerpo una protección del grosor de varias escamas.

    Los infantes, a su vez, se protegían con unas corazas independientes cubiertas de escamas. Éstas tenían forma de largos chalecos, e incorporaban unas anchas hombreras. Se ajustaban también una especie de perneras de cuero con escamas de hierro en la parte delantera de las piernas.


    Tanto jinetes como infantes utilizaban unos discos de bronce para proteger las rodillas, así como tiras de cuero forradas de escamas de hierro para resguardar las articulaciones de los brazos, codos y hombros, convirtiendo, así, su indumentaria en auténticas corazas articuladas.

    Finalmente, por contacto con los griegos, su impedimenta evolucionó, y acabaron adoptando también unas grebas de bronce, muchas de ellas altas y con protección en las rodillas.


    Cinturón. Llevaban un cinturón de cuero, de hasta doce centímetros de ancho, que iba forrado, también, con escamas de hierro. Eran muy resistentes, pues servían para sujetar la espada dentro de su vaina, además del arco y las flechas. Para este fin, llevaban unas tiras de cuero colgadas del cinturón. En la del lado izquierdo colgaban el arco y la aljaba con un centenar de flechas, y en la del derecho, la vaina de la espada.


    Aljaba. La aljaba o carcaj, que los griegos Il «gorytos», servía para guardar conjuntamente el arco  y hasta casi cien flechas. Se han encontrado piezas pertenecientes a reyes escitas enteramente fabricadas en oro. Herodoto narró cómo algunos guerreros forraban la parte superior de los gorytos con la piel de las manos de los enemigos muertos.

  • Guerrero celtibero. Siglo II a. C.

    Las armas del guerrero celtíbero eran el emblema de su honor y solían estar profusamente decoradas, además de ser de una gran calidad. Existía una relación sagrada entre el soldado y sus armas, por la cual ser privado de ellas era sinónimo de ultraje y se prefería antes la muerte.


    Los guerreros que aparecen pintados en las cerámicas de Numancia iban armados con pequeños escudos redondos, espadas de antenas, lanzas y jabalinas, cascos de cuero con diferentes tipos de penachos, y grebas de cuero y lana.


    La calidad del metal utilizado por los celtíberos fue muy alabada en la Antigüedad, según relataba el historiador Polibio: «Los celtíberos sobresalen, en mucho, entre los demás pueblos en la fabricación de espadas. Sus espadas tienen, en efecto, una punta resistente y un tajo cortante por los dos lados. Por ello los romanos, desde los tiempos de Aníbal, abandonaron las espadas de sus antepasados cambiándolas por las de los hispanos. Pero si pudieron imitar la forma, nunca lograron alcanzar la calidad del hierro y la perfección de la factura».


    También se refiere a estas armas el historiador griego Diodoro: «En cuanto a sus armas, algunos celtíberos usan escudos ligeros como los de los galos, y otros circulares [...].

    Sus espadas tienen doble filo y están fabricadas con excelente hierro, y también tienen puñales de un palmo de longitud que utilizan en el combate cerrado. Siguen u táctica especial en la fabricación de sus armas defensivas pues entierran láminas de hierro y las dejan hasta que c el curso del tiempo el óxido se ha comido las partes más débiles, quedando sólo las más resistentes: de esta forma hacen espadas excelentes, así como otros instrumentos bélicos. El arma fabricada de la forma descrita corta todo lo que pueda encontrar en su camino, pues no hay escudo, casco o hueso que pueda resistir el golpe, dada la excepcional calidad del hierro».


    La mayor parte del conocimiento de sus armas procede de los ajuares depositados en las tumbas, donde ha quedado atestiguado que la panoplia celtíbera se componía de una serie de elementos que fueron evolucionando a lo largo del tiempo, con dos períodos claramente diferenciados: antes del siglo IV a.C., y después.

    A partir del segundo período, aparecieron nuevos tipos de armas con decoraciones que ofrecían variantes regionales; y se hicieron habituales las espadas de antenas atrofiadas y los puñales de frontón, ambos con sus vainas de hierro o de cuero con remates de metal.

    Finalmente, en un último período celtíbero, ya en contacto con el mundo romano, se produjo una estandarización en los tipos de armas, y se generalizó el uso del puñal biglobular.


    Espadas y cuchillos. En los primeros tiempos no está documentado el uso de espadas y puñales, tan sólo existían pequeños cuchillos afalcatados de dorso curvo. Más adelante, sin embargo, aparecieron las espadas y los cuchillos de antenas atrofiadas, cuyos mangos podían estar adornados con hilos de plata.


    Lanzas y jabalinas. Inicialmente, abundaban las largas puntas de lanza de fuerte nervio central y

    de sección cuadrada, rectangular o circular, con aletas estrechas y rematadas

    en un regatón.


    A partir de los siglos IV al III a.C., continuaron utilizándose las lanzas, pero se incorporan pequeñas jabalinas con puntas más cortas y delgadas, junto con los soliferrea, o lanzas de pequeño tamaño hechas enteramente de hierro.



    Cascos. En el segundo período aparecieron los c de hierro y de bronce, rematados con penachos d crin de caballo, o bien con siluetas de lobos, jabalíes y otros animales, hechas de bronce.


    Escudos. Era frecuente el uso de escudos fabricados de madera y con discos centrales de bronce. De ellos se han conservado las manillas de sujeción hechas de hierro, y los umbos, que evidencian el pequeño tamaño que debían

    de tener los escudos.


    Discos. Los discos-coraza aparecieron a partir del siglo IV a.C. como elemento de protección. Se trataba de pequeños discos que se sujetaban con correas en el pecho.


    Signa militaria. Un elemento muy utilizado por las diferentes unidades de los ejércitos celtíberos fueron los signa militaria, o emblemas.

    En el 200 a.C., Cayo Cornelio capturó 78 signa militaria; Marco Fulvio, en el 192 a. C., capturó 72; y, en el 181 a.C., en Contrebia, se capturaron 62 más, etc.


    Estas insignias permitían reconocer a cada pueblo, y a los diferentes clanes, hermandades o grupos dentro de una ciudad. Además se les rendía culto, y ante ellas se realizaban pactos y juramentos, especialmente juramentos militares de adhesión a un caudillo, o de ayuda mutua entre clanes y ciudades.


    Vestimenta. Los vestidos de los guerreros celtíberos eran muy variados. En numerosas representaciones pintadas en vasijas, aparecen con pantalones y petos de cuero, fajas o cinturones anchos, y cubre-hombros de piel.


    Pero, sin duda, el más típico de sus atavíos era lo que los romanos llamaron «sagum», un manto doble y grueso de lana negra, que se ponían por la cabeza y se abrochaba con un alfiler por delante. Bajo él, en las guerras con púnicos y romanos, sólo llevaban una túnica corta de tonos rojizos.


    Adornos personales. Sus adornos personales eran los broches de cinturón de tres garfios, las fíbulas o alfileres de doble resorte, y los anulares y pinzas depilatorias de bronce.

    A partir del segundo período celtíbero, los imperdibles eran de pie vuelto o en forma de caballito.


    Atavíos simbólicos. El lobo era un animal venerado e las cofradías de guerreros, y era el símbolo de la jefatura. Por ello, en la ciudad de Nertobriga, al ver los preparativos romanos frente a los muros de su ciudad, en forma de máquinas de asalto y plataformas, enviaron un emisario vestido con piel de lobo para suplicar el perdón.

    Otra forma de pedir el perdón consistía en coronar a los más ancianos con ramas de olivo, como hicieron los vacceos de Coca ante el romano Lúculo.


  • Infante persa. Siglo IV a. C

    Según Herodoto, la infantería persa usaba indistintamente lanzas cortas, grandes arcos y flechas de caña, y puñales que colgaban del lado derecho de sus cinturones. Los infantes

    representados en los relieves de los palacios de Persépolis y Susa aparecen armados con lanzas y escudos, lanzas y arcos, o bien, tan sólo con una lanza o un arco.


    Armas. Los infantes persas fueron representados de gran tamaño y un carcaj también grande, o bien como lanceros. Estos últimos solían usar unas peculiares lanzas muy pesadas llamadas «manzana», de la altura de un hombre, y con una gran hoja de hierro y una bola asimismo de hierro o de bronce en el otro extremo, que servía para contrarrestar el peso de la hoja. Debían ser manejadas con las dos manos, y su peso les otorgaba una poderosa fuerza de impacto.

    Los jinetes llevaban dos pequeñas jabalinas en la mano derecha, y una espada al cinto como arma secundaria.


    Se trataba de infantes ligeros, y hasta los últimos tiempos del Imperio persa no aparecieron los catafractas, con pesadas armaduras.


    Armaduras. Las armaduras eran raras entre los persas, incluso entre los jinetes, como lo atestigua el caso de un comandante de la caballería persa, Masistos, que murió en la batalla de Platea. Éste vestía una túnica con placas doradas, oculta bajo la capa de color púrpura, y después de que su caballo fuera abatido, continuó defendiéndose a pie. Pero los disparos de los griegos parecían no afectarle en absoluto, hasta que finalmente los helenos se dieron cuenta de que se protegía con una armadura, algo nada habitual, y entonces apuntaron a la cabeza.


    La infantería persa no utilizó armas de defensa, ni cascos ni corazas, puesto que era un cuerpo muy poco valorado, a excepción de los vasallos asirios, que sí llevaban un casco de bronce. La única protección de los infantes persas era el grosor de sus ropas.


    A comienzos del siglo v a.C., sin embargo, tras el contacto con los hoplitas griegos en las guerras médicas, algunos guerreros, sobre todo los jinetes, comenzaron a usar corazas con láminas de bronce, plata u oro.

    Herodoto describió el equipo de los infantes persas de la siguiente forma: «Llevaban capas gruesas llamadas "tiaras" y túnicas multicolores con escamas de hierro como las

    escamas de los peces».


    Vestidos. La indumentaria de los infantes era distinta según la región de procedencia de los mismos.

    Los infantes persas usaban unos pantalones de lana anchos y gruesos, a veces forrados con piel, y unas camisas largas abiertas por delante, o bien unas túnicas que les llegaban por encima de la rodilla. Sobre las túnicas podían llevar una capa más gruesa, en ocasiones forrada con pieles de felinos salvajes.


    En los relieves de los palacios persas, los arqueros y los lanceros aparecen con túnicas holgadas de anchas mangas y materiales finos y delicados, que corresponden, probablemente, a los vestidos de parada.


    Todas las ropas estaban estampadas con ajedrezados y rayas de colores vivos, lo cual daba un tono colorista a la infantería, que llamó la atención de los antiguos griegos.


    Era frecuente que se cubrieran la cabeza con una tela embozada que sólo les dejaba los ojos y la nariz al descubierto, tanto para evitar las arenas de los desiertos como las bajas temperaturas nocturnas.

    En cuanto al calzado, llevaban unos mocasines de piel.


    Caballería. A partir del contacto con los griegos, los jinetes se vieron obligados a usar armaduras. La guardia personal a caballo de Ciro el Joven, por ejemplo, llevaba cascos de bronce decorados con grandes plumas hechas con crines de caballos, y chaquetas de lino acolchadas reforzadas con placas de bronce. Al igual que las corazas griegas, estas chaquetas tenían dos placas de lino reforzadas a modo de hombreras.

    Llevaban también unas placas de bronce en las piernas, a pesar de que los jinetes griegos con los que tuvieron contacto no se protegían las extremidades inferiores.

    Su calzado consistía, al igual que en el caso de los infantes, en unos mocasines de piel.


    En un documento de finales del siglo v a.C., en tiempos de Darío II, se describe la impedimenta de un jinete de la siguiente manera: un caballo con su faja (la faja o man se utilizó de manera sistemática, por vez primera, en la caballería persa) y la brida, un casco, una coraza de hierro un protector de bronce para las piernas, 120 flechas, una maza de hierro y dos jabalinas de hierro.


    Caballos. Los caballos de las llanuras iranias eran grandes y fuertes. Se protegía el pecho de los animales con un peto de placas de bronce, y también la parte anterior de la cabeza con el mismo tipo de placas. Las placas de la cabeza estaban generalmente decoradas y, junto con las cadenas, formaban la cabezada del caballo.


    Camellos. Los camellos se utilizaron a menudo en los ejércitos persas, aunque en pequeñas cantidades. Provenían de Oriente, de Bactriana y de Arabia.

    Arqueros árabes montados en camellos participaron en la campaña de Cambises II en Egipto, en el 525 a.C., y más tarde, en las expediciones de Jerjes. Jenofonte y Herodoto se refieren también en sus relatos a una unidad de camellos de las tropas de Ciro el Grande que, al comienzo de su reinado, atacaron a los lidios. Cada camello iba montado por dos arqueros.

    Otros animales como los elefantes aparecen esporádicamente en los ejércitos persas, como los quince paquidermos que intervinieron en la batalla de Gaugamela, por ejemplo.


    Carros. El empleo de carros de guerra se consideraba como un símbolo de autoridad y poder. Así, Jerjes se hizo llevar a Grecia con el carro solar del dios Ahura Mazda tirado por ocho caballos blancos. El cochero iba detrás del carro y llevaba las riendas a pie, puesto que ningún mortal podía montar en él.

    El uso del carro escita fue promovido por Ciro el Grande, quien mandó fabricar carros con ruedas robustas y ejes anchos para que aguantasen bien los golpes, y el asiento del conductor se sustituyó por una especie de torreón de madera hasta la altura de los brazos del cochero. Ciro llego a emplear trescientos carros de este tipo contra el rey de Lidia, de los cuales cien eran suyos, cien de los medos, y los cien restantes, de sus aliados asirios.


  • Portaestandarte macedonio. Siglo IV a C.

    El ejército macedonio estaba distribuido en diversas unidades muy homogéneas en cuanto a su vestimenta y armamento. Como en la mayoría de ejércitos de la Antigüedad, la procedencia de los soldados era muy variada, pero los macedonios y sus vecinos tesalios constituían la parte más importante del ejército.


    Todos los componentes de la falange iban armados con una lanza larga, la Marisa. Esta tenia dos hojas  y de cinco a seis metros de longitud. Se llevaba en dos piezas que se unían justo antes de la batalla, y los soldados debían manejarla con las dos manos, debido a su peso y sus dimensiones.


    Los pezetairos llevaban, además, una pequeña espada con hoja curvada, llamada «kopis», colgada del hombro y sobre su muslo izquierdo. Podían luchar también con jabalinas en vez de la sarisa, si la ocasión lo requería.


    Los hipaspistas llevaban una lanza más corta que la sarisa y una espada algo mayor que el kopis y de tajo curvo, llamada «machaira». Como eran tropas especiales, sin embargo, su armamento era variado y se adaptaba a cada situación en concreto.


    Espadas. Todos los infantes, arqueros e incluso jinetes, llevaban también espadas cortas por si se les rompían las lanzas, se acababan las flechas o eran descabalgados, según el caso, y era necesario un enfrentamiento cuerpo a cuerpo.

    Los caballeros se armaban con una espada que llevaban colgada del hombro derecho, y con una lanza de unos 3,5 metros con hojas por ambos lados, llamada «xyston».


    Cascos. Los cascos más abundantes entre los macedonios eran los de tipo frigio, que se

    asemejaban a un bonete de cuero fabricado en bronce. Por lo general, los llevaban bruñidos y con el color dorado del bronce, o bien, pintados de color azul, a excepción de los oficiales, que lucían una orla de pintura blanca en ambos lados del casco azul.

    La mayoría de los soldados llevaban dos plumas a ambos lados del casco, pero los portaestandartes solían llevar cascos con crestas muy elevadas para poder ser vistos más fácilmente. El del soldado de la ilustración corresponde a uno de tipo tracio.

    Finalmente, tanto los pezetairos como los caballeros llevaban un casco beocio coronado

    Por un crinolina de caballo de color blanco.


    Aristóteles, educador de Alejandro, en su Historia de los animales, cuenta que había tres tipos de es] marinas, y que una de ellas, llamada «esponja de Aquiles  extremadamente fina y dura, se utilizaba como forro para cascos y canilleras, con el propósito de amortiguar vibración de los golpes recibidos.


    Escudos. Cada componente de la falange macedonia llevaba un pequeño escudo llamado «aspides» en el antebrazo izquierdo.

    Los escudos de los pezetairos eran de un codo de ancho; estaban fabricados con madera y forrados de piel, con la rodela exterior de metal, y solían estar decorados con pinturas de dioses protectores.

    Los hipaspistas eran conocidos también como «los portadores de escudo» porque a veces llevaban un escudo más grande que podía tener toda la superficie dorada, como si fueran enteramente de bronce.

    El escudo del portaestandarte era del mismo tipo que el de los hipaspistas, pero estaba decorado con una corona de laurel y la cara de un dios.


    Corazas y protectores.

    Una de las modificaciones que el rey Filipo introdujo en el ejército macedonio consistió en proporcionar corazas menos pesadas a los infantes, y con esta finalidad, el pectoral de metal o thorax fue sustituido por otro hecho con fibras vegetales, de lino, menos duras pero más ligeras.


    Los componentes de metal sólo se mantuvieron en los bordes y en ciertos refuerzos, y las grebas de bronce fueron reemplazadas por canilleras de cuero o tiras de lino anudadas a la pierna.


    Las corazas podían tener múltiples colores, básicamente distintos tonos de blanco u ocre, excepto las de los oficiales, que eran de color rojo con los bordes amarillos.


    Por lo general, la armadura de lino de los hipasp menos gruesa que la de los pezetairos, que podía también armaduras de bronce si la ocasión lo reg como hicieron frente a los elefantes indios del rey Poro, en la batalla del río Hidaspes.


    En cuanto a los caballeros, podían llevar corazas blancas con hombreras grises del mismo material que las de los infantes, o bien, ir sin ninguna protección.

    La coraza hallada en la tumba de la ciudad de Vergina, atribuida a Filipo y hecha a base de hierro y refuerzos de oro labrado, es sin duda excepcional y corresponde a un equipo militar de parada.


    Vestimenta. Las tropas de infantería ligera, arqueros, honderos, etc., vestían al uso de su país o región de procedencia, y constituían las unidades más heterogéneas de todo el ejército.

    Las túnicas de los soldados macedonios solían ser rojas o de color lila; sin embargo, los pezetairos eran reconocidos porque a menudo vestían una capa de color púrpura, y los caballeros, unas de color amarillo, o lila con los bordes amarillos en el caso de los más notables.

    El borde de la túnica llegaba por encima de las rodillas y sobre ella se disponían tiras de cuero o pteruges, que podían ser más o menos largas y estaban teñidas de una tonalidad amarillo brillante combinado con el color blanco, rojo o azul a rayas, en el borde de la prenda. Las piezas que protegían el hombro se ataban sobre el pecho o se sujetaban sobre un refuerzo de la coraza.


    Finalmente, para las marchas se cubrían con grandes capas llamadas «himation», que se abrochaban al hombro y les servían también como manta.


    Aunque los infantes macedonios aparecen descalzos en numerosas representaciones, se considera que lo más probable es que calzaran unas sandalias que les dejaban los dedos al descubierto. Por lo que se refiere a los jinetes, llevaban unos botines de cuero ajustados.


    Caballos. Los caballos eran

    resistentes y estaban entrenados para la guerra. Los jinetes debían conducirlos sin estribos y sin silla de montar, con tan sólo una manta fijada al vientre de animal. Los caballos de los nobles, sin embargo, llevaban unos pequeños petos de bronce en el pecho, y una frontalera de metal en la frente.


  • Hoplita espartano. Siglo V a. C.

    «Era una visión aterradora cuando marchaban al paso, al ritmo de la flauta, sin huecos entre sus líneas y sin confusión en sus almas, sino moviéndose alegre y calmosamente al ritmo de su himno, hacia la mortal pelea.» Plutarco, Licurgo (сар. 22, 2-3)


    El ejército espartano era el mejor de toda Grecia. Ningún otro disponía de un equipo tan excelente y contaba con soldados tan bien entrenados. En la Segunda Guerra Mesenia (siglo vII a.C.), su falange hoplita había demostrado gran eficacia y pronto fue copiada en toda Grecia.


    Preparativos para la batalla. Los momentos anteriores a la batalla suponían una prueba de nervios para los hoplitas. Los ejércitos que se enfrentaban se detenían y se miraban cara a cara durante largos minutos, o incluso horas. Se trataba de un tiempo de intimidación, que servía para probar el valor del guerrero ante los enemigos que tenía delante. En estos momentos los soldados vivían intensamente todos los sentimientos que les despertaba el combate: valor, templanza, miedo y brutalidad. No faltaban las imprecaciones al enemigo, los retos y los insultos, pero también había manifestaciones de terror, como las náuseas o los mareos involuntarios. El historiador Plutarco cuenta cómo el general Arato de Sición, en el siglo III a.C., era propenso a tales síntomas, y sus enemigos se reían de él diciendo que «el general de los aqueos tiene siempre calambres intestinales cuando la batalla es inminente».


    Actuación en el campo de batalla. Una vez se producía el primer choque, había que mantenerse firme. La cohesión era el elemento crucial que decidía las batallas, y se basaba en la confianza en el conjunto de los guerreros y en la presión Se solía alinear juntos a los amigos o parientes, para que el amor al compañero y el deseo de brillar ante sus ojos impidieran que el soldado flaqueara. En este aspecto, sin embargo, los espartanos eran duros e inflexibles, gracias a su prolongado entrenamiento militar, y miraban siempre a los ojos del adversario.


    En el momento del enfrentamiento se hacía difícil respirar, y poco se podía ver u oír, aparte de los gritos de los soldados cercanos y el golpeteo de millares de pies pateando el suelo.


    Los hoplitas de la primera línea avanzaban con sus lanzas apuntadas a la ingle y piernas del enemigo, y su principal virtud debía ser el coraje; los de la segunda fila necesitaban temple para aguantar tensos el primer empuje, y debían estar dispuestos a avanzar una vez superada la colisión inicial. 


    Después del primer choque, las tres primeras líneas podían intentar herir al enemigo con las lanzas, que apuntaban al cuello, los hombros y la cara, y si la lanza se rompía, utilizaban la espada.


    Los hoplitas habían consumido sobradamente su ración diaria de vino antes de la batalla, con la esperanza de embotar por anticipado el dolor de las posibles heridas.


    Vestimenta. El equipamiento y la vestimenta de los hoplitas espartanos no difería respecto al del resto de hoplitas de las polis griegas. Era usual que los espartanos llevaran el pelo largo, e iban calzados con sandalias, o bien, descalzos. Pero su distintivo principal eran sus capas rojas, que solían emplear para marchar o pernoctar, aunque no siempre las llevaban durante la batalla, pero cuando lo hacían atemorizaban al enemigo, que veía acercarse una masa compacta de guerreros escarlata.


    Sobre la túnica revestían una coraza, por lo general hecha de capas de lino o cuero, pues tan sólo los más ricos podían costearse una coraza de bronce. La orientación militarista del Estado espartano, sin embargo, intentaba proporcionar las mejores armas a sus guerreros, de modo que las grebas y corazas de bronce fueron entre los lacedemonios más comunes que entre los soldados de otras ciudades.


    Sobre las capas de lino se colocaban tiras de cuero, y a veces también de bronce. Las tiras de cuero que defendían las piernas (pteruges) iban reforzadas con chapas de metal en la parte inferior. Finalmente, se protegían también las muñecas con unas muñequeras de bronce, que, con el casco y el escudo, completaban la impedimenta defensiva.


    El conjunto del equipo de guerra de los hoplitas espartanos tenía un peso total de unos veinticinco kilos.


    Escudos. El escudo espartano era circular, de 1,10 metros de diámetro y unos ocho kilos de peso, algo más grande y pesado que el hoplon del resto de infantes de las polis griegas. Estaba formado por un cuerpo muy cóncavo y tenía un borde reforzado casi plano, de modo que podían apoyarlo sobre el hombro izquierdo, aunque disponía también de una abrazadera de bronce en el centro y una agarradera de cuero en el borde. Fabricado con láminas de madera encoladas, el interior iba forrado de cuero, en tanto que el exterior podía ir cubierto por una lámina de bronce o bien, pintado.


    El motivo decorativo que distinguía el escudo de los espartanos era la letra «lambda», inicial de Lacedemonia, que llevaban pintada en la parte exterior del mismo.


    Los soldados espartanos no podían volver de la lucha sin su escudo, pues ello suponía la mayor señal de cobardía, por cuanto significaba que lo habían tirado para correr más deprisa en la huida. Por ello, las madres espartanas despedían a sus hijos diciéndoles que regresarán con el escudo, o bien, como cadáveres sobre él.



    Cascos. Los espartanos adoptaron pronto el casco corintio, cerrado por los lados y que protegía toda la cara. Esta protección, sin embargo, disminuía algo la visibilidad y capacidad de audición del soldado.


    Las cimeras de los cascos, hechas con crines de caballo, se disponían a menudo en sentido transversal, de oreja a oreja, y se pintaban por lo común en franjas de color rojo

    y blanco.


    Lanzas. Las lanzas, de unos 2,30 metros de longitud, solían ser de madera de fresno. Constaban de una hoja grande de hierro y un remate metálico en el otro extremo.


    Espadas. Las espadas de los lacedemonios eran de menor longitud que las de los hoplitas de otras polis, porque los espartanos confiaban más en el valor del grupo que en la lucha cuerpo a cuerpo, y consideraban más útil mantener cerrada la formación de la falange.


    Como el resto de los hoplitas, llevaban la espada dentro de una vaina o funda de madera que colgaba del hombro con una cuerda o tira de piel.


  • Guerrero franco. Siglo VI d. C.

    El soldado franco no disponía de un equipo potente. Por lo general carecía de casco y armadura, y para su protección disponía tan sólo de un escudo oval de madera. Llevaba una espada, una lanza y una daga, aunque el arma ofensiva por excelencia era la francisca, un hacha arrojadiza. Basaba su éxito, sobre todo, en la ferocidad de sus ataques en masa.


    El conocimiento del armamento franco que tenemos en la actualidad nos ha sido proporcionado por las excavaciones de las necrópolis merovingias, donde se ha hallado un importante número de ejemplares armamentísticos.


    Yelmo. El yelmo utilizado por los francos era muy simple, compuesto por dos mitades esféricas que se unían en el centro. Carecía de protectores laterales y nasales, elementos ya frecuentes desde la cuarta centuria. Se trataba de cascos de fácil factura y baratos.


    También eran habituales los cascos fabricados a partir de cuatro piezas de hierro, con los cuales se protegían los guerreros más pobres.


    Escudo. El otro elemento protector era el escudo oval de madera y con refuerzos metálicos y de cuero. Solían ir pintados por su parte exterior para identificar a su propietario o bien a un determinado grupo de guerreros.


    Se trataba de un tipo de escudo característico de los francos, si bien fue adoptado posteriormente por los romanos, primero en sus unidades de caballería y, a partir de la tercera centuria, también en las de infantería.


    En ocasiones se ajustaban dardos en la parte posterior del escudo, aunque no más de cinco, que tenían un alcance de entre cuarenta y sesenta metros.


    Espada. El arma más significativa de los francos era la espada, aunque no tanto por su poder ofensivo como por su valor simbólico como expresión de un determinado rango social.


    Por ello, el uso de la espada estuvo extendido, en especial, entre los guerreros de cierto rango. La destreza en su manejo se adquiría en justas y torneos.


    Solía llevarse en el lado izquierdo, enfundada en vainas de cuero con embocaduras, cantoneras y conteras metálicas.


    Las espadas merovingias eran spathas largas con una espiga como prolongación de la hoja, recubierta con cachas de madera o asta, y probablemente guarnecida con tiras de cuero. El extremo de la empuñadura se remataba con un tope plano por la parte interior y de forma piramidal por la exterior. 


    Junto con la espada hay que mencionar el sax o scramsax, un tipo de machete con un solo filo y tamaño algo inferior al de la espada, pero mayor que un cuchillo.


    Lanza y dardos. Tanto en el combate a caballo como a pie, la principal arma ofensiva era la lanza. Ésta terminaba en una punta de sección romboidal con unas dimensiones superiores a los diez centímetros.


    Los dardos, asimismo de uso habitual, tenían puntas en forma de aleta, con el propósito de desgarrar la carne en caso de ser extraídos, y causar, así, la muerte del herido.


    Hacha. Junto con la espada y la lanza, el hacha de combate, o francisca, completaba el equipo ofensivo del guerrero franco. Se trataba de un hacha arrojadiza destinada a quebrar la línea defensiva oponente, e inspiraba gran temor en el enemigo, ya que de un solo golpe era capaz de atravesar un casco, partir un escudo o, incluso, cortar la cabeza de un caballo. Éste era el elemento de combate más querido por los merovingios, entre los que llegó a adquirir el carácter de arma nacional.


    Dagas y puñales. Las dagas y los puñales se empleaban  también como armas ofensivas, además de en actividades cinegéticas. Los puñales iban enfundados en vainas cuero con refuerzos metálicos en uno o ambos extremos y no era extraño que alguna de las conteras estuvieran fabricada en plata u oro.


    Vestuario. Los guerreros francos solían llevar una túnica, que podía estar decorada con bordados y parches, o bien, ser lisa, en función de la solvencia económica del guerrero. Era de uso común tanto entre los soldados como entre la población civil, y progresivamente fue siendo adoptada por la población galorromana en general.


    Debajo de la túnica llevaban unos pantalones, una prenda indumentaria cuyo uso se extendió también rápidamente entre el resto de la población por su comodidad.


    El uso de capas en invierno no era extraño, aunque se trataba de un artículo caro que no todos los guerreros se podían costear. Éstas se sujetaban en los hombros mediante fíbulas. Aunque el tipo de capa que llevaban los francos los distinguía de otros grupos de germanos, no dejaba de ser una práctica habitual apropiarse de la indumentaria de los enemigos muertos en combate, por lo que podía haber mezcolanza de estilos dentro de un mismo ejército.


    En cuanto al calzado, las viejas cáligas romanas caído en desuso y se sustituyeron por distintos prendas cerradas o por botas.



  • Guerrero aqueménida. Siglo V a. C.

    «Llamábanse estos persas los inmortales, porque si faltaba alguno de dicho cuerpo por muerte o por enfermedad, otro hombre entraba luego a suplir el lugar vacante, de suerte que nunca eran ni más ni menos de diez mil persas». Herodoto, Los nueve libros de la historia (libro VII, cap. 83)


    La instrucción de la nobleza persa era dura, y en ella primaban las artes de la guerra. Los jóvenes se encuadraban en compañías de cincuenta individuos, y se les enseñaba la persecución del enemigo a pie y a caballo, el tiro con arco, el lanzamiento de lanza y jabalina, y a soportar largas marchas en climas hostiles. Solían entrenarse tanto para jinetes como para infantes; así, Darío I el Grande diría que estaba entrenado con las manos y con los pies: «Como jinete, soy un buen caballero; como arquero, soy buen arquero a pie o a caballo; y como lancero, soy buen lancero, a pie o montado».


    La profesión militar se iniciaba a los veinte años de edad, y se ejercía hasta los cincuenta.


    Despliegue en la batalla. Antes de la batalla (hamarana) se celebraba un concilio de guerra en el que se debatían las líneas de acción. A este concilio solo asistían los generales de mayor rango, por lo común nobles persas y medos, con frecuencia parientes del rey y sátrapas de alguna de las provincias del Imperio. En vísperas de la batalla de las Termópilas, en el año 480 a.C., por ejemplo, estos generales eran seis.


    En cuanto a la composición del ejército persa en línea de batalla, se iniciaba con los arqueros a pie, que eran los primeros en realizar una descarga de flechas, con un alcance de unos cien metros. A ambos lados de los arqueros se disponía la caballería, mientras que la infantería ligera y pesada se situaba detrás de todos ellos, en el centro. El general se colocaba en el centro de las filas, sobre un punto elevado, si era posible, para poder observar el desarrollo del combate y transmitir mejor las órdenes.


    El valor personal era tenido en alta estima y se otorgaban distinciones a los guerreros que destacaban en la batalla. A tal fin, un escriba se encargaba de elaborar detallados recuentos escritos de cada acción, en los que se resaltaba el valor de ciertos combatientes, cuyo nombre se anotaba en los anales de guerra, junto al de sus padres y el de su ciudad natal, a raíz de lo cual obtenían un gran respeto.


    Los persas destacaron por su consideración para con los enemigos capturados, a los que trataron en general con cortesía y respeto. También tenían como valores preciados la solidaridad y la amistad. Así, con ocasión de la solicitud de colaboración armada por parte de la ciudad griega de Tebas, en el año 335 a.C., los embajadores griegos fueron recibidos con altos honores en la corte imperial, y se les prometió el auxilio pedido en consideración a la ayuda militar que habían recibido de los tebanos siglo y medio antes.


    Los diez mil inmortales. El cuerpo especial más conocido en el ejército persa era el llamado «de los dies mil inmortales» o «guardia inmortal». Se trataba de un cuerpo de infantes y jinetes elegidos exclusivamente entre persas y medos, y el acceso a soldados de otra procedencia del Imperio sólo se dio en los últimos tiempos, en el siglo IV a.C.


    El número de integrantes de este regimiento de élite nunca podía ser inferior a diez mil, de modo que cualquier soldado que falleciera o causara baja por el motivo que fuera era reemplazado al instante.


    Dentro de él había una división de infantería compuesta por mil hombres, que formaban un cuerpo especial dentro de la guardia real y tenían por misión defender al monarca, sobre todo en las situaciones más dificultosas. Darío I el Grande sirvió en este cuerpo cuando ya era príncipe, durante el reinado de Cambises.


    El jefe supremo de esta división de élite era el hazarapati del Imperio, un primer ministro con gran poder político.


    Armas. Los infantes usaban una pequeña espada llamada «hacinases», junto con una lanza o un arco de casi un metro de longitud.

    Sus lanzas se llamaban popularmente «manzanas» porque acababan en una bola que servía de contrapeso para impulsar el arma a más larga distancia. En el caso de los inmortales, dicha bola era de color dorado para los soldados del cuerpo especial, y plateada en el resto de los nueve mil inmortales.

    En cuanto al arco, era un símbolo de realeza entre los nobles iranios. Se colocaba en las manos del Gran Rey cuando el monarca era enterrado, y en las monedas se le representaba

    siempre con esta arma.


    Escudos. Los infantes de los ejércitos persas se protegieron con distintos tipos de escudos: redondos al modo hoplita, o bien, en forma de media luna, o peltas, derivados de los

    escudos tracios.


    A este segundo grupo pertenecía un tipo de escudo largo de mimbre, parecido al de los arqueros asirios, y denominado «gerra» o «spara». Estos se utilizaron desde Ciro el Grande hasta principios del siglo v a.C. Los portaban los infantes de las primeras líneas para formar una barrera de escudos, y a sus portadores se les llamaba «sparabara». Podían sostenerse solos sobre el suelo y se transportaban colgados a la espalda. Se cree que las primeras armaduras persas, elaboradas con mimbres y palos unidos con tiras de cuero, derivaban de estos escudos; de hecho, en ocasiones, el soldado se despojaba de este tipo de armadura durante la batalla y la apoyaba en el suelo como si se tratase de un escudo.

    Otro tipo de escudo empleado por los persas fue el de forma de ocho o violín, llamado «beocio», usado desde comienzos del Imperio, en el siglo vi a.C., hasta el período sasánida, en el siglo III d.C., especialmente por los infantes de élite de los diez mil inmortales. Estaban hechos con carrizo y forrados con piel, tenían un umbo central metálico y un borde asimismo de metal con remaches para que la piel quedara fijada a la estructura de carrizo, y su forma permitía llevarlos en el brazo, sujetos con dos correas, mientras el soldado empuñaba la pesada lanza con ambas manos.


    Vestimenta. La infantería de élite vestía trajes abigarrados de gran colorido: llevaban un sombrero ondulado, una capa corta sobre una camisa, una falda plisada y los zapatos atados de tradición elamita; aunque también se les podía ver con sombreros cónicos, túnicas con mangas anchas pero ajustadas al pecho, pantalones estrechos, y calzados con las botas de la caballería meda. Solían lucir asimismo distintos adornos de oro, como pulseras y pendientes.


  • Guerrero micénico. Siglo XV a. C.

    En los frescos de los palacios micénicos se conservan numerosas representaciones de guerreros, que permiten apreciar las armas y la vestimenta que utilizaban; algunas de sus armas están también descritas en los archivos del palacio de Pilos. Pero las pruebas más reveladoras sobre su armamento están en las tumbas de los círculos A y B de Micenas, donde se halló un buen número de ejemplares.


    Las armas ofensivas de los guerreros micénicos fueron las lanzas y las espadas (algunas de ellas de gran tamaño), y en menor medida, los puñales y dagas y los arcos. Las armas defensivas no aparecen sino en las fases más tardías, a partir del siglo xv a.C.; anteriormente, los escudos y corazas estaban hechos, con toda probabilidad, con materiales perecederos, y no han quedado restos de ellos.


    Espadas. Las espadas solían tener una hoja larga terminada en una punta aguda y con una base ancha que se unía a la empuñadura por medio de remaches. Tanto la empuñadura como los remaches solían estar recubiertos con metales nobles (oro y plata), y a menudo, decorados artísticamente.


    En los ejemplares más elaborados, incluso la propia hoja está ornamentada con incisiones rellenas y láminas de plata, oro y electro. Con todo, estas características corresponden exclusivamente a las armas de los nobles, que son las que han llegado hasta nuestros días en una mayor proporción. Así, en las tumbas de los círculos de Micenas, por ejemplo, existe un gran porcentaje de espadas y puñales profusamente adornados con metales preciosos, que deben considerarse símbolos del estatus social de los nobles allí enterrados, más que armas en sentido estricto.


    Junto a las espadas largas, se utilizaban también otras de hoja más corta y empuñadura sólida, que buscaban un mejor agarre de la mano.


    Las guardas cruciformes y coniformes se fueron incorporando a las empuñaduras, cuyo tamaño aumentó en época tardía a partir del siglo XII a.C.), siguiendo la tendencia de ofrecer mayor protección a la mano. Al mismo tiempo, las hojas se fueron haciendo más fuertes y anchas, y las espadas se convirtieron en el tipo de arma más adecuado para dar tajos. Hacia el siglo XII a.C., sin embargo, apareció una espada de hoja más fina y guarda redondeada, apropiada tanto para dar tajos como para acuchillar.


    Lanzas. En las representaciones pictóricas aparecen guerreros armados con largas lanzas, de unos tres metros de largo.


    En época micénica, las lanzas constaban de un enmangue de tubo para la sujeción de la hoja al astil de madera, y las formas de las hojas eran muy variadas, sin que existiera un tipo estandarizado, si bien, al igual que las espadas, las lanzas más antiguas estaban muy decoradas, mientras que las más recientes eran más cortas y pesadas.


    Las puntas de flecha eran de piedra, aunque progresivamente, a lo largo de los siglos XIV y XIII a.C., se comenzaron a fabricar de bronce, primero de forma triangular, que imitaba a las de piedra, y engastadas después.


    Dagas. Las dagas tenían una forma similar a la de las espadas, pero eran de menor tamaño; y poco a poco fueron desplazando a los puñales con empuñaduras artísticas de los primeros tiempos.


    Cascos. Los cascos de colmillos de jabalí constituyen uno de los ejemplos más singulares del armamento micénico.


    Así, aparecen representados tanto en las pinturas de las paredes de los palacios como en pequeñas esculturas de marfil, o en tumbas de guerreros como la hallada en la ciud de Dendra, además de haber sido descritos por Homero en la Iliada.


    Estaban hechos con una base de cuero donde se iban disponiendo varias filas de colmillos de jabalí (5 o 6) perforados por algunos orificios para fijarlos al cuero.


    En la parte superior de los colmillos se anudaban unas tiras de cuero de donde salía un penacho de plumas o crines de caballo; y, finalmente, iban provistos de carrilleras, fabricadas igualmente con tiras de cuero, sobre las que se cosían colmillos de jabalí de menor tamaño. La nuca quedaba protegida con las tiras de cuero que sobresalían por detrás del cuello.


    Junto a estos cascos se emplearon otros de bronce, aunque no es posible reconstruir su forma, por cuanto se han hallado tan sólo fragmentos, entre los cuales aparecen trozos de carrilleras.


    Escudos. Aunque no existen referencias escritas sobre los escudos en los archivos micénicos, éstos sí se hallan representados en las pinturas de los palacios, e incluso en las decoraciones de las espadas.


    Uno de los escudos utilizados era rectangular y cubría desde el cuello hasta las rodillas. En los frescos de la ciudad de Akrotiri, en la antigua isla de Tera, aparece una hilera de guerreros armados con este tipo de escudos, que los sujetan con la mano izquierda, lo cual demuestra que eran ligeros y debieron, por tanto, de estar fabricados con materiales como el junco o el carrizo, aunque el exterior iba forrado con pieles de animales. Había también una variante de este tipo, de tamaño ligeramente menor, que remataba la parte superior en forma redondeada.


    El escudo más representado, sin embargo, era uno de gran tamaño, en forma de ocho, descrito por Homero en la Ilíada. Éste constaba de un armazón de mimbre o carrizo del tamaño de una persona, con forma de dos círculos cóncavos uno encima del otro, e iba forrado por varias capas de piel de animales. Un reborde de bronce sujetaba la piel al escudo y le daba mayor firmeza, junto con un nervio de bronce o de madera dispuesto de arriba abajo por su mitad, que también lo reforzaba. Se trataba de un escudo muy pesado, que se representa a menudo afirmado en el suelo, y detrás del cual podía protegerse un guerrero armado con lanza.


    Corazas. La coraza más conocida del mundo micénico es la hallada en Dendra. Consta de tres pares de láminas curvas de bronce, que protegían el vientre y los muslos por delante y por detrás; de un peto y de un espaldar de bronce; de dos placas de bronce que cubrían los hombros y se juntaban en el pecho; y de un protector de cuello, nuca y barbilla, del mismo material. Todo el interior iba forrado con cuero, y las diferentes piezas se unían con correas.


    En los archivos del palacio de Cnosos, en Creta, se describen también otras corazas más sencillas, con peto y espaldar de lino, y hombreras reforzadas con apliques de bronce.


    Grebas. En las tumbas de guerreros micénicos se han encontrado partes de grebas de bronce, que confirman una vez más la antigüedad de la expresión homérica «aqueos de hermosas grebas».


    Junto a estas piezas se han hallado también fragmentos de bronce que corresponden a guardas de bronce para las manos y las muñecas.


    Vestimenta. En las representaciones de los palacios, los guerreros aparecen desnudos de cintura para arriba y con unos pantalones anchos que les llegaban a mitad del muslo como única vestimenta. Éstos estaban elaborados con lana teñida de vivos colores y constaban de tres piezas superpuestas, cada una más corta que la anterior, y todas ellas rematadas con flecos.


  • Guerrero huno. Siglo V a. C.

    Los hunos de Atila basaban su estrategia bélica en el uso de una caballería ligera con recambio de caballos para no detener jamás la marcha. Eran los mejores guerreros a caballo del momento, pues, afirmados en sus estribos, podían disparar hacia atrás, hacia los lados y hacia delante sin detenerse jamás.


    Los hunos no fueron los primeros jinetes-arqueros de la antigüedad, ya que está era una característica común de los pueblos asiáticos, como también lo era la estrategia de lanzar ataques masivos y fingir después la retirada para volver a atacar. A su llegada a tierras europeas, se vieron obligados, sin embargo, a modificar sus tácticas de combate y los arqueros empezaron a combatir a pie.


    El equipamiento de la caballería y la infantería hunas era bastante similar, aunque no se puede hablar de un equipamiento regular, puesto que los hunos, al ser un pueblo nómada, adoptaban de los pueblos conquistados tanto elementos de adorno personal como armamento. Por otro lado, era frecuente la sustracción de piezas al enemigo muerto en combate, y ello hacía que no fuera extraño que un jinete huno llevara, por ejemplo, las fíbulas arrebatadas a un guerrero godo o bien el cinturón de un alano. De hecho, este tipo de expolios en combate era una práctica habitual entre los pueblos bárbaros (e incluso entre los romanos), así como la decapitación del enemigo muerto para llevarse la cabeza como trofeo, y aun usarla como parte del atavío, aunque esto último era menos común. Una costumbre exclusiva de los hunos era, sin embargo, la deformación de los cráneos, que fue adoptada posteriormente por los alanos.


    En cuanto al armamento, el equipo huno estaba compuesto por las siguientes piezas:


    Arco. El arco era su arma más temible, tanto en las luchas a pie como a caballo. Se trataba de un arco recurvado de gran potencia y hermosura; sin duda, el mejor en su género. Estaba hecho de madera, cuernos y tendones, y se caracterizaba por tener las palas asimétricas, y la superior más larga que la inferior.


    La utilización de este tipo de arma, capaz de atravesar las defensas de la infantería y la caballería pesada romanas, obligó a cambiar las formas de combate en Occidente. Así, las lentas formaciones cerradas debieron ganar movilidad para evitar ser diezmadas por la lluvia continua de flechas, y debieron incorporar armas ofensivas, como los arcos y las jabalinas, que pretendían mantener a los arqueros hunos a mayor distancia.


    Espada. La espada larga, o spatha, complementaba el armamento ofensivo de los hunos. La podían llevar colgada del cinturón o bien de una especie de bandolera que pasaba sobre el hombro izquierdo, y su hoja medía entre 65 y 80 centímetros. Muchos jinetes hunos, sin embargo, preferían utilizar el mismo tipo de sable que los visigodos, el sax, mucho más efectivo.


    Casco. Los cascos eran de hierro, con decoraciones de bronce, y solían ir rematados con plumas o telas que identificaban a su propietario con los miembros de un determinado clan, aunque se han hallado también muestras de otros tipos de casco más elaborados que cubrían casi toda la cabeza, y dejaban al descubierto únicamente los ojos, la nariz y la boca.


    Coraza. Los hunos empezaron a usar una coraza o lorica de placas metálicas a su llegada en tierras occidentales, puesto que copiaron las protecciones de los romanos. Dicha coraza solía

    ser de dos tipos: de escamas unidas con alambres y tiras de cuero antes de coserlas a una prenda de tela, o bien, de cota de malla formada por filas alternas de anillas horadadas o soldadas a martillazos, y unidas por otras filas de anillas remachadas; en ambos casos, sin embargo, cubría desde el cuello hasta los muslos.


    Llevaban las extremidades cubiertas, también, por una triple capa de tiras de cuero que les protegían tanto los muslos como los brazos. Este tipo de protecciones permitía un buen dominio del caballo y la posibilidad de llevar a cabo movimientos rápidos.


    Era frecuente, asimismo, que los guerreros de más prestigio se cubrieran, en tierras occidentales, con la piel de un animal, generalmente un felino o un lobo.


    El hecho de utilizar protecciones que no les mermaran movilidad era de vital importancia para los hunos; por este motivo no utilizaban escudo, ya que, al ser el arco y las flechas su principal arma ofensiva, éste entorpecía su cometido: disparar andanadas de flechas a galope tendido.


    Atila

    Atila nació en torno al año 400, y aunque no se conoce ningún dato acerca de su infancia y adolescencia, lo cierto es que desde fecha muy temprana era ya un guerrero avezado, conocido con el sobrenombre de «Azote de Dios», mote que denota una indudable barbarie y brutalidad.


    Todos los datos que conocemos de la biografía de Atila proceden de la obra del historiador Prisco, quien formó parte de una embajada de Teodosio II en el año 448.


    Prisco tuvo la oportunidad de conocerlo y de dejar prueba escrita de sus impresiones: «era corto de estatura, de ancho pecho y cabeza grande; sus ojos eran pequeños, su barba, fina y salpicada de canas; y tenía la nariz chata y la tez morena, lo que mostraba la evidencia de su origen». Atila tenía, pues, rasgos mongoles junto con otros propios de los pueblos túrquicos del Asia central.


    En cuanto a su manera de ser, el historiador bizantino elogia su forma de vida, así como sus maneras comedidas en el vestir y en el comer. Prisco define al caudillo huno como un hombre sencillo, y de sus palabras puede deducirse el fuerte impacto que le causó: «Se había preparado una lujosa comida, servida en vajilla de plata, para nosotros y nuestros bárbaros huéspedes, pero Atila no comió más que carne en un plato de madera. En todo lo demás se mostró también templado; su copa era de madera, mientras que al resto de nuestros huéspedes se le ofrecían cálices de oro y plata. Su vestido, igualmente, era muy simple, alardeando sólo de limpieza. 


    La espada que llevaba al costado, los lazos de sus zapatos escitas y la brida de su caballo carecían de adornos, a diferencia de los otros escitas, que llevaban oro o gemas o cualquier otra cosa preciosa».


    Finalmente, describe también el poblado construido por los nómadas hunos donde habitaba, del cual dice que era una ciudad grande y con sólidos muros de madera.


  • Guerrero hitita. Sigo XIV a. C.

    La organización del ejército hitita tenía una base decimal, con batallones de entre 100 y 300 hombres y regimientos de entre 1.000 y 3.000 guerreros. Varios regimientos formaban un cuerpo de ejército similar a las divisiones de los ejércitos egipcios, con las que se enfrentaron en la batalla de Kadesh, donde los hititas dispusieron de cuatro cuerpos con 10.000 hombres cada uno.


    La infantería pesada hitita formaba en el centro de las líneas, detrás de los carros y protegida en los flancos por los guerreros de los reinos vasallos. Los infantes vestían túnicas de lana largas y pesadas, o bien faldellines más ligeros y de distintos colores que llegaban a la altura de la rodilla. Podían llevar el torso desnudo o cubierto con camisas de lana. En los relieves están representados con anchos cinturones de cuero, de los que cuelgan espadas, hachas o puñales. Estas tropas de infantería se empleaban en las batallas que se libraban en terrenos escarpados o en el asedio de ciudades, donde los carros no podían actuar. En las batallas en campo abierto entraban en acción tras los carros.


    Indumentaria. No existía un uniforme militar común entre los contingentes del ejército hitita. Cada grupo de guerreros vestía las ropas propias de su región, aunque los gorros altos de fieltro y las botas de cuero, altas y rematadas en punta vuelta hacia arriba, eran característicos de los hititas de Anatolia la región del centro de Turquía donde se hallaba la capital hitita, Hattusas) y del norte de Siria.

    El armamento de los vasallos y los aliados era igualmente heterogéneo: entre ellos había lanceros, arqueros, lanzadores de jabalinas, honderos y soldados armados con hachas y espadas.


    Infantería ligera. En el combate con carros, tenían una gran importancia los «corredores», unos cuerpos de infantes ligeros propios del ejército hitita. Estos infantes corrían detrás de los carros y se encargaban de herir a los caballos de los carros rivales, matar a los aurigas, rematar a los guerreros y caballos enemigos heridos, y despejar la ruta de sus propios carros. Si la ocasión lo requería, los «corredores» podían ser transportados en los carros hasta el lugar del campo de batalla en que eran más necesarios.


    No iban protegidos por corazas ni escudos, y vestían camisas y faldellines de cuero. Sus armas preferidas eran las jabalinas cortas y ligeras, pero también llevaban arcos y, en algunas ocasiones, hondas.


    Exploradores. Aunque su existencia no se menciona en ningún texto, entre los cuerpos especiales del ejército hitita debió de estar el de exploradores. En la batalla de Kadesh, dos parejas de ellos jugaron un papel especial:

    la primera ofreció una información falsa

    a los egipcios; la segunda confesó bajo tortura la verdadera posición del ejército hitita.

    De estos datos se puede deducir que los exploradores marchaban por parejas.

    Su misión era la de informar sobre el lugar en que se encontraba el ejército contrario. El conocimiento de la posición del enemigo era vital para las tácticas de guerra hititas, que se basaban en las veloces cargas de sus carros y requerían, por tanto, un terreno llano apto para las maniobras de estos vehículos de guerra.


    Escudos. El escudo era una parte integral del armamento del carro. El arquero, el lanzador de jabalinas o incluso el conductor podían utilizar estos escudos en el transcurso de la batalla. Estaban hechos con piel sobre una armazón de juncos o de madera liviana para que su peso fuera mínimo y pudieran ser esgrimidos con facilidad por uno de los ocupantes del carro. Tenían forma alargada y sus lados eran redondeados, de forma convexa los extremos cortos superior e inferior y cóncava los laterales.

    Por el contrario, los escudos de los infantes hititas eran redondos, de madera, sin cubrir con otro material y sin umbo central metálico. Se sujetaban al brazo mediante dos abrazaderas de piel; una se asía con la mano; la otra, se fijaba en el antebrazo, cerca del codo. Sólo eran portados por ciertos grupos minoritarios de guerreros, que debieron de ser nobles o familiares de los nobles, mientras que el grueso de la infantería, tanto hitita como de los reinos aliados y vasallos, no llevaba armas defensivas.



    Cascos y corazas. Los hititas son representados en los relieves y estelas con el alto gorro de fieltro, que era el atuendo más común para cubrirse la cabeza, aunque en algunos casos aparecen con cascos de cuero cónicos, con dos tiras anchas a modo de carrilleras y una tercera de mayor tamaño como protección trasera para la nuca.


    En las representaciones de corazas, muy escasas, puede verse cómo se protegía uno de los guerreros que combatía en los carros, que debía de ser algún tipo de oficial de un batallón de carros, un cargo ostentado por la nobleza hitita. Estas corazas eran largas camisas de cuero, con mangas cortas, que estaban forradas con escamas de bronce y llegaban hasta la rodilla.


    Armas ofensivas. La infantería hitita utilizó jabalinas y unas lanzas de mayor longitud. Junto a ellas se conservan relieves de infantes arqueros armados con grandes arcos triangulares muy similares a los que utilizaban los arqueros de los carros.


    Un arma singular era un hacha de mediano tamaño, con mango tubular y hoja con filo vuelto y más ancho, con la que a menudo se representaba a Teshub, el dios de las tormentas, en los relieves hititas.


    Todos los infantes están representados en los relieves con unas espadas largas de grandes empuñaduras rematadas con pomos redondos o en forma de creciente lunar. Estas espadas se fabricaron con hierro, que se utilizó de manera cada vez más frecuente a partir del siglo xII a.C. Los hititas fueron los primeros que emplearon el hierro para la fabricación de armas.


    Carros. A diferencia de los carros egipcios, hechos con juncos, cañas y carrizo, los hititas se construían de madera, y en consecuencia eran más pesados, pero no menos maniobrables, pues los caballos egipcios eran más pequeños. La tripulación de los carros hititas no solía desmontar en las batallas y luchar a pie. Junto al conductor se disponían un lanzador de jabalinas y un arquero, equipados también con espadas.


    Los carros eran bastante vulnerables a los ataques de la infantería, pues una herida infligida a uno solo de los caballos dejaba fuera de combate al carro con sus tres tripulantes. Para evitarlo, los caballos de los carros hititas iban protegidos con petos de cuero.


    Las unidades de carros estaban concebidas, sobre todo, para enfrentarse a las correspondientes unidades enemigas. En las luchas de carros nada era estático: los vehículos formaban en unidades pequeñas

    (6-8 carros) que se cruzaban en la batalla con los carros enemigos e intentaban alcanzar, con sus jabalinas y flechas, a sus ocupantes o a los caballos.



  • Soldado cartaginés. Siglo III a. C.

    Los soldados cartagineses se presentaban ante el enemigo con una amalgama de trajes, armas y aspectos físicos, y cuando entraban en combate levantaban un clamor dispar de cánticos y gritos, que causaba desconcierto. Pero los oficiales y generales cartagineses eran capaces de conducirlos en la batalla con orden y disciplina, y de obtener las mayores ventajas del armamento y las tácticas de cada tribu.


    Falanges libias. El ejército cartaginés, en la época del ejército macedonio de Alejandro Magno (que había transmitido su influencia a casi todos los ejércitos de la época). La infantería pesada libia formaba el grueso de la formación; sus soldados iban armados con lanzas largas y pequeños escudos, y entraban en combate de forma similar a como lo hacían las falanges macedonias, esgrimiendo una barrera de lanzas frente al enemigo.


    Tras el contacto con las legiones romanas, sin embargo, la infantería cartaginesa copió parte de las tácticas y del armamento de las legiones, y aprendió a utilizarlo gracias a las grandes cantidades de armas que les arrebataron tras sus victorias. Así, ya en la batalla de Cannas, en 216 a.C., los cartagineses lucharon armados con grandes escudos redondos, cascos de bronce con carrilleras, una cota de malla sobre la túnica roja, y grebas.


    Caballería. Las falanges cartaginesas se complementaban con varias unidades de caballería, que fueron los cuerpos más decisivos del ejército púnico. De hecho, la númida constituía la mejor caballería ligera de su tiempo. Sus jinetes cabalgaban sin arreos y sin mantas de montar, y podían enarbolar un par de jabalinas en cada mano, al tiempo que sujetaban, con una de ellas, un escudo redondo de piel, de tamaño mediano y muy liviano.


    En cuanto a la caballería pesada, estaba compuesta por libio-fenicios armados con grandes escudos de piel con cercos de bronce, cascos de bronce, corazas blancas de lino prensado al estilo macedónico (con hombreras y pteruges) y grebas; los caballos iban también protegidos con unos petos de lino.

    Los dos cuerpos de caballería se utilizaban de forma conjunta y se aprovechaba, así, el poder de contención de la caballería pesada libio-fenicia para frenar a la caballería enemiga, y la movilidad y rapidez de los jinetes númidas para rodearla.


    Elefantes. Los elefantes se empleaban para desorganizar las líneas enemigas y facilitar la penetración de la infantería y la caballería, o bien para resistir la embestida de las legiones mientras la caballería se encargaba de rodear a la infantería enemiga.


    A tales efectos podían disponerse en el centro de las líneas, adelantados a la infantería, o bien repartirse entre el frente y los flancos de la formación.


    Estos animales podían llevar petos protectores e incluso yelmos, y cada uno llevaba un guía y una torre de guerra donde se colocaban de uno a tres guerreros. Las torres se construían con madera o con armazones de juncos o cañas recubiertos de piel, y los guerreros que las ocupaban iban armados con jabalinas o con arcos para hostigar al enemigo. El guía, por su parte, solía llevar consigo un escoplo para matar al elefante en caso necesario.


    Pueblos del desierto (gatúlicos y garamantas).

    Los infantes gatúlicos y garamantas del Sahara iban armados con escudos forrados con piel de elefante o de oso y con una lanza larga. Su única vestimenta era un faldellín corto, pero se protegían la espalda con pieles de oso que se ponían sobre los hombros. Finalmente, llevaban la cabeza cubierta con una tela que sólo les dejaba los ojos al descubierto.


    Íberos. Los íberos constituían la mejor infantería de los ejércitos púnicos, aunque también aportaban jinetes, que usualmente se situaban junto a los galos en el flanco izquierdo. Se protegían con cascos de bronce y unos escudos pequeños y redondos de madera, y sus espadas, llamadas «falcatas», herían tanto de tajo como de punta. En cuanto a su vestuario, podían ser distinguidos por sus túnicas blancas con bordes de color púrpura.


    Baleares. Los baleares constituían un cuerpo especial de honderos muy valorado. De hecho, el término «balear» significaba «hondero» para los púnicos.


    Cada uno de estos soldados llevaba tres hondas: una en l mano, otra en la cintura y la tercera alrededor de la cabeza, y cada una de ellas tenía diferente alcance y podía disparar proyectiles de distinto tamaño, si bien la mayoría de las piedras, o bolas de arcilla endurecida, que utilizaba como proyectiles podía atravesar los cascos y corazas del enemigo.


    Galos. Los galos formaban unas tropas de guerreros valerosos pero mal armados, puesto que el hierro de sus espadas era de poca calidad y había que enderezarlas después de descargar un golpe. En varias batallas aportaron también unidades de caballería que se situaban en el ala izquierda del ejército, junto a los íberos. Se les podía reconocer porque iban desnudos de cintura para arriba.


    Itálicos. Los contingentes itálicos (samnitas y campanios) fueron empleados por Aníbal en las guerras de Italia, donde unos y otros actuaron como infantes pesados, defendidos con grandes escudos redondos y armados con lanzas y espadas. Su indumentaria era la propia de sus pueblos, y consistía, en ambos casos, en una túnica blanca, un casco de bronce, un pectoral de tres discos del mismo metal, y grebas.


    Los campanios aportaron también algunos destacamentos de jinetes ligeros, sin escudo ni grebas, y armados con jabalinas ligeras en lugar de lanzas.


    La legión sagrada. La denominada «legión sagrada» (o «batallón sagrado») de la ciudad de Cartago intervino en las guerras de Sicilia de los siglos v a III a.C. y en la batalla de Zama, al final de la segunda guerra púnica. Se trataba de un cuerpo compuesto por los únicos ciudadanos púnicos que participaban en operaciones militares, y la mayoría de sus integrantes eran jóvenes nobles que iban armados con una lanza larga y una espada, y se protegían con escudos, cascos, corazas y grebas de bronce, deslumbrantes como los de la ilustración.


    Sus escudos podían ser de varios tipos. Los había redondos y de gran tamaño, similares a los de lo griegos. Otros eran de madera, forrados de bronce en su  parte exterior y ornamentados con varios tipos c motivos vegetales (entre los que destacaban las imágenes de caballos, o bien representaciones d símbolos sagrados, tales como Baal o la diosa Tanit.


    También podían ser de madera forrada de cuero pintados enteramente de rojo, o bien similares a

    con forma ovalada, hechos de madera y de piel.


    En cuanto a las corazas, podían ser de bronce, de hierro o de lino prensado; las de los nobles eran de bronce, mientras que las del resto de infantes pesados del ejército eran de lino, de color blanco. Los generales, sin embargo, llevaban corazas especiales que consistían en unos pectorales labrados, con imágenes de la cabeza de la diosa Tanit, muy similares a los de tres discos de los itálicos, y que se unían con enganches a unas espalderas de bronce. Bajo la coraza vestían una túnica, por lo general de color rojo o blanco.


    Finalmente, el equipo se complementaba con un casco con carrilleras y cimera alta, unas grebas de bronce y unas sandalias de cuero.


  • Arquero sirio. Siglo XV a. C.

    El arco compuesto y el carro de guerra cambiaron las concepciones tácticas en el Próximo Oriente durante la primera mitad del II milenio a.C. El arco fue el arma fundamental de los guerreros de las ciudades sirias. Lo usaron la infantería ligera y los arqueros que tripulaban los carros de guerra.


    Los guerreros de las ciudades-estado sirias eran fundamentalmente arqueros. Estos arqueros no solían llevar casco y marchaban descalzos al combate. Su vestimenta consistía en gruesas túnicas de lana que cubrían el cuerpo y se ceñían con un cinturón de cuero. No solían llevar más armas que el arco y un carcaj de cuero de gran tamaño que colgaba desde el hombro y llegaba a la altura de la cintura.


    El arco compuesto. El arco sencillo constaba de una pieza de madera curvada que podía lanzar flechas a una distancia de 40 o 50 metros. Se llama arco recurvo al que presenta dos curvaturas, una a cada lado del centro, que por lo común es recto y sirve para apoyar la mano y aumentar de esta manera la potencia del tiro. Este tipo de arco fue utilizado por los escitas en la antigüedad pero no se conocía aún en Oriente Medio.


    Los arcos llamados egipcios o asiáticos, caracterizados por su perfil angular, prevalecieron en Asia occidental hasta finales del siglo vI a.C., cuando los escitas se aliaron con medos y babilonios en contra de Asur y en Mesopotamia se comenzaron a copiar los arcos recurvos de los escitas.


    El arco compuesto empezó a utilizarse en Asia anterior a finales del III milenio a.C. y su proliferación se relaciona con la difusión del uso del caballo en el transporte y la guerra. La incorporación de láminas de madera adheridas a lo largo de todo el arco marcó el inicio de la transición hacia el arco compuesto. Posteriormente se utilizaron otros materiales extraídos de animales, como el asta o cuerno, ligamentos, pelo e incluso intestinos, y también elementos vegetales, como fibras de lino y seda, y determinados minerales, tales como el cobre y el hierro.


    Para fabricar el arco compuesto se encolaban o forraban los brazos del arma con tendones de animales. De este modo se le confería mayor flexibilidad y fuerza. Además, se sustituyó el mango de madera por otro realizado con hueso o cuerno. Este último material tiene una resistencia de 13 kg/cm2, el doble que la madera dura. Por otra parte, el cuerno posee un elevado coeficiente de restitución o aptitud para recuperar al instante la forma original tras las tensiones. El nodo central del arco se hacía así casi inflexible, de modo que únicamente se doblaban los brazos. De esta forma, el mango o empuñadura no vibraba al soltar la cuerda tensa, y la descarga de la flecha era más precisa y suave. La tensión del arco podía llegar a alcanzar hasta un metro, con lo cual la velocidad y distancia de disparo efectivo aumentaron notablemente. Para hacer más cómoda la empuñadura se liaban tiras de cuero u otro material sobre el cuerno.


    Otra de las ventajas de los arcos compuestos es que pueden permanecer mucho tiempo armados (encordados) sin perder sus virtudes, mientras que el arco sencillo se deforma si no se desarma.


    La fabricación de los arcos compuestos era larga, ya que primero se tenía que hervir el material y a continuación aplanarlo en láminas, y después se pegaba en finas capas hasta alcanzar un grosor de unos 6-8 mm. Estas láminas se adherían mediante pegamentos de origen animal. El proceso de secado podía durar Semanas e incluso meses.


    Carros. En la relación del botín conseguido en Megiddo por Tutmosis III, aparecen 900 carros de guerra. Ésta es una cifra enorme, comparada con los 234 prisioneros, 200 cotas de malla y 500 arcos capturados, que pone de relieve la importancia del carro en los ejércitos de aquella época. Los carros de guerra de las ciudades sirias seguían el modelo de carro de los hurritas, bajo cuyo control se encontraban los emplazamientos de Alepo, Kadesh y Karkemish. Estos carros eran de tamaño mediano, más ligeros que los hititas pero más pesados que los egipcios, lo cual les permitía maniobrar y adaptarse a terrenos diversos. Los carros hurritas llevaban en su lado derecho dos grandes carcajes para flechas. Las ruedas podían constar de cuatro, seis u ocho radios.


    Cotas de malla. En la relación del botín obtenido por Tutmosis III en la ciudad de Megiddo se hace mención de 200 cotas de malla capturadas. No existen representaciones o descripciones de estas armaduras de los soldados sirios del II milenio a.C., pero por similitud con las cotas de malla empleadas por egipcios, hititas y hurritas, éstas debían de consistir en largas camisas que llegaban hasta la altura de la rodilla, confeccionadas con materiales duros a los que se cosían a veces pequeñas placas de metal cuyos diseños y tamaños variaban según cada urbe. Tan sólo se menciona una armadura de bronce, perteneciente al reyezuelo de la ciudad, lo cual hace pensar que el resto de las cotas de malla sólo llevaban defensas de cuero (pectorales, espalderas, hombreras y cinturones) superpuestas al lino de las camisas.


    Escudos. No existen referencias en cuanto a los

    escudos de los guerreros de las ciudades sirias, pero sin duda debieron de existir, pues son el complemento imprescindible para las unidades de infantería pesada. Los escudos egipcios, asirios, hititas y hurritas de la época estaban fabricados con materiales livianos, como el junco, el carrizo y la espadaña, y sus diseños eran rectangulares y de gran tamaño para los infantes y algo más pequeños para los defensores en los carros. Estos escudos estaban pensados para proteger de las flechas y las jabalinas, pero no de lanzas pesadas.


    Otras armas. Las jabalinas eran usadas por todos los ejércitos de la época, tanto por la infantería ligera como por los tripulantes de los carros. No existe mención alguna de lanzas más pesadas, pero han aparecido algunas hojas de lanza fabricadas en bronce y de formas lanceoladas, en las excavaciones arqueológicas de las ciudades sirias.


  • Rey babilónico. Sigo VII a. C.

    Los monarcas del período paleobabilónico acudían personalmente a la guerra y tomaban parte activa en los combates. En los últimos tiempos del Imperio neobabilónico, sin embargo, por influencia de los monarcas asirios, empezaron a contemplar las batallas o los asedios de las ciudades desde la retaguardia, guarecidos en un carro con parasol y acompañados de sirvientes y concubinas.


    El historiador griego Herodoto, en sus Nueve libros modo de vestir de los nobles babilónicos era el siguiente: «Llevan una túnica de lino que les llega hasta los pies, y sobre ésta otra de lana [...] Se dejan crecer el cabello y lo atan y cubren con sus mitras o turbantes, y se ungen todo el cuerpo con ungüentos preciosos. Cada uno lleva un anillo con su sello y también un bastón bien labrado en cuyo puño se da forma a una manzana, una rosa, un lirio, une águila u otra cosa semejante, pues no les permite la moda llevar el bastón sin alguna insignia»


    Indumentaria y armamento real. La indumentaria de los reyes babilonios no se diferenciaba de los vestidos de los mar-bani (ciudadanos nobles) salvo en la calidad de las túnicas, que podían llegar a ser de seda, con adornos de púrpura, y en las joyas, a las que los monarcas mesopotámicos eran muy aficionados. Así, hacían alarde de anillas, pulseras y pendientes de oro y plata, y acompañaban el bonete o turbante, de forma cónica, con la corona real o con una diadema de oro adornada con gemas y piedras preciosas, para sujetar sus telas.


    Sus túnicas eran de vivos colores (azul turquesa o rojo) o bien blancas, y por lo general estaban rematadas por delante, a la altura del tobillo, con flecos y bordados de cenefas doradas. Sobre la túnica llevaban un manto que iba sujeto a ésta y doblado sobre uno de los hombros, de modo que cubría parte del pecho y la cintura. Estos mantos eran de lana e incluían también flecos dorados en los bordes.


    Como calzado solían llevar unas sandalias que cubrían todo el talón por la parte posterior.


    En cuanto a los bastones a los que alude Herodoto, estos eran llevados tanto por los ciudadanos nobles, los antiguos avilu, que en el período neobabilónico se denominaron mar-bani o «gentes de bien» (por lo común funcionarios de la administración civil, religiosa y militar), como por los reyes, que los empuñaban junto con el cetro.


    Los cetros reales, que se adornaban con plumas o vellones de lana de colores en uno de sus extremos, eran de oro y derivaban de las antiguas mazas con las que los reyes sumerios, acadios y paleobabilónicos sacrificaban ritualmente a los primeros prisioneros de guerra tras una victoria, para iniciar los festejos del triunfo sobre sus enemigos.


    Los monarcas completaban su atuendo con una espada larga y recta sujeta al cinto. Se trataba de espadas de uso regio, concebidas más para la ostentación que para la lucha, pues estaban guarnecidas con enmangues de oro y plata, y se enfundaban en vainas con remates de metales preciosos. En los relieves casitas de finales del II milenio a.C., los reyes aparecen representados, sin embargo, con un arco en la mano derecha, un carcaj que cuelga de uno de sus hombros y una espada que pende del otro hombro y cae por el lado opuesto.


    Finalmente, según era costumbre entre los babilonios, los monarcas se cubrían el cuerpo con afeites y ungüentos; y Diodoro Sículo describe que Asurbanipal, el último rey asirio, gustaba de cuidarse como las cortesanas y se cubría la cara y el cuerpo con albayalde.


    Indumentaria y armamento de la infantería.

    A pesar de que no existen referencias directas sobre la indumentaria del resto del ejército neobabilónico, así como del volumen de sus contingentes, se pueden extraer algunos datos por alusiones indirectas y comparaciones con el ejército asirio.


    Sabemos que la infantería se dividía en dos cuerpos: arqueros y lanceros. Estos últimos se disponían en el centro de las formaciones, en batallones de unos doscientos hombres, con diez hombres de ancho y veinte de profundidad; y los arqueros, por su parte, constituían el cuerpo más abundante y versátil del ejército, ya que los había que manejaban grandes arcos, utilizados en la defensa y el asedio de las


    ciudades, y otros que portaban arcos más pequeños, que servían como fuerzas de acoso en los enfrentamientos de infantería.


    En el período neobabilónico, el uso del arco compuesto estaba ya muy extendido y había llegado a altos grados de perfección; así, se utilizaban tiras de madera ensambladas para cada sección del arco, con el fin de lograr la mayor elasticidad y fuerza posibles.


    Tanto lanceros como arqueros iban armados, además, con una espada larga, de hoja estrecha de doble filo, colgada del hombro o del cinto.


    En cuanto a los elementos defensivos, ambos cuerpos, y especialmente las unidades de guerreros profesionales, se solían proteger con cotas de malla que les llegaban hasta la cintura; o bien, con armaduras de cuero que les protegían el pecho y la espalda, en el caso de los lanceros, o con largas camisas de lino con escamas de metal cosidas hasta la rodilla, en el de los arqueros.


    Las representaciones de escudos de los guerreros neobabilónicos son muy escasas. En las pocas ocasiones en las que aparecen armados con un escudo, éste es rectangular, o bien similar a los asirios, rematado en forma redondeada y curvado hacia adentro por la parte superior.


    En ambos casos se trata de escudos de gran tamaño que debieron de estar confeccionados con juncos o carrizos entretejidos, y tal vez forrados de cuero.


    Si bien el uso de cascos metálicos no está atestiguado en los ejércitos neobabilónicos, sí lo está el de gorros de cuero. Así, en los relieves de la apadana del palacio de Persépolis, los babilonios aparecen representados con su típica túnica y manto de lana y con unos gorros de piel ajustados a la cabeza, de forma cónica y con un remate en el extremo que cuelga hacia atrás; y como calzado llevan unos botines bajos de cuero, ceñidos al pie de los que Herodoto dice que se parecían a los antiguos calzados de la región griega de Beocia.


    Caballería. Aunque los medos emplearon la caballería como fuerza de choque contra los asirios, y los babilonios eran entonces sus aliados, las tierras meridionales de Mesopotamia no eran las más adecuadas para la cría de caballos, y no se han conservado descripciones o representaciones de jinetes babilónicos, lo cual hace suponer que su presencia debió de ser escasa.


  • Guerrero sármata. Siglo V d. C.

    Hoy en día se conoce muy bien el armamento utilizado por los sármatas a lo largo de su historia. Estos conocimientos se deben en gran parte a las excavaciones arqueológicas de las tumbas de este pueblo de guerreros que efectuaron los arqueólogos soviéticos durante la primera mitad del siglo xx.


    La mayoría de las excavaciones en enterramientos sármatas fueron realizadas por arqueólogos soviéticos entre los años 1929 y 1937. El estallido de la Segunda Guerra Mundial interrumpió estos trabajos, que se reanudaron entre 1946 y 1949. Los enterramientos de la cuenca del Kubán investigados por los arqueólogos soviéticos nos muestran cómo era el armamento de este pueblo entre el siglo vi y el siglo II a.C. Los guerreros sármatas eran sepultados junto a sus azagayas, espadas, puntas de flecha, escudos, yelmos y coseletes. Entre las Investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en los enterramientos alanos de los Urales, destaca la que dirigió Sergei Ivánovich Rudenko en la tumba de un caudillo alano, inhumado con su cota de mallas de cadenas de hierro, su espada y sus cuchillos con empuñadura de oro.


    Innovaciones técnicas. Los sármatas lograron obtener importantes victorias militares gracias a la invención del estribo metálico, a la cual le siguió poco tiempo después la de la espuela. Los sármatas, al no ser unos expertos arqueros como los escitas, se vieron obligados a dotar a su ejército de unidades de caballería pesada. Varios escritores romanos describieron y comentaron con detalle las armaduras que llevaban el jinete y el caballo.


    Estas defensas acorazadas se distribuían formando un entramado de escamas y anillos, o bien, de placas. Los jinetes llevaban cascos cónicos y escudos de madera o de cuero, y usaban lanzas y largas espadas de bronce o de hierro. La empuñadura de las espadas iba adornada con una piedra semipreciosa, como el ágata o el ónice, mientras que las cachas se construían con una madera seminreciosa taraceada con oro o plata. Según comenta Tácito, sólo se permitía servir en este cuerpo a los miembros de la aristoeracia.


    Como hemos dicho, los sármatas no sacrificaban a sus animales para enterrarse con ellos, pero sí se inhumaban junto a los arreos y sillas de montar. Los bocados sármatas tenían menos adornos que los escitas, si bien llevaban anillos para sostener las bridas y muchas veces eran de oro o plata. Las sillas eran duras y llevaban un delantero alto para sujetar al jinete.


    Este delantero se decoraba con una lámina de oro tachonada y adornada con pedrería. Este tipo de decoración era bastante habitual.


    Los sármatas utilizaban estandartes para distinguir sus unidades.


    Éstos llamaron poderosamente la atención de los romanos, y Marco Aurelio capturó varios como trofeos. Estaban hechos con tiras de colores cosidas sólo en un extremo, que representaba un dragón. Esta pieza se sujetaba a una lanza larga, de modo que cuando no se movían parecían animales en reposo, pero cuando se ponían en marcha tenían el aspecto de animales en movimiento.


    Constantino imitó esta costumbre, y en el desfile que acompañó su entrada en Roma figuró una doble columna de lanceros que mostraban dragones de oro decorados con piedras preciosas.


    Entre los siglos III y v d.C., los sármatas fueron absorbidos por los godos y los hunos, y se sumaron a ellos en sus desplazamientos hacia las tierras occidentales. Los sármatas integrados en estos grupos asimilaron las costumbres en el vestir de los pueblos que los adoptaban.


    Éste es el caso del guerrero de la ilustración, un sármata del siglo v d.C. integrado en los contingentes godos, que viste la capa típica de estos últimos, sujeta por una fíbula trilaminar. Esta pieza solía ser de plata o de bronce.


    El uso de la capa indicaba la posición social del individuo que la portaba, puesto que era una prenda cara y sólo la usaban las clases más pudientes. Los caballeros sarmatas llevaban un casco sencillo, formado por dos placas con protecciones laterales. Sin embargo, el casco no contaba con protección nasal, un elemento frecuente en aquella época. Aunque se perdiese audición al llevarlas, las protecciones laterales protegían a los jinetes de los ataques laterales o por la espalda. Los caballeros sármatas iban provistos de una armadura de escamas. El caballo también iba fuertemente protegido por una armadura de escamas similar a la que revestía al caballero.


    La espada era más larga y estilizada que la usada por los infantes, ya que los jinetes necesitaban un arma de mayor alcance. El pomo estaba decorado con una piedra preciosa incluía incrustaciones en oro o plata.


    Finalmente, cabe destacar el uso de espuelas y estribos, elementos inventados por los sármatas y que les permitieron desarrollar la caballería pesada. Estos dos inventos les proporcionaban mavor estabilidad sobre la montura y mejor dominio de ésta. Los godos y los hunos adoptaron también el uso del estribo. El empleo de estribos y espuelas se complementaba con el de la silla de cuatro cuernos, que permitía que todo el peso del jinete descansara sobre ella. Los cuatro cuernos se cerraban sobre sí y sujetaban al jinete, que se apoyaba en los estribos. Gracias a esta sujeción podía sostener la lanza y la espada con firmeza e inclinarse sin perder el equilibrio.


    La indumentaria sármata. Los objetos de adorno personal hallados en las tumbas sármatas nos han permitido conocer cómo evolucionó la manera de vestir de este pueblo. Así, en los enterramientos fechados en la primera fase, entre los siglos vI y IV a.C., el difunto era inhumado junto a sus armas y su silla de montar. En los dos siglos siguientes, muchos sármatas adquirieron notables riquezas y se hizo más frecuente el uso del oro, la plata y las piedras semipreciosas. En el período sármata medio, comprendido entre los siglos I a.C. y I d.C., las tumbas muestran la existencia de una sociedad de clases en la que los caudillos y aristócratas vestían de una manera lujosa.


    En el período que comprende desde los siglos I al v d.C., los sármatas estuvieron influidos por la manera de vestir de los godos y adoptaron tanto la capa como las fíbulas para sujetarla. También asimilaron las formas de vestir de los hunos.


  • Infante filisteo. Siglo X a. C.

    Los ejércitos filisteos adaptaron sus tácticas militares a las de las tierras de Canaán, incorporando el uso del carro de guerra, y cambiando el armamento pesado de los guerreros por un equipo ligero compuesto por coraza de cuero, escudo mediano, jabalina y espada larga de hierro, con lo cual obtuvieron una infantería con gran capacidad de maniobra.


    El equipo militar de los filisteos se puede deducir a partir de las imágenes de los relieves de Medinet Habu realizados en la época del faraón Ramsés III, y de las citas del Antiguo Testamento contenidas en los libros de los Jueces, Samuel, Reyes y Crónicas.


    Es ejemplo de ello la descripción del equipo de Goliat (primer libro de Samuel, cap. 17), el gigante filisteo procedente de la ciudad de Gat que retó en combate singular a los israelitas, consiguiendo que al final se presentara como oponente el pastor David, armado tan sólo con su honda, con la que consiguió derribarle y darle muerte. Esta descripción, tanto. por el contexto del combate individual, como por el tipo de armamento de bronce que portaba el gigante, remitía a un ambiente propio del Egeo y de los guerreros micénicos tardíos, como los que participaron en la guerra de Troya.


    Cascos. En los relieves de Medinet Habu, los filisteos se reconocen fácilmente por sus vestidos y por sus cascos y tocados característicos, compuestos por una cinta de cuero con remaches de bronce que les ceñía la frente y se abrochaba bajo la barbilla con correas también de cuero. De esta cinta sobresalía una corona o tocado formado por crines de caballo, plumas, tiras de cuero, o incluso cañas de carrizo, de un palmo de altura, que les daba un aspecto inconfundible. En la descripción del equipo de Goliat que se hace en el primer libro de Samuel, sin embargo, se menciona que el filisteo llevaba un casco de bronce, pero éstos no eran los habituales entre los filisteos.


    Armaduras. La armadura de los filisteos consistía en cuatro o cinco tiras anchas de cuero cosidas unas a otras, que rodeaban el pecho llegando hasta la cintura, y se ataban con cuerdas a la espalda. Otras dos tiras de cuero clavadas en la tira superior de la armadura servían de hombreras, y los brazos iban descubiertos. De nuevo, la descripción de la coraza del equipo de Goliat que se hace en la Biblia es excepcional, pues se dice que llevaba una coraza de escamas de bronce, y, si bien estas cotas de malla eran populares desde hacía tiempo entre los combatientes de los carros de los ejércitos hititas, hurritas y egipcios, su uso no se había extendido todavía entre los filisteos. Completaba la vestimenta defensiva una falda que llegaba hasta la altura de la rodilla. Se trataba de una prenda hecha de cuadrados de piel unidos por anchas bandas de cuero, a menudo rematados en forma de «V».


    La mayoría de los infantes no llevaban canilleras y acudían descalzos al combate, aunque en casos excepcionales, como el de Goliat y otros gigantes del ejército filisteo, algunos guerreros se protegían con grebas de bronce, a la manera de los griegos .


    Escudos. El escudo de los filisteos solía ser redondo, de tamaño medio, probablemente de madera, recubierto con cuero y con un borde de hierro para desviar los golpes de espada; en ocasiones podía estar, también, enteramente cubierto por una plancha de bronce en el exterior. Se desconocen los detalles de la empuñadura, pero si guardaba relación con los supuestos orígenes egeos de los filisteos, es probable que llevara dos traíllas en el centro.

    Un tipo de escudo de estas características era difícil de manejar, y con él apenas se podía

    empujar al adversario con fuerza, de modo que se requería un alto grado de instrucción para su uso. Sin embargo, protegía el cuerpo con gran eficacia contra las jabalinas lanzadas desde lejos y era altamente efectivo en el ataque de los enemigos armados con espadas. La rápida aceptación de este tipo de escudo entre los cananeos y los israelitas indica que, en la época en la que los filisteos tuvieron contacto con estos pueblos, la infantería pesada, formada por guerreros con pesados escudos y lanzas, había sido ya sustituida por infantes armados con estos escudos de tamaño medio y una espada larga de hierro, que ofrecían

    una mayor movilidad.


    Espadas. En los relieves egipcios, los filisteos se representan armados con una espada larga y recta de hierro, con hoja de forma triangular y un nervio central. Estas armas derivaban de las grandes espadas micénicas de bronce, pero su diseño se había estilizado gracias al empleo del hierro, con el cual se conseguían ejemplares más estrechos y de menor peso, más ligeros y fáciles de manejar. El secreto de su fabricación, sin embargo, se guardaba con celo, y no se permitió jamás que los hebreos aprendieran el arte de la forja.


    Lanzas y jabalinas. El gigante Goliat y los gigantes rafaítas llevaban una jabalina en la espalda y una gran lanza con hoja de bronce en la mano. En algunos de los pasajes de la Biblia, se indica que el peso de las hojas de bronce de estas grandes lanzas era de unos cuatro kilos, y que el mango tenía el grosor de una vara de lizo de telar.


    Pero no existen imágenes de filisteos con este tipo de equipo, que se correspondía al de un período inicial y pronto cayó en desuso.

    El arma arrojadiza más común entre los filisteos era la jabalina, a la que se incorporó la innovación egea del lazo y la cuerda. Las jabalinas filisteas tenían, pues, un lazo que se podía deslizar por el astil de madera, y al cual se ataba una cuerda resistente que se enrollaba sobre el astil. Al lanzar la jabalina, el soldado tiraba de la cuerda hacia él para imprimir al arma arrojada un movimiento giratorio que la estabilizaba en el vuelo y conseguía un mayor acierto en el tiro y un mayor alcance.


    Hachas. Algunos de los infantes filisteos llevaban, en vez de espadas, un hacha de hoja estrecha y enmangue hueco. Este tipo de enmangue era más fácil de fabricar sobre bronce que sobre hierro, y por ello este tipo de hachas eran de bronce.


    Arcos. En la narración de la batalla del monte Gilboa, se menciona la presencia de arqueros en el ejército filisteo, ante los cuales Saúl se suicidó arrojándose sobre su espada (Samuel I, cap. 31). Estos arqueros, que no se mencionan entre la infantería filistea más antigua, debían de corresponder, en tiempos de Saúl, a los arqueros montados en carros.


  • Caballero sasanida. Siglo V d. C.

    El ejército sasánida estaba bajo el mando de un comandante en jefe, cargo que solía desempeñar un miembro de la familia real, y disponía de una caballería acorazada que constituía la base de sus fuerzas de ataque. La vanguardia de estas unidades de ataque estaba formada por caballeros pertenecientes a la nobleza.


    El ejército sasánida se hallaba bajo el mando un comandante en jefe, cargo que solía eje miembro de la familia real. Con el paso de este puesto se amplió a cuatro generales que se ocupaban de la defensa de las fronteras del Imperio. El ejército se distinguió por sus unidades de caballería pesada por arqueros a caballo e infantes. Sus tácticas de c conocen bien gracias a las descripciones que hicieron de ellas los historiadores romanos.


    Caballería pesada

    Las unidades de caballería pesada resultaron cruciales para derrotar a la infantería pesada romana. Los sasánidas, conocedores de la mayor fuerza de choque de las legiones, evitaban los enfrentamientos directos. Su estrategia consistía en hacer que los arqueros a caballo lanzasen sin descanso, y desde una distancia segura, una lluvia de flechas sobre las densas formaciones de legionarios romanos. Éstos, para protegerse de las flechas, se veían obligados a echarse cuerpo a tierra y protegerse con el escudo. El arco y las ballestas permitían que los jinetes sasánidas lanzaran las flechas con gran potencia, de modo que éstas pudieran atravesar las corazas. Cuando los romanos emprendían la persecución de los arqueros, éstos montaban sus corceles y se retiraban a gran velocidad. Los sasánidas también utilizaban la táctica de fingir que se replegaban, para obligar a los romanos a perseguirlos mientras disparaban flechas hacia atrás. Ése solía ser el momento en que la caballería acorazada intervenía, ya que el enemigo había abandonado la formación cerrada y era más vulnerable. Entonces las unidades de caballería llevaban el peso del ataque, y era muy difícil que el ejército oponente fuese capaz de frenar tal potencia de choque. Las cargas de estas unidades de caballería sólo podían ser rechazadas si el enemigo era capaz de mantener la formación cerrada. Debido a esta estrategia militar, los romanos se vieron obligados a cambiar sus tácticas de combate y tuvieron que incorporar jinetes acorazados a sus unidades de caballería. El gran reformador del ejército sasánida fue Ardashir. Este soberano dispuso que la espina dorsal de sus tropas estuviera formada por unidades de caballería pesada, fuerza en la que servían los caballeros de la nobleza. De este modo, los aristócratas persas se vieron obligados a participar en las campañas del monarca y a someterse a una rigurosa disciplina. Los romanos se sorprendieron la primera vez que vieron entrar en combate a estas unidades, cuyos jinetes iban protegidos por una armadura que les cubría todo el cuerpo y apenas dejaba resquicios vulnerables, tan sólo las mínimas aberturas que correspondían a los ojos y la boca.


    Estas protecciones no carecían de inconvenientes, pues el jinete tenía poca movilidad. Los caballeros sasánidas no usaban estribos, y para mantenerse sujetos a la montura utilizaban un tipo de silla que les obligaba a montar prácticamente encajados en ella. La principal desventaja de estas unidades era su escasa movilidad y su menor capacidad de avance, porque las marchas eran más lentas. Por otro lado, estaban poco dotadas para la lucha en el desierto, ya que les afectaba enormemente el calor y el polvo.


    El equipo que usaba la caballería pesada sasánida también fue descrito por los historiadores romanos, y, de hecho, las unidades montadas del ejército romano tardío acabaron por copiar el equipamiento de las persas.


    Equipamiento defensivo

    Entre la dotación defensiva destacaba el uso del casco. Existieron varios modelos, pero con el paso del tiempo se impuso un tipo de casco que protegía las orejas, la nuca y la nariz. Además, el jinete iba reguardado por una gruesa armadura de mallas o de escamas, que cubría también las extremidades inferiores e incluso la montura. El escudo, de forma ovalada, solía pintarse con motivos que permitían identificar a su portador como componente de un determinado grupo.


    Equipamiento ofensivo

    En la dotación ofensiva se hallaban las lanzas, la espada, el hacha de combate y dos arcos, así como sus correspondientes carcajes, que podían contener más de sesenta flechas. Hay que señalar también que el mayor inconveniente de la utilización de las protecciones era el efecto de las altas temperaturas. Los romanos utilizaron dos términos para referirse a estas unidades: cataphracti y clibanarii. Este último término derivaba de una palabra latina que designaba un horno de hierro para cocer el pan. Además, es muy probable que este vocablo se usara no sólo para aludir a la apariencia del jinete con la armadura, sino también a los rigores que tenía que soportar por llevar tal equipo. Con el fin de evitar las rozaduras, el jinete usaba unas ropas amplias y las armaduras se cubrían con una sobrevesta para evitar la incidencia directa de los rayos del sol.


    Cambios tácticos

    Debido a la extracción nobiliaria de sus componentes, las unidades de caballería sasánida se convirtieron en un claro antecedente de la caballería medieval europea. Sus tácticas de combate también lo fueron. Los jinetes acorazados ocupaban la vanguardia de la batalla y el peso de la acción recaía sobre ellos. Además, con el paso del tiempo abandonaron el uso del arco y las flechas; fueron sustituidos por arqueros a caballo y pasaron a combatir sólo con la lanza, la espada y el hacha de combate.


  • Soldado pretoriano. Siglo II d. C.

    Si bien muchos comandantes romanos habían mantenido una guardia propia, denominada «cohorte pretoriana» (a partir del nombre de su cuartel, el «praetorium»), fueron los emperadores quienes dotaron de poder a esta unidad al convertirla en su guardia personal y en el instrumento que les permitía imponer su voluntad a la población de Roma.


    La guardia personal conocida con el nombre de «cohors praetoria» empezó a cobrar un mayor protagonismo en los momentos finales de la República, cuando Julio César, Marco Antonio y el propio Augusto comprendieron que una guardia personal podía ayudarles a defender sus intereses. Augusto fue el primero en conservar una fuerza de estas características también en tiempos de paz, y mantuvo nueve cohortes de 480 hombres, aunque tan sólo se permitía que tres cohortes estuvieran a la vez en la ciudad. En época de Tiberio, sin embargo, se concentraron las nueve cohortes a las afueras de la ciudad en unos barracones llamados «castra praetoria».


    Primeros tiempos de la guardia pretoriana

    La guardia creada por Augusto tenía como finalidad imponer la voluntad del emperador sobre los habitantes de Roma y, aunque todavía estaba muy lejos de la unidad en la que llegó a convertirse, incluso con poder de decisión sobre la elección de los emperadores de Roma, ya en tiempos de Augusto, éste, temeroso sin duda de la existencia de una milicia en la ciudad, procuró restringir el poder de esta fuerza, limitando el número de efectivos presentes en la misma.


    Ligada a la guardia pretoriana, había una fuerza de caballería que, inicialmente, contaba con varios batallones de treinta hombres, pero que llegó a superar los 2.000 jinetes. Esta guardia ecuestre del emperador recibió el nombre de «equites singulares Augusti», y entre sus funciones estaba patrullar el palacio y los edificios estratégicos de la ciudad, mientras que el resto de las tropas permanecían acantonadas en las afueras esperando a ser llamadas para conjurar cualquier peligro.


    La guardia pretoriana después de Augusto

    La muerte de Augusto, el 19 de agosto del año 14, supuso un cambio en la actitud de la guardia pretoriana, que comenzó a usar su poder para ejercer presión sobre las diferentes fuerzas políticas del Imperio romano. Los pretorianos empezaron a moverse siguiendo sus propios intereses. Así, Lucio Elio Sejano, prefecto de la guardia pretoriana, trasladó el grueso de la unidad a Roma, y en el año 23 convenció al emperador Tiberio para que construyese su cuartel a las afueras de la ciudad, en una posición estratégica.


    Si bien la guardia pretoriana estaba entonces bajo el control del César, también tenía una enorme influencia sobre el mismo, sobre todo en el momento de la sucesión, cuando su apoyo podía decidir el nombramiento de un emperador. Así, los historiadores describen cómo Claudio fue descubierto escondido tras una cortina después del asesinato de Calígula por parte de los pretorianos, que obligaron al Senado a concederle el trono; o cómo la situación de Nerón se volvió desesperada sólo en el momento en que perdió el apoyo de los pretorianos.


    El poder de éstos aumentó con el paso de los años, hasta el punto de que en 193 asesinaron al emperador Pertinax, y el prefecto pretoriano subastó el trono al mejor postor en los muros de los castra praetoria.


    Los pretorianos debían acompañar al emperador en la guerra, pero esto fue poco común durante el siglo I d.C., si bien posteriormente llegó a ser más habitual. En las campañas militares, los pretorianos mantenían el mismo tipo de formación que el resto del ejército romano. Fue destacada su actuación en la batalla de Bedriacum, al mando de Otón; Domiciano y Trajano los enviaron a las campañas de Dacia y Mesopotamia; y Marco Aurelio los utilizó como fuerzas de élite en la campaña del Danubio. Durante todo el siglo III d.C. participaron, por tanto, en las diferentes campañas militares de todos los emperadores.


    Equipamiento pretoriano

    Los pretorianos estaban equipados como el resto de los legionarios romanos, aunque una parte de su indumentaria era mucho más ostentosa y llamativa. Así, algunos testimonios literarios describen cómo se permitía a las cohortes pretorianas trasladar sus estandartes sobre animales de carga, puesto que estaban tan decorados que los porteadores tenían dificultades para transportarlo en marchas prolongadas.


    La vestimenta habitual de los pretorianos era la túnica. Su túnica militar era un poco más larga que la civil y llegaba, en algunos casos, a cubrir incluso la mitad de las pantorrillas. Al ir ajustada con un cinturón, sin embargo, solía colgar por encima de la rodilla.


    Sobre la túnica llevaban una capa llamada «sagum», de mayor calidad que la de los soldados rasos.


    El cinturón que usaban los pretorianos era más llamativo y lujoso que el de otras unidades y era sumamente importante para vestir la túnica militar con propiedad.

    De él colgaban inicialmente la espada y una daga, pero en el siglo I d.C. se empezaron a utilizar habitualmente dos cinturones cruzados, uno para la espada, cuya vaina se ataba al cinturón con cuerdas en los cuatro anillos de la misma, y otro para la daga.


    Del cinturón pendía también un delantal sujeto al frente, constituido por entre una y nueve bandas decoradas con terminales metálicos, aunque lo más común es que tuviera entre cuatro y seis. Se trataba de un elemento protector, pero también servía para dar mayor presencia física al soldado, porque, con el movimiento, chocaban entre sí y emitían un sonido característico.


    Finalmente, se calzaban con cáligas y solían llevar calcetines durante las marchas para proteger el pie.


    En cuanto a su armamento, como armas defensivas llevan un yelmo y un escudo. El yelmo derivaba de los modelos gálicos, con protecciones en el cuello y en los laterales, pero con una decoración a base de crestas o plumas.

    Se trataba de un tipo de ornamentación que había sido habitual entre los soldados de la legión en tiempos de César, pero que fue abandonado en la época del principado y sólo conservaron los pretorianos.


    Su otra arma defensiva, el escudo, era de tipo ovalado en los extremos. Este tipo de escudo había sido habitual también entre toda la legión durante el principado, pero a finales del siglo I a.C. se sustituyó por unos escudos rectangulares más cortos que los anteriores, excepto en el caso de los pretorianos, que mantuvieron su uso como una forma de distinguirse del resto.


    Si bien las armas ofensivas por excelencia de la legión el pilum y la espada, o gladius, los pretorianos usaban espada de tipo pompeyano caracterizada por tener una hoja recta rematada en una punta más corta. Se trataba de una espada muy equilibrada y efectiva, tanto para cortar como para clavar.


  • Guerrero edetano. Siglo II a. C.

    Los ejércitos de los íberos estaban formados por pequeñas bandas de guerreros especializadas en llevar a cabo acciones rápidas e imprevistas y en el uso de tácticas de guerrilla. A consecuencia de la fragmentación tanto política como cultural de los íberos, el armamento y las formas de lucha diferían mucho de unos pueblos a otros.


    Espada. El arma más popular entre los íberos era la espada de perfil curvo denominada «falcata».


    Se trataba de un arma concebida para herir de tajo, aunque también lo podía hacer de punta, pues el tercio del extremo de la hoja poseía doble filo. Llevaba una profunda acanaladura en el centro de la hoja para que la herida fuera más grave. La empuñadura tenía forma de asa abierta por un lado y solía llevar unos remates, con forma de cabeza de caballo o de ave, que se anclaban a la hoja por medio de un fuerte remache. Las cachas podían ser de madera, asta o marfil.


    La vaina de la falcata se fabricaba con tablas delgadas que seguían la forma de la hoja, engarzadas por una media caña de metal en los extremos y forradas con piel. Esta guarda

    metálica tenía dos abrazaderas transversales y se remataba con una contera en el vértice. En cada abrazadera se disponían dos anillas para sujetar el arma al tahalí, que cruzaba desde el hombro a la cintura.


    Era un arma de tamaño mediano, con una longitud de entre 50 y 60 cm y una anchura de hoja de unos seis centímetros.


    Dada su similitud con la machaira griega, muchos autores suponen que los íberos la adoptaron tras servir como mercenarios en los ejércitos griegos. Estaban fabricadas con hierro forjado y batido de gran dureza.


    Cuchillo y puñal. Un cuchillo de pequeño tamaño y con la misma forma de la falcata era el complemento de ésta, pero en ocasiones un puñal sustituía al cuchillo.

    Los puñales ibéricos tenían la hoja corta (unos 20 cm de longitud) y gruesa, más ancha por la base y con un abultamiento cerca de la punta.


    Lanzas. Las lanzas más comunes entre los íberos eran de astil grueso y largo, de madera de pino o de abeto, sobre el cual se embutía una punta de hierro con forma romboidal o de hoja de sauce, mediante un enmangue consistente en un recio tubo hueco unido con clavos a la madera del astil y ajustado a ella con un anillo o una arandela de bronce.


    Otras lanzas utilizadas por los guerreros íberos fueron las soliferrea, consistentes en una larga barra de hierro con un engrosamiento en el centro y más delgada en los extremos, rematados uno de ellos por una punta y el

    otro por una estrecha hoja de lanza. Su longitud oscilaba entre 1,5 y 2 m. Se trataba de un arma arrojadiza para ser proyectada a corta distancia.


    La trágula era la lanza ligera utilizada por la caballería. Este término servía también para designar un tipo de útiles como arpones de pesca y aguijadas de uso agrícola con forma de jabalina.


    Con el nombre latino de «aumentum» se conocía una serie de impulsores de jabalinas que fueron usados por los griegos, los romanos y los íberos.


    Consistían en correas que daban un sentido giratorio a la jabalina, así como en apoyos que se sujetaban con la mano y actuaban a modo de propulsores al lanzar el arma.


    Falárica. La falárica hacía las veces de flecha incendiaria entre los íberos, poco proclives a la utilización del arco. Era un tipo de jabalina consistente en un asta de madera de abeto, corta y de sección redonda, excepto en la punta, por donde asomaba una pieza de hierro.


    El hierro tenía tres pies de largo. Tito Livio escribió que en el cerco de Sagunto los saguntinos envolvían el asta con estopa untada con pez y la encendían en el momento de lanzarla contra el enemigo.


    Escudos. El tipo de escudo utilizado por los íberos fue el scutum, cuyo uso se extendió más tardíamente, por influjo de los escudos galos que habían adoptado los cartagineses a partir del siglo III a.C. Eran de gran tamaño, y, en la mayoría de los casos, alargados y con los bordes redondeados. Estaban hechos con maderas delgadas, pegadas con colas animales y cubiertas de cuero. Un aro de hierro reforzaba el armazón en el borde exterior.


    Además llevaban un refuerzo metálico en el centro, sujeto con un umbo de bronce o de hierro en forma de alas de mariposa.


    Dos tiras de cuero en el interior permitían embrazarlo: una de ellas sujetaba el antebrazo y la otra se empuñaba con la mano. Los escudos eran portados por la infantería pesada, que iba equipada también con cascos y lanzas.



    Cascos. Los íberos utilizaron diferentes modelos de casco. Los más sencillos eran de cuero, en forma de casquete semiesférico y con refuerzo en la nuca. También se hacían de metal, con unas delgadas láminas de bronce, rematados en su parte superior con una especie de abrazadera o virola, en muchos casos con un orificio que permitía embutir la cimera. Existían diversas variantes de estos modelos que disponían de carrilleras o refuerzos para la nuca. Una de estas variantes presentaba un abultamiento en el borde, a modo de turbante.



    Corazas. Existió una gran variedad de corazas entre los distintos pueblos ibéricos, desde las camisas de cuero a la loriga con escamas de metal con la que se suele representar a los guerreros edetanos. No se ha documentado su hallazgo en las excavaciones arqueológicas, por lo que se cree que estas representaciones aluden a guerreros íberos que lucharon bajo pabellón cartaginés. Fueron muy comunes los pectorales, con discos redondos de metal dispuestos sobre el pecho y la espalda, sujetos con correas, a veces con otros discos más pequeños en los hombros, como se puede apreciar en las esculturas de los guerreros de Porcuna (Jaén), o bien con relieves de animales -lobos o leones-, como se puede ver en el torso del guerrero de La Alcúdia (Alicante). El uso de grebas o espinilleras fue menos frecuente. Unas piezas de uso exclusivo de los íberos fueron dos tiras anchas acolchadas que se cruzaban sobre el pecho y la espalda.


    Los vestidos consistían en túnicas cortas hasta la mitad del muslo, sujetas con anchos cinturones que se abrochaban con hebillas de bronce. Los íberos utilizaban como hebillas unas placas cuadradas o rectangulares profusamente ornamentadas.


  • Guerrero alamán. Siglo IV d. C.

    La indumentaria de los guerreros alamanes es bien conocida gracias a la arqueología, pues la excavación de las tumbas de los hombres de armas ha permitido documentar todo el equipamiento utilizado por el ejército, desde el de los simples infantes al propio de las élites caballerescas.


    Los guerreros alamanes de los siglos 1 y 11 d.C. combatían frecuentes los combates cuerpo a cuerpo; y, a partir del siglo i d.C., los combates fueron siempre en formación cerrada y se adoptaron tácticas propias del ejército romano.

    El equipamiento de los guerreros, sin embargo, vario poco a lo largo de los siglos, sin otra excepción que el de las unidades de caballería.


    La arqueología ha revelado con exactitud la composición del equipo de los combatientes alamanes, y en especial el de sus élites, ya que éstas se enterraban de forma diferenciada.


    Así, mientras que se tenía la costumbre de incinerar a los guerreros y de enterrar sus cenizas introducidas en vasijas, los jefes solían ser inhumados en otro tipo de tumbas, y el cadáver no se quemaba. En los sepulcros de estos caudillos se enterraban también sus armas, su montura y su vestimenta, junto con una gran cantidad de copas para beber cerveza y vino, platos de metal y vidrio de fabricación romana, y todo tipo de joyas y piezas para juegos.


    Aunque en algunas tumbas los guerreros fueron enterrados con sus espuelas, el número de los combatientes que montaban a caballo era todavía escaso en los siglos I y I d.C., y sólo fue en aumento a partir del siglo I d.C., aunque el uso del caballo continuó estando reservado a las élites.


    Finalmente, las tumbas del resto de los infantes eran muy similares y demuestran que todos ellos iban armados y vestidos de manera muy parecida.


    Armamento alamán

    La totalidad de los guerreros llevaba una lanza, una espada, un hacha y un escudo, pero el hacha se hizo especialmente popular a partir del siglo I d.C., cuando los alamanes entraron en contacto con los francos.


    En cuanto a los jinetes, de las tumbas se desprende que llevaban un equipo que habían adoptado de los pueblos de origen iranio, compuesto de una lanza, un arco y una armadura, entre otros elementos, de características iranias.


    La lanza era el arma principal de los alamanes, tanto para el jinete como para el soldado de infantería, y su uso se complementaba con el de las jabalinas, que se lanzaban antes del ataque.


    Las espadas estaban inspiradas en el gladius romano y se destinaban a la lucha cuerpo a cuerpo. En los siglos I y II d.C., eran más bien cortas, pero cobraron un tamaño mayor de manera paulatina,


    En cuanto a los elementos defensivos, el arma por excelencia de los alamanes era el escudo ovalado, prácticamente plano, y protegido por un umbo central; y, salvo en las unidades de caballería, no era común que los infantes alamanes se protegieran con armaduras, y ni siquiera era frecuente o habitual el uso de cascos.


    En época tardía empezaron a romperse las formaciones cerradas en las batallas y se generalizaron los combates cuerpo a cuerpo, para lo cual se hizo muy útil el empleo de la francisca, el hacha de combate de origen franco, junto con la espada. Las espadas, sin embargo, eran entonces ligeramente más largas que el gladius y permitían que el combatiente protegiera mejor sus flancos y se cubriese de las cargas de los jinetes, puesto que tenían mayor alcance. La espada se convirtió en esta época en un arma tanto de ataque como defensiva.


    En cuanto a la francisca, se extendió tanto su uso en este último período que llegó a ser concebida como una especie de arma «nacional», lo mismo que en el caso de los francos, y era sumamente frecuente encontrarla en la tumba de los guerreros.


    El uso de estas armas, espada y francisca, resulto muy útil en batallas como la librada en Estrasburgo, donde los alamanes lanzaron una carga masiva sobre las posiciones romanas, con el fin de abrir una brecha. A lo largo de los combates cuerpo a cuerpo librados en esta acción, ambas armas permitieron que los guerreros pudieran atacar y defenderse, pero sobre todo fueron muy expeditivas contra los legionarios romanos, quienes todavía estaban mucho mejor equipados que los alamanes.


    Los legionarios de la época combatían armados con un yelmo, un escudo, una armadura de escamas y un capuchón de mallas, y su éxito sobre los bárbaros residía tanto en su mejor equipamiento como en el hecho de que todavía conservaban sus tácticas de combate en formación; ambas circunstancias les permitían superar a ejércitos bárbaros que los duplicaban o triplicaban en número. Con el tiempo, sin embargo, los alamanes y otros pueblos bárbaros aprendieron las tácticas militares empleadas por los romanos, y equiparon mejor a sus soldados, con lo cual sus contingentes se hicieron mucho más efectivos y superiores en combate a los de los romanos.


    Indumentaria de los guerreros de Chnodomar

    El guerrero de la ilustración de la página anterior es un combatiente alamán de la cuarta centuria, uno de los que participaron en las campañas de Chnodomar y en la batalla de Estrasburgo (acaecida en el año 357), en la cuales el caudillo alamán logró reunir un importante número de tribus con el objetivo de saquear las provincias romanas situadas a lo largo del Rin.


    El guerrero lleva el equipamiento propio de la Antigüedad tardía. Está ataviado con pantalones y una túnica de manga larga, y calzado con botas. Viste también una capa, lo que indica su pertenencia a una élite, pues se trataba de una prenda cara reservada a los guerreros de mayor estatus.


    La capa se sujeta al hombro con una fibula, una pieza que, junto con las hebillas del cinturón, servía para distinguir a los alamanes de otros pueblos germanos, aunque eran muy parecidas a las de otros pueblos, como los suecos.


    El color de las capas y los distintos adornos de la cabeza servían, a su vez, para diferenciar a los diversos clanes alamanes; y la decoración del escudo, para identificar a su propietario dentro de una tribu. El historiador romano Tácito escribe que era frecuente que los germanos pintasen sus escudos con motivos de estrellas y medias lunas.


  • Arquero egipcio. Siglo XV a. C.

    Tras finalizar el período en que los hicsos dominaron el delta del Nilo, los carros de guerra se incorporaron a los ejércitos del Imperio Nuevo. Los guerreros egipcios adoptaron también el uso del arco compuesto, que era conocido ya en Oriente Medio, y de elementos protectores, como el casco, el escudo y la cota de mallas.


    La indumentaria y el armamento de los soldados egipcios evolucionaron poco desde los tiempos más remotos hasta la llegada de los hicsos. El equipo era muy básico, ya que se componía sólo de algún arma arrojadiza -honda para lanzar piedras, arco y flechas o jabalinas-, otra arma para atacar al enemigo en el combate cuerpo a cuerpo -una espada, un hacha o una maza-, y algún elemento de protección, como un escudo de madera forrado de piel.


    La infantería fue el cuerpo principal y más nutrido del ejército egipcio del Imperio Nuevo, incluso después de la adopción del carro de guerra. En este aspecto, las tropas egipcias diferían de las de sus vecinos hurritas y cananeos, que alineaban menos infantes y más carros.


    Arcos. La infantería egipcia estaba compuesta por dos clases de soldados: los arqueros y los infantes, armados con lanza, hacha o espada. Las unidades de arqueros se denominaban megau y llevaban unos arcos similares a los de los guerreros de los carros. Estos arcos eran de tipo compuesto: fabricados con cuerno, madera y tendones, medían 1,3 m de longitud y sus cuerdas estaban hechas con tripas de animales.


    Los arqueros se desplegaban en formación lineal y constituían una fuerza suficiente cuando el enemigo al que se enfrentaban eran infantes ligeros, como ocurría con los libios y nubios.


    Cuando el enemigo disponía de tropas de infantería pesada, los arqueros se empleaban para dar cobertura a los infantes egipcios.


    Lanzas. Los infantes ligeros portaban la dja o lanza corta. Estas lanzas tenían una longitud menor que la altura de un hombre, algunas terminaban en anchas hojas triangulares de bronce y otras, en hojas estrechas. Una punta afilada remataba el astil de madera. Los infantes avanzaban rápidamente y arrojaban sus lanzas antes de llegar al combate cuerpo a cuerpo con la infantería enemiga, acción para la cual reservaban las espadas o las hachas de bronce.


    Otras armas arrojadizas. Un arma arrojadiza utilizada desde los tiempos más antiguos fue el «palo de lanzar». Se trataba de un palo curvo de madera de apenas 40 cm de largo, utilizado a modo de bumerán. Estas armas sencillas se usaban para cazar en los marjales del delta del Nilo, y se pueden ver representadas en las pinturas y relieves que muestran las campañas del Imperio Nuevo.


    Otra arma arrojadiza usada por los soldados egipcios fue la honda. En el Imperio Nuevo no se conocían aún los proyectiles estandarizados de bronce propios del período tardío. Esos proyectiles de honda pesaban 40 gramos y podían lanzarse a unos 150 metros.


    Espadas y hachas. Tanto los infantes pesados como los ligeros portaban hachas, o espadas y dagas. Existían dos modelos de hachas. Las más habituales entre los infantes armados con lanza y escudo eran similares a las antiguas bifaces de piedra, con una hoja gruesa y larga insertada en un astil de madera por un hueco practicado en éste. Esta arma era efectiva contra enemigos que no llevaban equipo de protección corporal ni casco, como era costumbre entre los libios y nubios de África. Las hachas se utilizaban como las mazas, para golpear, más que para tajar, y los infantes armados con ellas entraban en combate después de que los arqueros hubieran lanzado sus andanadas de flechas.


    Cuando los egipcios se enfrentaban a enemigos armados con cotas de mallas o de lino, preferían utilizar unas hachas de hoja ancha en forma de media luna, que servían para tajar, al igual que las espadas, y podían atravesar las armaduras y los cascos.


    La infantería egipcia usaba unas espadas cortas y rectas de doble filo, llamadas taagsu. A finales del Imperio Nuevo se extendió el uso de otro tipo de espada, más larga y de forma peculiar, que los egipcios copiaron de los pueblos del mar.


    Estas espadas con hoja en forma de hoz se llamaban khopesh, que en egipcio antiguo significaba literalmente «pata de cabra». Del mango, en forma de pezuña de cabra, sobresalía un trozo de hoja recto que luego se curvaba hacia atrás y se ensanchaba en forma cóncava.


    Escudos. Las unidades más aguerridas y disciplinadas de la infantería egipcia eran los nakhtu-aa o infantes pesados. Estos infantes iban armados con escudo, casco y, en algunas ocasiones, cota de mallas.


    Los escudos eran rectangulares con la parte superior redondeada, de unos 50 cm de ancho y 70 de alto, fabricados con cuero, mimbre o madera y forrados de piel por fuera. Se sujetaban con la mano de una correa clavada en el centro del mismo. Llevaban también una correa más larga que permitía colgarlos de los hombros o sobre la espalda. En el Imperio Nuevo aparecieron algunos escudos de bronce, aunque fueron escasos, pues el escudo de madera resistía tan bien como la placa de bronce los golpes de las espadas y los impactos de lanzas y flechas.


    Los escudos redondos sólo fueron utilizados por los contingentes mercenarios de los sherden, tras la llegada de los pueblos del mar.


    Casco. El casco fue poco empleado por los guerreros egipcios, y sólo a partir del Imperio Nuevo. En las listas del botín obtenido por los faraones ramésidas y tutmésidas en Canaán y Siria, aparecen a menudo cascos de bronce, cuyos modelos utilizaron más tarde los oficiales egipcios.


    Más común fue el casco de cuero ceñido a la cabeza, usado regularmente por los infantes armados con lanza y escudo.


    Cota de mallas. Los hicsos introdujeron el uso de la cota de mallas para proteger a los guerreros que combatían en los carros, y los egipcios la adoptaron como prenda de carácter excepcional, cuyo uso se reservaba a los capitanes o al propio faraón, a menudo como símbolo de ostentación.


    La cota de mallas fue más utilizada por los capitanes de los carros, que constituían verdaderos cuerpos de élite.


    Consistía en una larga camisa de lino de manga corta, sobre la que se cosían delgadas placas de bronce de apenas dos milímetros de grosor. En vez de casco de bronce, los capitanes de los carros llevaban en ocasiones un casco de cuero al que se cosían placas de bronce (como el que se aprecia en la ilustración superior).


  • Arquero parto. Siglo II d. C.

    La manera de combatir de los arqueros partos a caballo fue lo que más llamó la atención a los soldados romanos. Su facilidad para disparar al galope una lluvia de flechas que oscurecía los cielos les creó la merecida fama de ser unos combatientes temibles.


    La utilización de tropas a caballo confería una gran movilidad a los ejércitos partos. La conjunción de Ilos jinetes pesados acorazados y los arqueros a caballo les permitía adentrarse con una gran rapidez en territorio enemigo y salir airosos en el caso de que tuvieran que enfrentarse con pequeñas unidades de defensa, aunque en la lucha contra ejércitos muy numerosos estas unidades también demostraron ser eficaces. De esta manera, lograron derrotar en numerosas ocasiones a la poderosa infantería pesada romana.


    Enfrentamientos con los romanos

    La forma de combatir de las tropas ecuestres de los partos era especialmente útil en sus enfrentamientos con los romanos. Los partos solían evitar, sin embargo, las confrontaciones directas con las legiones romanas, y se limitaban a que los arqueros a caballo lanzasen a una distancia segura, y sin cesar, una lluvia de flechas sobre la formación cerrada de los legionarios. Esta forma de combatir obligaba a los romanos a lanzarse cuerpo a tierra para protegerse con sus escudos.


    Los partos mejoraron su estrategia con el tiempo, e incorporaron el uso de camellos y otros animales de carga en las grandes batallas, con el fin de que los arqueros recibieran suministros continuos de flechas, lo cual les permitía mantener un ritmo de disparos incesante.


    Cuando los legionarios romanos hacían una salida a la desesperada, bastaba que los arqueros montados se alejasen del campo al galope, y que entraran en acción los jinetes pesados, cuya carga remataba la labor de los arqueros.


    La capacidad de moverse con gran rapidez sobre el terreno, tanto para atacar como para huir, fue la que les dio la victoria sobre los romanos en la batalla de Carrhae.


    En esta acción, cuando anocheció, y ya con la victoria prácticamente en sus manos, los partos se retiraron, pues no estaban acostumbrados a combatir de noche, y los romanos supervivientes aprovecharon para huir.


    Pero la capacidad de avance de los legionarios a pie era menor que la de los jinetes ligeros partos, y a la mañana siguiente los arqueros a caballo llegaron al lugar de la batalla, remataron a los heridos que no habían sido trasladados e iniciaron una feroz persecución en la que exterminaron a los grupos de rezagados, que nada podían hacer para defenderse.


    Una vez que alcanzaron al grueso de los supervivientes, mataron al senador Craso, que estaba al mando de las legiones, y unos 10.000 hombres fueron hechos prisioneros; los que no se rindieron fueron hostigados y cazados a lo largo de los días, con lo que las bajas romanas superaron los 20.000 hombres.


    En los años que transcurrieron desde la batalla de Carrhae, las formas de combate de la caballería ligera parta apenas fueron modificadas y sus costumbres calaron paulatinamente en el ejército romano y en los pueblos vecinos.


    Así, los romanos tuvieron que variar sus tácticas de combate, y aunque no abandonaron la formación cerrada, integraron filas de arqueros a pie y a caballo, y sustituyeron el pilum por unas lanzas más largas. Estos cambios permitieron que las legiones mantuvieran las primeras filas cerradas, mientras que las más atrasadas arrojaban lanzas y flechas sobre las cargas de la caballería pesada y lograban mantener alejados del alcance de los proyectiles partos a los arqueros a caballo, que no contaban con elementos de protección.


    Equipamiento de los arqueros a caballo

    A diferencia de los catafractas, caballería pesada compuesta por jinetes de origen aristocrático armados con gruesas armaduras y con lanzas, los arqueros a caballo solían ser hombres libres que acudían al combate a la llamada de su señor feudal, y no portaban un gran equipamiento.


    Éste estaba compuesto tan sólo por la ropa habitual de los partos, que, como todos los pueblos iranios, iban provistos de pantalones para facilitar la monta de los caballos; y su único armamento eran el arco y las flechas.


    El tipo de arco que utilizaban los jinetes partos, compuesto, más grande que el asirio y con una curvatura mayor, permitía lanzar las flechas con gran fuerza y velocidad, hasta el punto de que los proyectiles eran capaces de atravesar las resistentes corazas de los legionarios romanos.


    En cuanto a sus atavíos, en los primeros tiempos lo más frecuente era que los partos llevasen adornos personales de influencia helénica, pero más adelante, en los siglos I y II d.C., sus cinturones, colgantes, etc. pasaron a tener una clara influencia oriental. Sus frecuentes contactos con el mundo chino hicieron habitual, asimismo, la utilización de la seda en los ropajes.


    Se difundió también la utilización de cintas y estandartes de seda para distinguir a unos ejércitos feudales de otros, y las banderas brillantes, que ondeaban con la más leve brisa, llamaron poderosamente la atención de los romanos, quienes muy pronto utilizaron este material como un artículo de lujo.


    Finalmente, los arqueros partos solían utilizar también unos instrumentos para que el enemigo los percibiera más numerosos. Se trataba de unos bastones huecos terminados en unas piezas de bronce que podían llegar a producir un ruido ensordecedor antes de las batallas; de esta manera, los partos amedrentaban a sus oponentes, conscientes de que el oído era un elemento sensible a la hora de percibir el miedo al enemigo. El escritor romano Plutarco definió el sonido de estos artilugios como una mezcla entre el rugido de las fieras y el de los truenos.


  • Guerrero chino. Siglo III a. C.

    La excavación del mausoleo del primer emperador de China ha confirmado la importancia que acaparó la infantería como principal cuerpo militar de la época, aunque es difícil afirmar si los guerreros de terracota hallados en el sepulcro imperial reproducen con exactitud la infantería del ejército del emperador.


    En 1974, un campesino que cavaba un pozo en las laderas del monte Li, cerca de la ciudad de Xian, en la provincia de Shaanxi, descubrió una primera escultura de terracota y, a partir de ahí, se iniciaron los trabajos arqueológicos que llevaron a descubrir el túmulo funerario del emperador Chin Shi Huang Di. En total, se han localizado hasta hoy 7.000 esculturas en los alrededores del mausoleo, todas ellas de tamaño real, pero las excavaciones no se han dado todavía por finalizadas.


    Es probable que esas esculturas de terracota fueran una representación de las tropas de élite que estaban al mando directo del emperador. Se trataba de un cuerpo instruido para avanzar unos 45 kilómetros al día, con un equipamiento

    que constaba de un yelmo y de una pesada armadura de placas. Iban armados con una ballesta, más de cincuenta dardos, una pica al hombro y una espada, y cargaban, además, con la comida y el agua necesarias para tres días.


    El uso de las tropas de élite, junto con el grueso de la infantería, permitió al emperador cambiar el concepto de la guerra. Así, se acabaron los combates aislados y comenzaron las campañas de conquista.


    El ejército que creó el primer emperador estaba integrado tanto por soldados de leva como por profesionales acuartelados, y el mando de estas unidades era desempeñado por oficiales residentes alejados miles de kilómetros del emperador. Por ello, se creó un instrumento en forma tigre (hu fu), formado por dos mitades gemelas con unas inscripciones en oro en las que se explicaba la función del oficial y su legitimidad. Una de las mitades la tenía siempre el oficial en cuestión, y la otra, el soberano, y sólo cuando el oficial recibía la otra mitad estaba autorizado a disponer del mando de las tropas en combate.


    En las batallas, los oficiales mandaban a sus hombres, que se contaban por millares, mediante la utilización de estandartes e instrumentos como tambores y trompetas.


    En una de las fosas excavadas en la tumba del emperador se hallaron las representaciones de más de 1.000 guerreros, 89 carros y 400 caballos, y entre todos ellos reproducen una de las formaciones típicas del ejército imperial, articulada en cuatro bloques.


    Integraban la vanguardia un total de 332 hombres, entre arqueros sin coraza y ballesteros con ella, formados en cuadro; y los tiradores estaban reforzados por infantes armados con lanza.


    En la retaguardia de esta formación había dos bloques formados en paralelo, con dos carros ligeros y un pelotón de 108 jinetes armados con ballesta, al norte; y 25 carros pesados de apoyo seguidos de pelotones de entre 11 y 35 infantes pesados, al sur.


    En cada carro iban el auriga y dos guerreros dotados de armas contundentes. Finalmente, detrás de estos dos bloques, se situaba un escuadrón de 64 carros de guerra.


    Este tipo de formación permitía a cada una de las unidades combatir por sí sola, como si de un cuerpo único se tratara, lo que los estrategas de la época denominaron como «despliegue concéntrico».


    La excavación de las fosas ha proporcionado también información acerca del equipamiento de la caballería. Así, sabemos que los jinetes llevaban una túnica corta sobre unos pantalones estrechos, una armadura ligera con peto y una especie de cofia de cuero como protección para la cabeza. En aquella época no se conocían los estribos, y la silla de montar era de madera recubierta de cuero.


    Finalmente, el estudio del mausoleo imperial ha proporcionado una excelente información sobre las armas utilizadas, pues se han hallado réplicas de todo tipo de ellas, con un total de más de 10.000 piezas que hasta el comienzo de las excavaciones sólo eran conocidas por las referencias literarias.


    Armaduras. 

    Las armaduras eran de distinta forja, según la misión de cada soldado. En el caso de los aurigas, eran pesadas y se completaban con manoplas, brazales, ventrera y gorguera; por su parte, las de los jinetes, en cambio, eran ligeras, y únicamente los oficiales las complementaban con hombreras y brazales.


    El resto de los soldados se protegía con un peto cerrado por anchos tirantes cruzados a la espalda.


    Espadas. Se han documentado numerosos tipos de espada, como los pi, unas largas espadas con una hoja de más de treinta centímetros de longitud embutida en un astil de tres metros; o la hoz de wu, una hoz pesada, de punta roma con el mango cilíndrico. La espada chin, sin embargo, era la más habitual, con una hoja que se aproximaba al metro de longitud, y se llevaba a la espalda en bandolera.


    Estas armas tenían más de un veinte por ciento de estaño, lo que equivale al acero forjado, y estaban cromadas para impedir su oxidación, por lo que han llegado hasta nosotros prácticamente intactas y conservando sus cualidades.


    Lanza. Las lanzas eran de bronce, enmangadas en un astil de madera, y estaban especialmente diseñadas para ser lanzadas de punta.


    Ballesta. De todas las armas utilizadas por la infantería, la más mortífera era la ballesta, que significó una auténtica revolución militar. Se trataba de un arma inventada en el Reino de Chu. Los ballesteros chin se convirtieron en temidos especialistas en su manejo y la utilizaron como nadie en su época. El uso de la ballesta se reservaba, pese a todo, a tropas especializadas, ya que tanto por la tensión de la cuerda como por las vibraciones del disparo requerían soldados capaces de tensar la cuerda al mismo tiempo que sostenían firmemente el arco con los pies.


    Las ballestas contaban con un resorte que permitía asegurar el tiro, el cual podía alcanzar una distancia de más de 800 metros; y las flechas, de forma piramidal, eran capaces de atravesar incluso una armadura pesada o un escudo.


    Arco. El uso del arco era habitual al inicio de las batallas, con el propósito de desorientar al enemigo bajo una lluvia de flechas. Se facilitaba así la labor de los ballesteros, que podían fijar con mayor comodidad sus objetivos.


  • Arquero nubio del Imperio Nuevo. Siglo XV a.C.

    En el Imperio nubio se estableció la costumbre de que los hijos de los vencidos entraran a servir en las filas de los vencedores. La conquista de Nubia llevada a cabo en la época del Imperio Nuevo supuso la incorporación al ejército egipcio de numerosos efectivos nubios, que eran especialmente diestros en el manejo del arco compuesto.


    Durante el período iniciado con la entronización de la XVIII dinastía, conocido como el Imperio Nuevo, las funciones tácticas de los arqueros del ejército egipcio en la batalla adquirieron mayor importancia, como consecuencia de la introducción de cambios en el diseño del arco.


    El arco compuesto

    Se mantuvo el uso del arco de madera maciza, pero se difundió cada vez más el del arco compuesto, utilizado con anterioridad por los hicsos y los nubios. Los ángulos de este modelo se formaban al tensar la cuerda hacia los extremos flexibles de las palas, con un promedio de 30 grados de arco. El arco compuesto medía casi 1,5 m de longitud. Las palas constaban de un núcleo pulido recubierto con una capa de cola a la que se añadían madera y virutas.

    El uso del arco compuesto de doble pala se combinaba con el empleo de los de madera maciza y los arcos largos.


    Las flechas

    En las excavaciones arqueológicas se ha encontrado una amplia muestra de flechas correspondientes a este período.


    Las puntas solían ser de bronce, pero también se han hallado puntas de hierro y de hueso. El astil, varilla o caña de la flecha era de junco, un material flexible, resistente y hueco, y en uno de sus extremos se introducía la punta, fijada al astil con resina, mientras que en la parte de la cola, adornada con plumas, se marcaba el culatín, en forma de hendidura para colocar la cuerda y encordar con facilidad. El astil medía unos 80 cm y en su parte lateral, un poco por delante del culatín, se fijaban tres plumas redondeadas, dispuestas de forma simétrica y sujetas con tiras de corteza barnizadas. Las puntas de flecha incluían espigas de sujeción para evitar que la presión lateral partiera la caña, que se reforzaba con hilo y una capa de resina.


    La aljaba o carcaj

    Los arqueros transportaban las flechas en una aljaba o carcaj. El diseño de estos recipientes se hizo cada vez más elaborado. En general, se confeccionaban de cuero y podían adornarse con motivos asirios. Primero se tenía el cuero y más tarde se procedía a su decoración. El extremo superior de la aljaba podía cubrirse con una tapadera cuadrada. También era habitual la elaboración de aljabas de madera o con fibras vegetales. Los carcajes se sujetaban al hombro mediante correas, y cada uno de ellos podía contener hasta 80 saetas.


    Durante el Imperio Nuevo se elaboraron una gran variedad de aljabas. Podían ser de tipo sencillo y con forma cilíndrica, de sección triangular, decoradas con cabezas de animales, etc. Existían incluso algunas piezas en forma de bebé, que se llevaban sujetas a la espalda. En tiempos de Ramsés III, los arqueros usaban carcajes largos que podían sujetarse con la mano por un asa o bien ser acarreados por porteadores.


    Los arqueros v los rituales funerarios

    La instrucción del tiro con arco comenzaba en la niñez. Los faraones recibían la misma instrucción que el resto de los cadetes militares. La práctica del tiro con arco era considerada un arte, y los arqueros constituían un cuerpo privilegiado dentro de la milicia.


    Además, desempeñaban un papel trascendental en los rituales funerarios, puesto que se encargaban de dirigir la procesión ceremonial en este tipo de actos.


    Los arcos se elaboraban en Egipto, pero también era habitual recibirlos como forma de pago de impuestos o tributos, o como botín arrebatado a los pueblos sometidos.


    La presencia de arcos en las tumbas era muy frecuente, puesto que formaban parte del ajuar funerario que era inhumado con los difuntos. Los arcos se rompían o se disponían atados, un hecho que se explica por la creencia de los egipcios de que estos objetos podían cobrar vida mediante la magia; mientras que, de esta manera, se aseguraban de que quedaran inactivos.


    Los arqueros en la batalla

    No se conservan muchas representaciones de arqueros en combate. En los relieves de la batalla de Kadesh aparecen representados mientras tensan sus arcos, ofrecen cobertura a las operaciones de sitio o bien como guardia del monarca.


    También era habitual que los arqueros custodiaran a los prisioneros. Finalmente, cabe señalar que en el Imperio Nuevo era costumbre que el faraón celebrase la victoria sobre el enemigo con una cacería, en la cual los arqueros marchaban como escoltas del rey, detrás del carro real.


    En el orden de batalla, los arqueros antecedían a las fuerzas de infantería, con la evidente misión de debilitar las formaciones enemigas. En las fortificaciones, ocupaban las saeteras para defender el recinto desde una posición ventajosa, en tanto que en los momentos de máxima aproximación al enemigo, eran protegidos por los escudos de los infantes. En tales ocasiones, los arqueros llevaban cuerdas enrolladas al torso, con el fin de atar a los prisioneros capturados o enhebrar determinadas partes de los enemigos muertos, tales como las orejas, las manos o los órganos genitales.


    Los arqueros no usaban elementos protectores, pero en el Imperio Nuevo empezaron a llevar casco de metal o protecciones de otros materiales para cubrir la cabeza.


    Era una práctica común que los arqueros se pintasen los ojos con malaquita y grasa, a fin de protegerlos de las  radiaciones solares. El resto del cuerpo sólo iba cubierto por un fajín con una tablilla que protegía los genitales.


  • Guerrero sumerio. Siglo XXVI a. C.

    Los documentos sumerios no describen el atuendo de sus guerreros, para cuyo conocimiento sólo contamos con las imágenes de los relieves y con algunos restos arqueológicos, entre los que destacan los objetos del cementerio real de Ur, datado en 2.500 a.C., con el estandarte de Ur como principal hallazgo.


    La estela de los Buitres, erigida en honor del rey

    tumbas reales de la ciudad del mismo nombre, ambos de mediados del III milenio a.C., constituyen dos de las manifestaciones más antiguas en las que aparecen representados contingentes militares sumerios.


    El estandarte de Ur es una pieza de taracea con figuras de distintos materiales insertadas sobre una base de betún, y su función todavía no está clara. Así, a pesar de su nombre, se cree que pudo corresponder a la caja de una lira, pues hay más ejemplos de estas cajas en el cementerio real de Ur. Este cementerio perteneció a los monarcas Meskalamdug y Akalamdug, y a la reina Puabi, cuyos cuerpos fueron enterrados en compañía de los de decenas de sus sirvientes sacrificados.


    Atuendo. Tanto en el estandarte de Ur como en la estela de los Buitres, los infantes llevan una capa pesada hecha a base de vellones de oveja, que les servía para proteger el cuerpo. Estas capas se cruzaban bajo el cuello y se abrochaban con una presilla de cuero. En algunas ocasiones aparecen pequeños discos sobre las capas, que podrían corresponder a escamas de metal a modo de una cota de mallas poco elaborada.


    En otras representaciones, los guerreros sumerios también aparecen vestidos con una característica falda de vellones de lana (karmakés), que les llega hasta debajo de las rodillas, y con una tira, también confeccionada con vellones de lana, que les cruza el pecho. En ambos casos, los brazos de los guerreros no llevan ninguna protección y van descalzos.


    Escudos. Los únicos escudos sumerios conocidos son los que aparecen en la estela de los Buitres. Se trata de unos escudos rectangulares, de gran tamaño, que sólo dejaban sin protección los pies y la cabeza del guerrero. Debieron de estar confeccionados con un material liviano, como el carrizo, las cañas o el junco, todos ellos abundantes en los marjales de la Baja Mesopotamia.


    Cascos. En las tumbas reales de la ciudad de Ur se hallaron cascos de cobre similares a los representados en la estela de los Buitres. Éstos debieron de llevar una capa de cuero en el interior, y constituían una defensa efectiva contra los golpes de las mazas utilizadas en la época.


    El casco de oro de Meskalamdug hallado en estas tumbas es, sin duda, excepcional, y hay que considerarlo antes una joya que un arma.


    Por otro lado, en el estandarte de Ur todos los infantes y los guerreros de los carros llevan unos cascos de cuero con anchas carrilleras que se ataban mediante una cuerda bajo la barbilla.


    Otros modelos de gorros y protectores de la cabeza aparecen en las pinturas del palacio de la ciudad de Mari, en las que abundan los cascos de tela o de cuero ceñidos a la cabeza, con forma de casquete esférico, que protegían la nuca, las orejas y el cuello.


    Espadas. En uno de los fragmentos de la estela de los Buitres, el rey Eannatum porta una pequeña espada con forma curva, similar a una hoz. Esta especie de arpeo aparece en numerosos relieves sumerios, en muchos de los cuales es esgrimida por los dioses, por lo que debe suponerse que se trataba de un arma genuina sumeria reservada a los reyes.


    Hachas. Los sumerios desarrollaron un tipo de hachas con enmangue tubular que representaban un gran avance respecto a los modelos anteriores, ya que el astil quedaba fijado con firmeza a la hoja del hacha, y se evitaba, así, que ambas piezas se separasen al golpear los escudos enemigos. Las hojas de estas hachas solían ser cortas, estrechas y con filo de bisel, y quedaban rematadas en una pieza con un tubo hueco donde se insertaba el astil de madera que se fijaba con remaches. Se trataba de un tipo de hoja que permitía concentrar la fuerza del golpe para perforar el blindaje de las capas y los escudos.


    Estas armas se desarrollaron a partir del siglo XXVII a.C., cuando la creación de nuevos tipos de defensas corporales hicieron inoperantes las antiguas hachas, ideadas para golpear más que para tajar.


    Mazas. Las mazas aparecen documentadas ya en el VI milenio a.C., en ciudades como Jericó, en Cisjordania, y Catal Huyuk, en Anatolia. En Sumer constituyeron el símbolo de los reyes, y fueron utilizadas para el asesinato ritual de los prisioneros.


    A pesar de su sencillez, pues descienden directamente de los palos o porras, se trataba de armas eficaces contra guerreros sin protección en la cabeza.


    Los carros. Eannatum aparece montado sobre un carro en la estela de los Buitres, aunque, desafortunadamente, el fragmento de este relieve está incompleto y no permite apreciar su forma en detalle. Con todo, los elementos representados son idénticos a los de las carretas que aparecen en el estandarte de Ur.


    En una de las caras del estandarte se muestra la escena de una batalla, en la que los carros de cuatro ruedas entran en acción al tiempo que arrollan a los enemigos vencidos. Se trata de pesadas carretas con ruedas macizas de madera, tiradas por cuatro onagros, o asnos salvajes.


    En los carros montan dos guerreros: el conductor y su acompañante, armado con lanza, ambos con casco de cuero. Los lanceros no llevan escudo, ni capa, y el auriga porta un hacha de enmangue tubular. El hecho de que los guerreros de los carros no lleven arcos, hace suponer que estos vehículos se emplearon como armas de choque para romper las falanges enemigas.


    La caja de los carros parece ser de cuero o de mimbres entrelazados, con un frontal alto que llega hasta la altura del cuello de sus ocupantes. En la parte posterior izquierda llevan un carcaj de gran tamaño donde se disponen al menos media docena de lanzas. Esta aljaba repleta de lanzas aparece también en el carro que monta Eannatum en la estela de los Buitres.


    Finalmente, en la escena que representa el desfile festivo tras la victoria, en la misma cara del estandarte, los carros aparecen conducidos también por los aurigas, y ocupan una posición privilegiada detrás de los miembros de la familia real.


  • Guerrero Troyano. Siglo XII a. C.

    La Ilíada constituye la mejor fuente histórica para conocer el armamento v la indumentaria que usaban los guerreros de Troya. Los relieves y pinturas micénicos también facilitan alguna información al respecto, si se acepta que los troyanos iban armados de un modo similar a los aqueos, según se desprende de los versos de Homero.


    El armamento principal de los soldados troyanos consistía en un equipo similar al que usaban los hoplitas griegos de los siglos vII a IV a.C.


    Cascos. El casco de bronce con alta cimera de crin de caballo es mencionado en muchas ocasiones en la Iliada, entre ellas en la expresión «tremolante casco», referida siempre al que usaba el héroe troyano Héctor.


    En la Ilíada no existen descripciones detalladas de otros tipos de casco, aparte de la esporádica mención a un yelmo hecho con colmillos de jabalí que aparece también en la iconografía del período micénico. Pero tal vez los cascos más usuales eran parecidos a los representados en las imágenes del Vaso de los Guerreros, una vasija encontrada en Micenas por Schliemann, cuya cronología es muy discutida, pero que parece representar una versión primitiva de las antiguas falanges hoplitas. En este vaso, los guerreros llevan un casco abierto de bronce con protección para la nuca y carrilleras de la misma aleación que se podían abrochar sobre el cuello. La cimera se encajaba en una protuberancia que remataba el casco. Éste se podía adornar, además, con cuernos.


    Escudos. El escudo de Héctor estaba hecho con varias capas de pieles tensadas, recubiertas por láminas de bronce. Los escudos podían ser redondos o con escotaduras laterales, y estar reforzados por tiras de cuero forradas con láminas de bronce. Eran escudos muy eficaces para parar el golpe de las lanzas enemigas.

    En la citada vasija aparecen unos escudos redondos con escotadura que el guerrero aprovechaba para mejorar su campo de visión. Están hechos con madera y capas de piel que recubren la parte exterior.


    En la Ilada aparece también el gran escudo de Ayax Telamonio, que, apoyado en el suelo, es utilizado por su hermano, el arquero Teucro, para resguardarse tras él después de realizar un disparo. En aquella época, esta forma de combatir también era característica de ciertas unidades de los ejércitos asirios de Mesopotamia.


    Corazas y grebas. Aunque Homero describió en varios pasajes de la Ilíada algunas partes de las corazas, es difícil hacerse una idea exacta de la forma que tenían éstas. Las que llevaban los héroes eran de bronce y parecidas a las descubiertas en Argos, que llegaban hasta la cintura y se abrochaban a ambos lados del torso. Las corazas del Vaso de los Guerreros parecen hechas de lino, tal como se afirma en la Ilíada que eran las de los hermanos Adresto y Anfio.


    Tampoco eran desconocidas las corazas de cuero musculadas, con refuerzos en los hombros y unos primitivos periges con remaches de bronce y estaño sobre la túnica. Las grebas representadas en el vaso de los guerreros son de cuero, mientras que Homero describió la existencia de unas grebas de estaño que se disponían sobre espinilleras de cuero y cuyo uso se reservaba a los héroes.


    Armas ofensivas. El arma ofensiva por excelencia entre los soldados de la guerra de Troya era la lanza. No existen descripciones sobre la forma de sus puntas, que Homero escribió que eran de bronce, con astiles de fresno. Entre las filas troyanas, los cícones eran «aguerridos lanceros», los peonios se servían de largas picas y los pelasgos eran, asimismo, famosos por sus picas.


    Las jabalinas o lanzas pequeñas eran arrojadas por los soldados al inicio de los combates, y no se consideraban armas propias de los héroes. Tan sólo de Paris se dice que combatió con un arco y dos jabalinas.


    Los arcos no eran numerosos, pero Homero describió el arco de Pándaro, hijo de Licaón, jefe de los troyanos de la Troade. Este arco era de cuerno de cabra pulido, rematado con dos ganchos de plata para sujetar la cuerda.


    Esta última estaba fabricada con tendones de buey. El arco se doblaba hasta adquirir forma semicircular y se caracterizaba por su gran potencia de tiro. Las flechas tenían el astil de pino y la punta de hierro con aletas laterales, unida al astil con tendones.


    Las espadas largas y con doble filo eran las armas que se empleaban si se erraba el tiro de la lanza. También se menciona el uso, por parte de Pisandro, del hacha en vez de la espada. Y en varias ocasiones los héroes arrojaron piedras contra los enemigos, tras haberse quedado sin lanza y sin espada.


    Las murallas de Troya. Uno de los medios más importantes que los troyanos usaron para defenderse de los aqueos fueron las murallas de la ciudad de Troya.

    Estos muros estaban edificados con bloques de piedra escuadrados, a diferencia de las murallas micénicas, construidas con grandes bloques ciclópeos sin desbastar.


    Tenían una anchura de entre cuatro y cinco metros, y una altura de ocho a diez metros, y estaban coronadas por almenas de adobe, material usado por influencia de los hititas. En la base de las murallas se disponían los inclinados glacis que protegían del ataque de los arietes el lienzo del muro protector.


    Estaban jalonadas por torres cuadradas y se accedía a la ciudad a través de ellas por cuatro puertas, situadas al sur, el este, el sudoeste y el oeste, cada una de ellas protegida por dos torres cuadrangulares de gran tamaño. En lo alto de la ciudad se alzaba la ciudadela, que, según la descripción de Homero, tenía cuatro terrazas, y en la más alta de ellas se hallaba el palacio de Príamo.


    Sin embargo, entre los restos arqueológicos que se han encontrado de Troya VII, no existe nada que se parezca a un palacio. En las murallas de esta ciudad se realizaron modificaciones, consistentes en el reforzamiento de la puerta oriental mediante la construcción de dos torres y un muro que obligaban a los asaltantes a situarse en la línea de tiro de los defensores.


  • Guerrero libio-fenicio. Siglo III a.C.

    Los beneficios que los púnicos obtenían a través del comercio les servían para mantener un ejército mercenario, y las antiguas colonias fenicias del norte de África, además de aportar grandes contingentes de tropas para empresas comunes o exclusivas de los cartagineses, eran cómplices de Cartago en muchas de sus acciones comerciales, con lo cual constituían sus mejores aliados.


    Los púnicos no quisieron tener nunca un gran volumen deserciones en masa o las insurrecciones contra sus mandos, aunque ello supusiera graves dificultades a la hora de hacer comprender y ejecutar las órdenes.


    Los libio-fenicios eran las únicas fuerzas mercenarias que se entrenaban junto con los escasos contingentes propiamente cartagineses del ejército púnico, que formaban la llamada «legión sagrada», y aquellos que se reclutaban en caso de apuro en la ciudad de Cartago; su integración era tal que llegaban a ser indistinguibles.


    Infantería pesada libio-fenicia

    Los mercenarios libio-fenicios constituían, en su mayoría, la infantería pesada del ejército cartaginés, que se configuró a la manera de las falanges macedónicas, puesto que Cartago adoptó las armas y buena parte de las tácticas de las ciudades de la Magna Grecia contra las que sostuvo numerosos enfrentamientos.


    La prolongada estancia de los ejércitos púnicos al mando de los Barca en Hispania influyo también en las armas y las tácticas de guerra de los cartagineses, que el general Aníbal perfeccionó aún más en los años que guerreó en Italia.


    Aunque el ejército púnico se hizo más versátil con la adición de los honderos

    baleares, los iberos y los lusitanos como infantería ligera -junto con la ágil caballería númida (que se empleaba para cercar al enemigo)- en los enfrentamientos con las legiones romanas, el eje de las fuerzas recaía en la infantería pesada libio-fenicia y los mejores contingentes hispanos, que Aníbal utilizaba para reforzar las líneas centrales de su ejército.


    La infantería libio-fenicia llevaba una coraza de lino muy similar a la de los griegos de época helenística, con un pectoral y una espaldera unidos por anchas hombreras y periges hasta la mitad del muslo.


    Se cubrían las piernas con grebas de bronce e iban calzados con unas sandalias de cuero que les llegaban hasta la rodilla y la protegían. Podían portar un escudo redondo u ovalado de grandes dimensiones, y se salvaguardaban la cabeza con un casco de bronce, normalmente sin cimera pero con anchas carrilleras para protegerse la cara.


    En cuanto a sus armas ofensivas, llevaban una lanza larga, aunque de menor tamaño que la sarisa macedonia.


    Con el tiempo, y para ganar movilidad, esta infantería pesada adoptó escudos redondos y lanzas de menor tamaño, al tiempo que sustituyó las corazas de lino por las de cota de mallas; éstas se sujetaban con hombreras y se ceñían con un cinturón del que colgaba una espada. En Italia, los cartagineses llegaron a emplear  todo el armamento que requisaban a los romanos tras sus victorias, y adoptaron la espada corta, o gladius, de los legionarios.


    Esta infantería dotada de mayor libertad de movimiento adquirió una versatilidad que fue fundamental en las tácticas de Aníbal, basadas a menudo en el engaño al enemigo, con la simulación de una retirada o el cambio de posición de los distintos cuerpos de infantes y jinetes. Pero, al mismo tiempo, era también capaz de aguantar las embestidas de los legionarios romanos, para dar tiempo a que la caballería rodeara al enemigo, una de las tácticas preferidas de Aníbal.


    Caballería libio-fenicia

    Los escuadrones de jinetes libio-fenicios constituían un verdadero cuerpo de élite, y en los relatos de las batallas de las guerras púnicas siempre aparecen como de escaso número, a menudo encuadrados en unidades no superiores a los quinientos jinetes. Se trataba de unas fuerzas que se utilizaban preferentemente para los enfrentamientos con la caballería romana, con la misión de resistir su empuje mientras la caballería ligera númida efectuaba movimientos envolventes.


    A diferencia de los jinetes númidas, cabalgaban con estribos y se protegían con una coraza de lino (que posteriormente fue sustituida por una de cota de mallas) y con un casco de bronce, del mismo modo que los infantes.


    En cuanto a su armamento, a diferencia de los númidas, que portaban jabalinas ligeras, llevaban unas lanzas pesadas y una espada.


    Los caballos, veloces a la vez que muy manejables, eran proporcionados directamente por la ciudad de Cartago.


    Táctica y estrategia

    A lo largo de las guerras púnicas, los cartagineses fueron fieles a la táctica envolvente que había empleado el general espartano Jantipo en la batalla de los llanos del Bagradas, en el año 255 a.C., cuando prestó ayuda a Cartago ante la amenaza de Roma. En aquella ocasión, los infantes libio-fenicios fueron reforzados con líneas de elefantes que a la postre decidieron la batalla.


    Por el contrario, sin embargo, en la batalla librada junto al río Trebia -en Italia- en el año 218 a.C., los elefantes se dispusieron en las alas y la infantería libio-fenicia no fue capaz de aguantar el choque de las legiones, con lo cual una buena parte de los romanos derrotados pudo escapar.


    En la batalla de llipa, en Hispania, en el año 206 a.C., Publio Cornelio Escipión el Africano quiso emplear la táctica envolvente de los cartagineses, pero no lo consiguió, pues ambas infanterías quedaron trabadas, lo que impidió que las alas romanas llegaran a completar el cerco. Ello se debió a que los infantes púnicos avanzaron al paso y no se adelantaron a sus alas, una táctica que Aníbal solía utilizar contra los ejércitos enemigos y en la que hacía uso de la rápida caballería númida para provocar a la infantería adversaria, o bien disponía en forma de arco a sus propios infantes, como hizo en la batalla de Cannas en el año 216 a.C.


  • Guerrero de Palmira. Siglo III d. C

    La imagen del caballero medieval, con defensas metálicas de mallas y chapa que protegían su cuerpo, se remonta a los antiguos jinetes iranios. Los jinetes palmirenos fueron uno de los elementos de transmisión de este tipo de equipo militar hacia el ejército romano del Bajo Imperio, que lo legó a Occidente.


    A semejanza de la antigua Esparta o la Roma anterior la obligación de servir en el ejército de Palmira.


    Existía, no obstante, una unidad de élite formada por escuadrones de caballería armados al estilo parto-iranio, con largas espadas y daga. En realidad, el ejército palmireno estaba organizado para luchar en las campañas de frontera contra los partos y persas, y por lo tanto, resulta normal que no se diferenciara mucho de éstos. En la época de Odenato se reclutó un cuerpo especial de caballería pesada que componía la guardia personal del corrector totius Orientis, el título que fue adoptado por el rey de Palmira antes de la independencia.


    Caballería pesada

    Una de las mayores aportaciones del ejército palmireno a la historia militar fue, sin duda, la adopción de la caballería pesada de tipo iranio. Los romanos conocieron el uso de los jinetes acorazados a partir de sus contactos con Palmira, y denominaron a estos guerreros cataphractii y clibanarii. Ambos términos remitían al concepto de jinetes pesadamente armados con defensas metálicas que protegían todo el cuerpo y provistos de largas espadas, semejantes a las utilizadas por la caballería romana. Pero mientras que los cataphractii eran simples jinetes armados con este tipo de equipamiento defensivo, los clibanarii, por el contrario, tenían sus monturas igualmente protegidas por defensas metálicas similares a las de sus jinetes. Esto suponía la elección de un tipo de montura más fuerte que el caballo adaptado al desierto, un caballo robusto al estilo de los destriers de los caballeros europeos medievales.


    Estos clibanarii podían llevar también defensas acolchadas sobre las defensas de mallas al estilo parto.


    Su forma de combatir tampoco difería demasiado de la utilizada por los caballeros occidentales de la Edad Media.


    Probablemente atacaban en formación cerrada, protegidos por sus armaduras de mallas o de láminas, mientras los arqueros montados cubrían el ataque. Su intención era romper las líneas de la infantería y crear confusión en el enemigo. A diferencia de los caballeros medievales, la caballería pesada palmirena no conocía el uso del estribo, una carencia que reducía el valor combativo de este tipo de jinetes. Este inconveniente se salvo, en parte, con la adopción de la silla de montar de cuatro cuernos, típica de los jinetes iranios, un tipo de arnés que permitía la suficiente estabilidad al jinete como para poder realizar una carga de caballería al estilo tradicional.


    Jinetes arqueros y guarniciones de frontera

    Más importantes aún que los cataphractii o clibanarii fueron los jinetes arqueros, armados con arcos compuestos de enorme potencia y poder de penetración sobre las defensas de los enemigos. En algunos casos estas tropas iban provistas no de caballos, sino de camellos, mejor adaptados a las duras condiciones del desierto, y realizaban funciones de policía de fronteras. De hecho, según se ha podido saber por las obras del historiador romano Amiano Marcelino y gracias a las investigaciones arqueológicas, el territorio de Siria estaba jalonado por numerosas guarniciones militares en las que se alojaban las patrullas de policía.


    Muchos de estas pequeñas fortalezas estaban situadas cerca de los uadis o riachuelos, en lugar de los típicos emplazamientos enclavados en alturas, con la finalidad de controlar con mayor eficacia los pasos estratégicos que representaban estos pequeños valles.


    El equipo militar palmireno resulta relativamente bien conocido gracias a las abundantes representaciones de guerreros localizadas en relieves y en las pinturas de la sinagoga de Dura Europos, una de las principales ciudades del reino. Al parecer, los cascos altos eran un elemento de protección característico de estas tropas, o, al menos, se atribuye su utilización a los auxiliares sirios que prestaban servicio en las legiones romanas. Las largas espadas que colgaban de una correa sujeta a un cinto, como la que ciñe el guerrero de la ilustración, remiten a una influencia persa, aunque tampoco era raro entre los soldados palmirenos el uso de espadas cortas de tipo romano.


    Las corazas de láminas y las cotas de mallas con mangas y cofia son elementos cuyo uso también ha sido bien documentado en el Reino de Palmira. El ejército bajoimperial adoptó el empleo de este equipo, un hecho que confirma la gran deuda que el mundo medieval contrajo posteriormente con la antigua Roma.


    Del mismo modo, cabe hablar de los pantalones anchos anudados al tobillo según la moda persa. Por el contrario, en las tropas de élite, sobre todo en los destacamentos vinculados a la corte palmirena, la influencia helenística era más patente, pues estas unidades se protegían con corazas de tipo grecorromano.


    El típico escudo palmireno consistía en una pequeña rodela con umbo central. Sin embargo, no era extraño el uso de otro tipo de escudo, hecho con cañas unidas entre sí y forradas de cuero o de piel, de origen netamente mesopotámico. Se trata de un escudo ligero que fue utilizado en la zona hasta bien entrada la Edad Media.


  • Guerrero marcomano. Siglo I a. C

    Las fuerzas marcomanas del siglo i a.C. basaron toda su fuerza en la combinación de la infantería y la caballería, ambas en perfecta sintonía, y constituyeron un gran peligro potencial para los intereses de Roma en las

    Galias, por lo que Julio César tuvo que enfrentarse a ellas.


    Hace ya más de un siglo que el historiador R. Brunner presentó a los soldados de los ejércitos de los  pueblos bárbaros, y a los marcomanos entre ellos, como unos infantes especialmente indisciplinados que combatían prácticamente semidesnudos, armados con lanzas y hachas, y con un escaso bagaje táctico y estratégico. Así, definió su táctica de guerra preferida como el simple abalanzamiento directo, o el choque cuerpo a cuerpo con el enemigo. Pero esta visión corresponde, en realidad, a los pueblos de la Germania prerromana, y procede de unos textos (no exentos de tópicos) elaborados por autores que vivían en una época en la cual Roma se había erigido como defensora del mundo griego frente a los «incivilizados» que vivían fuera de las ciudades.


    Pero nada más lejos de la realidad. Así pues, aunque los germanos tan sólo maniobraban de frente o a la derecha, lo hacían conservando sus líneas sin apenas fisuras de manera que según afirma Tácito, «nadie quedaba atrás».


    Respecto a las tácticas empleadas por los bárbaros, Julio César relató que el modo de pelear en que se habían instruido los germanos era el siguiente: «Seis mil jinetes iban escoltados de otros tantos infantes, los más ligeros y bravos, que los mismos de a caballo elegían personalmente cada uno el suyo; con éstos entraban en batalla, a éstos se acogían, éstos les socorrían en cualquier lance; si algunos, heridos gravemente, caían del caballo, ellos estaban allí para cubrirlos; en las marchas forzadas, en las retiradas más presurosas, era tanta la ligereza por el continuo ejercicio, que asidos de las crines de los caballos, corrían parejos con ellos».


    Según Tácito, los jefes germanos eran seleccionados por su valor y entrega en el campo de batalla; y describe la relación que los demás guerreros tenían con ellos: «Los compañeros de un jefe consideran deshonroso no igualarlo; por el contrario, están obligados a ayudarlo, protegerlo y contribuir a su gloria con su propio valor, siendo esto sagrado para ellos».


    Pero una de las principales características de los ejércitos germanos fue que, paulatinamente, hicieron suya la férrea disciplina del ejército romano; y un claro ejemplo de ello lo encontramos en el libro VII de la Geografía, reorganizar su pueblo con el fin de enfrentarse a Roma; y así fue, tal vez, como los soldados germanos marcomanos se convirtieron en un digno rival de Roma hasta su sometimiento en el año 172 d.C.




    Armamento e indumentaria

    El armamento de la infantería germánica era muy simple pero también muy efectivo, incluso superior al de los romanos. Según palabras de Tácito: «Tampoco les sobra el hierro, como se deduce del tipo de sus armas ofensivas.


    Pocos son los que utilizan espadas y lanzas grandes; portan unas picas, en su lengua "frámeas", con un hierro estrecho y corto, pero tan afilado y manejable que con la misma arma combaten cuerpo a cuerpo o a distancia. Los jinetes se contentan con el escudo y la frámea; los infantes lanzan nubes de venablos que alcanzan grandes distancias porque carecen de ropas que les estorben el movimiento, reduciéndose su abrigo todo lo más a una ligera capa».


    La infantería marcomana empleó, pues, como arma principal en la corta y media distancia, la frámea, una especie de lanza de acometida, de unos dos metros de longitud, punta lanceolada y contera de hierro (o de madera endurecida al fuego). Utilizaron también armas arrojadizas como los venablos; pero fueron muy pocos los que se sirvieron de las espadas largas de hierro de tipo celta, o al menos son muy escasos los testimonios de ellas que han llegado hasta la actualidad.


    Finalmente, cabe destacar, como particularidad, el uso de una hacha de mano arrojadiza, de corte curvo y ligera, conocida como francisca, una arma tradicionalmente utilizada entre los germanos occidentales. Esta era apta sobre todo para el combate en melé, en cuya utilización destacó el pueblo de los francos siglos después.


    En cuanto al armamento defensivo, su principal elemento de protección fue un escudo plano de madera, cuyas dimensiones no excedían de 88 x 50 centímetros. Tenía forma ovalada o rectangular y estaba adornado con colores llamativos. Se trataba de un aditamento muy apreciado, hasta el punto de que su pérdida en combate se consideraba el mayor de los deshonores.


    Utilizaron también un tipo de yelmo cónico, que podía ser de cuero o metálico, con carrilleras, quizá por influencia alana. Los más sofisticados se construían en una sola pieza, aunque la mayoría se confeccionaban remachando cuatro o seis sectores triangulares sobre un refuerzo central.


    Por lo demás, no eran demasiado partidarios de las protecciones corporales, y en general iban semidesnudos o cubiertos con un ligero sayo, y se protegían los pies con un tipo de calzado de piel muy dura, a modo de borceguí, conocido como pedule o socko.


    Por lo que respecta a la caballería de los ejércitos germanos, ésta fue un complemento meramente táctico, si bien, llegado el caso, era capaz de mantener en combate una compacta formación circular de gran movilidad.


    Podía combatir en unión con la infantería, ambos cuerpos mezclados, o bien actuar con el apoyo de la infantería ligera. En este último caso, los infantes montaban agarrados a las crines de los caballos, acompañaban a los jinetes hasta el lugar del combate y, una vez llegados al campo de batalla, desmontaban para combatir.


    En cuanto al armamento e indumentaria de los jinetes, del mismo modo que en el caso de los infantes, sus principales armas fueron la frámea y el escudo, como señala Tácito.


  • Guerrero japonés. Siglo IV d. C.

    El período Kofun supone el punto de partida de la historia militar japonesa. La armadura japonesa de este período era aún una coraza rudimentaria, pero mostraba ya la preferencia de los armeros nipones por las estructuras de láminas entrelazadas. Para las espadas se desarrollaron modelos de épocas anteriores.


    Durante el período Kofun, el elemento principal del equipo militar de los guerreros japoneses era el tanko o armadura de láminas enlazadas.


    Tipos de armaduras

    A lo largo de la historia de Japón se fabricaron varios tipos de armaduras laminares, que se diferenciaron unas de otras no sólo por el tamaño y la disposición de las placas, sino también por el número de agujeros y el tipo de lazada (odoshi) que unía las placas entre sí. Así, por ejemplo, las lazadas podían estar hechas con cordones de piel o de cuero (kawa-odoshi), o incluso de seda (ito-odoshi). Las láminas (sane o kosane) de la armadura iban dispuestas en posición vertical y cosidas unas a otras, dejando sólo un lado abierto.


    No es éste, sin embargo, el modelo que usa el guerrero de la ilustración: en este caso, el oficial va revestido con un tipo de armadura laminar que fue más habitual en épocas posteriores, aunque es muy probable que hiciera su aparición ya en la época de Yamato. Como puede apreciarse, estos modelos primitivos de armaduras no solían disponer de los faldones y las hombreras que luego fueron tan familiares en las armaduras niponas.


    En realidad, durante el período Kofun convivieron dos tipos de armaduras que son conocidas con los nombres de tanko («pequeña concha») y keiko («concha colgante»). La primera era una coraza cenida al torso, mientras que la segunda era una coraza con faldones elaborada a partir de láminas entrelazadas. Según una serie de indicios, este último tipo de arnés de batalla parece que fue adoptado debido a la influencia de los usos militares continentales procedentes de Corea y China, donde formaba parte del equipo propio de las tropas de caballería.


    Amuletos 

    Dejando aparte la coraza, los guerreros japoneses completaban su arnés con un collar decorado con plumas de clara funcionalidad apotropaica (es decir, para alejar un influjo mágico maligno): era un amuleto destinado a la protección espiritual del usuario, para propiciar la ayuda de las divinidades tutelares y complementar así el poder defensivo del tanko. El uso de amuletos protectores estuvo muy difundido en el Japón del período Kofun. En realidad, el nombre con el que se conoce el período de hegemonía Yamato o Kofun Jidar proviene de los grandes monumentos funerarios en forma de túmulos (algunos, como el del emperador Ojin en Habikino, cerca de Osaka, llegan a medir más de 400 metros de longitud) que fueron construidos en esta época.


    Estos túmulos funerarios (llamados «kofun» en japonés), sobre todo en sus primeros momentos, almacenaban importantes cantidades de ajuar, con artículos importados procedentes de China (objetos de jade, armas de bronce y espejos). Hacia el siglo v d.C. los objetos de bronce fueron sustituidos por otros de hierro, puesto que el bronce empezó a reservarse para construir objetos de carácter religioso o ritual. Alrededor de los monumentos funerarios se colocaban pequeños amuletos en forma de figurillas de carácter apotropaico, llamadas «haniwa».


    El yelmo de batalla

    El yelmo de batalla que habitualmente acompañaba altanko era el shokakufu kabuto (o «yelmo de ariete», por la forma del casco), fabricado mediante láminas de metal dispuestas de forma horizontal, atadas o remachadas entre sí. Existieron también algunos cascos fabricados en una sola pieza. A menudo, el casco llevaba unas grandes láminas colgantes alrededor llamadas «shikoro», cuya función no era otra que la de proteger la nuca del guerrero.


    El equipo militar ofensivo

    Como arma ofensiva, el guerrero de la ilustración porta una lanza (yari) y una pequeña y pesada espada (tachi). Esta última es una Kabutsuchi tachi, un tipo de espada característico de la era Yamato similar a un sable de hoja recta, que hizo su aparición hacia el año 300 y desapareció a comienzos de la sexta centuria de nuestra era. Aunque era un desarrollo de modelos anteriores, este tipo de espada presentaba ya la hoja recta que fue también característica de los sables japoneses medievales.


    Bajo la armadura, el guerrero viste la indumentaria tradicional de la época Yamato, un tipo de vestimenta que sobrevivió durante centurias, hasta la época del Japón medieval. Consta de una larga túnica de mangas largas que llega hasta media pierna, con anchos pantalones atados a las rodillas.


    En lo que se refiere a las espadas, la historia militar japonesa contempló una multitud de variantes a partir de un esquema muy similar. Se trata de espadas de un solo filo, tipo sable, cuyos modelos varían, sobre todo, por el tipo de empuñadura. Lógicamente, la esgrima japonesa difiere mucho de las artes guerreras occidentales, y la tipología de sus espadas no puede compararse en casi ningún aspecto a la de las armas conocidas en el mundo occidental. A modo de resumen, diremos que a lo largo de los siglos los guerreros nipones alternaron sus preferencias entre dos clases diferentes de espadas, una de hoja corta y otra de tipo mediano, si bien ambos tipos coexistieron. Entre las espadas de hoja corta se encuentran la Sukanto tachi (hacia el año 300 d.C.), de hoja afalcatada, la Hoto tachi (550-800) y la Warabite tachi (650-850). Entre los ejemplares de hoja de tamaño mediano se cuentan la Kabutsuchi tachi (300-500), la Keito tachi (400-600) y la Kanto tachi (500-700).


    Además de las espadas, los guerreros de la época Kofun se servían de alabardas, lanzas y escudos. Estos últimos eran de gran tamaño, motivo por el cual progresivamente fueron desplazados por el empleo, cada vez más generalizado, de las armaduras de diseño flexible, conocidas como keiko.


  • Guerrero lusitano. Siglo II a.C.

    Los precedentes de la guerra lusitana se pueden rastrear hasta el año 194 a.C., cuando el pretor Nasica destruyó a un grupo de lusitanos tras una incursión de éstos. A mediados del siglo nI a.C., las correrías de los lusitanos hicieron que los romanos expandieran sus dominios hacia el norte v el oeste de la Bética.


    Según se desprende de las fuentes grecorromanas que los describen, los guerreros lusitanos se vestían con una túnica de tela ajustada y polainas de lana para cubrir las piernas. Usaban también el sagum o túnica de lana basta negra, de pelo de cabra, que se llevaba ceñida a la cintura. El sagum era una prenda característica de la indumentaria de los pueblos hispanos, como afirmó el historiador griego Diodoro Sículo. Aunque de factura basta, el sagum debía de tener cierta relevancia como prenda de vestir, pues en algunos casos las compensaciones económicas impuestas por los romanos a los celtíberos incluían un número cuantioso de estos atavíos.


    Armas arrojadizas

    En cuanto a las armas de los lusitanos, las fuentes literarias y arqueológicas parecen confirmar que los lusitanos poseían un armamento ligero, adaptado a la forma de combatir de este pueblo mediante emboscadas y rápidas retiradas, propia del marco geográfico montañoso en el que se situaban sus bases. Las excavaciones arqueológicas en el ámbito vetón, pueblo vecino y aliado de los lusitanos y étnicamente emparentado con ellos, han puesto de relieve lo acertado de buena parte de las descripciones de las fuentes clásicas grecorromanas. Las armas citadas por Estrabón se corresponden con el dardo o jabalina y el saunion o soliferrum, especie de lanza arrojadiza de entre 160 y 200 cm fabricada en hierro y que aparece citada en la obra del historiador Diodoro Sículo. El soliferrum es un antecedente del pilum romano, y se usaba como una jabalina que se arrojaba sobre el enemigo. En caso de que el soliferrum alcanzara el escudo, éste se doblaba y quedaba inutilizado para la defensa.


    Espadas y puñales

    Además del puñal, los lusitanos combatían con espadas célticas de antenas atrofiadas, como las documentadas entre sus vecinos vetones de Alcácer do Sal y Arcóbriga, o bien con falcatas, especie de sable de doble curvatura y perfil en forma de «S» propio de los íberos, fruto del comercio y de sus incursiones por tierras meridionales y orientales, ya que la campaña lusitana tuvo como escenario predominante el área de la Bética situada al sur de Sierra Morena, esto es, la zona montañosa situada al norte de las actuales ciudades de Jaén y Córdoba. En estas tierras encontraban refugio los lusitanos después de sus incursiones por los territorios béticos aliados de los romanos.


    Los puñales a los que hace referencia pudieran ser del tipo dobleglobular o de antenas, como los encontrados en las necrópolis abulenses. Los primeros tenían una empuñadura característica, con dos apéndices globulares en el puño, mientras que los puñales de antenas eran una versión reducida de las famosas espadas características del equipo militar de los guerreros celtas hispanos.

    Las espadas de tipo céltico contaban en sus mejores ejemplares con decoraciones realizadas con adornos de plata y de cobre. Es interesante hacer mención de las fundas de estas espadas, que estaban diseñadas para guardar una o dos puntas de lanza.

    El nombre de estas armas viene dado por los apéndices que servían de remate a la empuñadura. A diferencia de los tipos más antiguos, denominados simplemente «espadas de antenas», en los lusitanos estos adornos prácticamente habían desaparecido y sólo se mantenían unas pequeñas borlas que remataban la empuñadura. De ahí el nombre de espadas de antenas atrofiadas con que se las conoce entre los investigadores.


    Por su parte, aunque tampoco falta la decoración nielada con incrustaciones de plata y cobre en las falcatas, lo más característico es encontrar las empuñaduras decoradas en forma de cabeza de caballo, cerradas a modo de guardamanos. La falcata era una espada de un solo filo.


    El diseño sinuoso permitía que la hoja penetrara mejor en el cuerpo del enemigo al mismo tiempo que facilitaba su extracción, puesto que no se formaba vacío entre el puño y el cuerpo. Era un arma con un diseño muy eficaz, semejante al de la machaira griega.


    Equipo defensivo

    En cuanto a las armas defensivas, destacaba el uso del escudo redondo de pequeño tamaño (caetra). Se trataba de un escudo ligero, hecho de madera, a veces con recubrimiento de chapa de bronce por el lado exterior.


    Tenía un pequeño umbo en el centro por donde se podía agarrar mediante una manija metálica. Por su forma y tamaño, era muy indicado para el tipo de combate de guerrilla en el que se habían especializado los lusitanos.

    Como armaduras defensivas, apenas poseían corazas.


    Las de mallas metálicas eran importadas de sus vecinos celtas de la meseta. El historiador Apiano describe un disco que llevaban colgado en el cuerpo y que parece corresponderse con los clípeos que utilizaban los íberos.


    Los caballos

    Un aspecto destacable del armamento lusitano, común por lo demás a los celtíberos, era la importancia de su caballería. El caballo hispano era de planta un tanto pobre, pero de gran fuerza y resistencia, bien dotado para el terreno abrupto del país. Los caballos lusitanos, sin embargo, debían de ser algo más veloces, dada la fama legendaria de que disfrutaban en la Antigüedad, cuando se creía que eran fecundados por el Céfiro (es decir, por la deidad con la que se identificaba al viento del Oeste en la mitología grecorromana).


  • Legionario republicano. Siglo IV-III a. C.

    Los precedentes de la guerra lusitana se pueden rastrear hasta el año 194 a.C., cuando el pretor Nasica destruyó a un grupo de lusitanos tras una incursión de éstos. A mediados del siglo nI a.C., las correrías de los lusitanos hicieron que los romanos expandieran sus dominios hacia el norte v el oeste de la Bética.


    Según se desprende de las fuentes grecorromanas que los describen, los guerreros lusitanos se vestían con una túnica de tela ajustada y polainas de lana para cubrir las piernas. Usaban también el sagum o túnica de lana basta negra, de pelo de cabra, que se llevaba ceñida a la cintura. El sagum era una prenda característica de la indumentaria de los pueblos hispanos, como afirmó el historiador griego Diodoro Sículo. Aunque de factura basta, el sagum debía de tener cierta relevancia como prenda de vestir, pues en algunos casos las compensaciones económicas impuestas por los romanos a los celtíberos incluían un número cuantioso de estos atavíos.


    Armas arrojadizas

    En cuanto a las armas de los lusitanos, las fuentes literarias y arqueológicas parecen confirmar que los lusitanos poseían un armamento ligero, adaptado a la forma de combatir de este pueblo mediante emboscadas y rápidas retiradas, propia del marco geográfico montañoso en el que se situaban sus bases. Las excavaciones arqueológicas en el ámbito vetón, pueblo vecino y aliado de los lusitanos y étnicamente emparentado con ellos, han puesto de relieve lo acertado de buena parte de las descripciones de las fuentes clásicas grecorromanas. Las armas citadas por Estrabón se corresponden con el dardo o jabalina y el saunion o soliferrum, especie de lanza arrojadiza de entre 160 y 200 cm fabricada en hierro y que aparece citada en la obra del historiador Diodoro Sículo. El soliferrum es un antecedente del pilum romano, y se usaba como una jabalina que se arrojaba sobre el enemigo. En caso de que el soliferrum alcanzara el escudo, éste se doblaba y quedaba inutilizado para la defensa.


    Espadas y puñales

    Además del puñal, los lusitanos combatían con espadas célticas de antenas atrofiadas, como las documentadas entre sus vecinos vetones de Alcácer do Sal y Arcóbriga, o bien con falcatas, especie de sable de doble curvatura y perfil en forma de «S» propio de los íberos, fruto del comercio y de sus incursiones por tierras meridionales y orientales, ya que la campaña lusitana tuvo como escenario predominante el área de la Bética situada al sur de Sierra Morena, esto es, la zona montañosa situada al norte de las actuales ciudades de Jaén y Córdoba. En estas tierras encontraban refugio los lusitanos después de sus incursiones por los territorios béticos aliados de los romanos.


    Los puñales a los que hace referencia pudieran ser del tipo dobleglobular o de antenas, como los encontrados en las necrópolis abulenses. Los primeros tenían una empuñadura característica, con dos apéndices globulares en el puño, mientras que los puñales de antenas eran una versión reducida de las famosas espadas características del equipo militar de los guerreros celtas hispanos.

    Las espadas de tipo céltico contaban en sus mejores ejemplares con decoraciones realizadas con adornos de plata y de cobre. Es interesante hacer mención de las fundas de estas espadas, que estaban diseñadas para guardar una o dos puntas de lanza.

    El nombre de estas armas viene dado por los apéndices que servían de remate a la empuñadura. A diferencia de los tipos más antiguos, denominados simplemente «espadas de antenas», en los lusitanos estos adornos prácticamente habían desaparecido y sólo se mantenían unas pequeñas borlas que remataban la empuñadura. De ahí el nombre de espadas de antenas atrofiadas con que se las conoce entre los investigadores.


    Por su parte, aunque tampoco falta la decoración nielada con incrustaciones de plata y cobre en las falcatas, lo más característico es encontrar las empuñaduras decoradas en forma de cabeza de caballo, cerradas a modo de guardamanos. La falcata era una espada de un solo filo.


    El diseño sinuoso permitía que la hoja penetrara mejor en el cuerpo del enemigo al mismo tiempo que facilitaba su extracción, puesto que no se formaba vacío entre el puño y el cuerpo. Era un arma con un diseño muy eficaz, semejante al de la machaira griega.


    Equipo defensivo

    En cuanto a las armas defensivas, destacaba el uso del escudo redondo de pequeño tamaño (caetra). Se trataba de un escudo ligero, hecho de madera, a veces con recubrimiento de chapa de bronce por el lado exterior.


    Tenía un pequeño umbo en el centro por donde se podía agarrar mediante una manija metálica. Por su forma y tamaño, era muy indicado para el tipo de combate de guerrilla en el que se habían especializado los lusitanos.

    Como armaduras defensivas, apenas poseían corazas.


    Las de mallas metálicas eran importadas de sus vecinos celtas de la meseta. El historiador Apiano describe un disco que llevaban colgado en el cuerpo y que parece corresponderse con los clípeos que utilizaban los íberos.


    Los caballos

    Un aspecto destacable del armamento lusitano, común por lo demás a los celtíberos, era la importancia de su caballería. El caballo hispano era de planta un tanto pobre, pero de gran fuerza y resistencia, bien dotado para el terreno abrupto del país. Los caballos lusitanos, sin embargo, debían de ser algo más veloces, dada la fama legendaria de que disfrutaban en la Antigüedad, cuando se creía que eran fecundados por el Céfiro (es decir, por la deidad con la que se identificaba al viento del Oeste en la mitología grecorromana).


  • Guerrero anglo-sajon. Siglos VI-VII d. C.

    Si en algún campo destacaron los pueblos germanos de la antigüedad, ése fue, sin duda, el de las artes del metal. Tanto las piezas de adorno personal, tales como fíbulas o broches de cinturón, como las armas, en especial las espadas y los yelmos, muestran el exquisito gusto de estos pueblos.


    La tradición inglesa, que se remonta al menos a la Historia eclesiástica gentis (Historia eclesiástica del pueblo de los anglos de Beda el Venerable, insiste en que fueron tres tribus germanas -los anglos, los sajones y los jutos- las que invadieron la isla después del llamamiento de Vortigern. Aunque evidentemente esos tres pueblos fueron los que tuvieron el mayor protagonismo en la invasión, la realidad, sin embargo, resulta harto más compleja, pues se ha documentado asimismo la presencia de contingentes de francos, frisones y suevos-alamanes, e incluso de alguna tribu eslava, como los wendos. Todas estas tribus, no obstante, quedaron absorbidas por los anglosajones, el principal de los pueblos que poblaron la isla a partir del siglo v, aunque algunos elementos propios pasaron a integrarse dentro del equipo militar y la indumentaria anglosajones.


    Yelmos

    El guerrero de la ilustración porta un yelmo de los denominados «tipo Coppergate» (por la localidad inglesa donde fue encontrado el ejemplar que sirve de modelo).


    Aunque fechado hacia el año 750, no se puede descartar que cascos similares se utilizaran ya en el siglo anterior, puesto que el tipo parece remontarse a modelos empleados por los ejércitos romanos del Bajo Imperio, en concreto a los yelmos de parada de la caballería bajoimperial y los yelmos «tipo Intercisa»

    (llamados así por la población húngara en donde se halló el primer ejemplar).


    Se trata de un modelo de yelmo fabricado mediante cuatro secciones de metal unidas por unas bandas metálicas remachadas. Estas bandas servían también como refuerzo de la estructura del casco; la banda frontal, además, se prolongaba sobre el rostro formando el nasal o protección de la nariz. Sobre la frente, un nuevo refuerzo metálico en forma de cordoncillo enmarcaba los ojos imitando el diseño de las cejas, una característica presente también en el conocido yelmo de Sutton Hoo y que parece remitir a un origen común en los yelmos de parada de la caballería romana. En los laterales de la pieza colgaban sendas carrilleras que se anudaban bajo la barbilla mediante un cordón. La parte posterior era una estructura de malla metálica que sirve de cubrenuca. El rostro quedaba así completamente protegido. Este tipo de yelmo permitía además una buena visión y audición.


    Cotas de mallas y escudos

    El equipamiento defensivo de los guerreros anglosajones incluía también el uso de escudo y

    cotas de mallas metálicas de mangas cortas. Los escudos eran habitualmente de forma redondeada o elíptica, con cierta curvatura hacia el interior. Se agarraban de una manija metálica que recorría longitudinalmente el disco.

    En el centro se colocaba un umbo metálico, con formas diversas. Hacia finales del siglo VII, los umbos de forma más o menos cónica dejaron paso a otros de forma apuntada con escotadura en la base. El umbo iba unido al escudo mediante remaches de metal y podía ser utilizado como un espolón durante el ataque. El escudo propiamente dicho estaba fabricado con láminas de madera ensambladas unas con otras y recubiertas por un forro de cuero o de piel. El lateral del escudo solía ir reforzado por una banda metálica.


    Espadas

    El equipo ofensivo de la nobleza anglosajona se componía de espada, sax y venablos. Las espadas gozaban en todo el mundo germánico de una simbología especial. No sólo eran de por sí atributos de nobleza (en el sentido de que su propietario gozaba de un estatus de plena libertad), sino que también, como objetos a menudo donados de generación en generación, constituían un símbolo del linaje de un hombre. Eran objetos de valor casi personal, y no era extraño que se les atribuyeran cualidades casi humanas e incluso un nombre propio: Beowulf, héroe del poema épico anglosajón más célebre, aparece blandiendo dos famosas espadas, Hrunting («rugiente») y Naeglings, la espada de los reyes getas. Por otro lado, las espadas de los germanos eran de hoja larga y parecían derivar en última instancia de la spatha utilizada por la caballería y algunas tropas de infantería del ejército imperial romano. Se trataba de un arma de doble filo y podía llevarse colgada de un tahalí en bandolera o bien de un cinturón ceñido al talle.


    Es interesante reseñar la riqueza de las empuñaduras, que tenían un complejo sistema de fabricación.


    El sax

    Junto a la espada se hallaba el sax, una especie de espada corta o puñal de gran tamaño que parece haber sido el arma nacional de los sajones. El sax se llevaba colgado del cinturón, en posición casi horizontal, mediante dos pequeñas correas anudadas al cinto. Éste tenía además una simbología militar clara, heredada del cingulum militaris romano, una función que se pone de manifiesto por la rica decoración de los broches. Existe multitud de variantes de sax, según el tamaño de la hoja. Los ejemplares más pequeños parecen haber sido cuchillos de uso polivalente, empleados bien como herramienta de uso común, bien como machete de caza, pero algunos poseen una hoia lo suficientemente larga como para haber servido como arma de combate.


    Venablos y hachas

    Entre los venablos, el más famoso era el de tipo angon, una especie de jabalina usada por los francos que presentaba cierta semejanza con el pilum de los legionarios romanos. El angon se usaba en el ataque: era un arma arrojadiza que se lanzaba sobre el enemigo, de forma que en caso de que se fallara el objetivo y se clavase en el escudo, éste quedaba inutilizado. Este procedimiento era el mismo que se usaba con la francisca.


    Los anglosajones utilizaron también, aunque en menor medida, franciscas o hachas arrojadizas, un arma que, como su nombre indica, era característica de los francos pero que a menudo aparecía en manos de otros pueblos germanos.


  • Guardia del Templo de Jerusalén, Siglo I d. C.

    En torno al siglo i d.C., las tácticas de combate «a la romana» se habían impuesto en todo el ámbito del Imperio. A pesar de ello, fuera de sus fronteras había ejércitos que seguían recurriendo al empleo de grandes formaciones de lanceros o que, incluso, luchaban de modo completamente ajeno a los usos imperiales.


    Se sabe muy poco acerca del equipamiento de los soldados que prestaban servicio en el ejército de Judea, bajo el mando directo de los reyes hebreos. No obstante, los hallazgos arqueológicos que han tenido lugar en los últimos años parecen avalar la hipótesis de que la lanza siguió desempeñando un papel fundamental en aquellas estructuras militares, como la hebrea, en las que la infantería constituía la columna vertebral.


    Un ejército casi legendario

    El ejército hebreo se organizaba en speira, y por su forma de actuar en combate se puede afirmar que era un ejército preparado básicamente para el enfrentamiento entré grandes contingentes de combatientes. Este tipo de formaciones eran muy sólidas, pero carecían de la movilidad y flexibilidad que proporcionaban otro tipo de unidades. Por todo ello, se supone que los infantes portaban un escudo similar a los modelos hallados en la ciudad de Dura Europos (Turquía).


    Armaduras

    Respecto a la protección «pasiva» (elementos que protegen el cuerpo de forma involuntaria e independiente de la voluntad de su portador) debieron de usar algún tipo de lorica scamata (armadura de escamas de hierro).


    Si bien es verdad que en el ejército romano de aquella época (siglo 1 d.C.) era muy popular la lorica segmentata (la armadura de los legionarios, compuesta por láminas de hierro), su elevado coste debió de hacerla un elemento bastante insólito, reservado a determinados cuerpos de élite. Por otra parte, la lorica hamata (cota de mallas) era más asequible, pero de difícil reparación en caso de resultar dañada.


    Espadas

    Debido a la gran influencia helenística, posiblemente la espada sería similar a la célebre xyphos, una espada recta empleada ya desde época antigua en Grecia, aunque sería más lógico que portaran una espada parecida al gladius de los romanos.


    Arqueros a caballo

    Ya se ha mencionado la existencia de arqueros a caballo en el ejército de los reyes de Judá. Su presencia es una muestra de la influencia de las tácticas de combate de los pueblos orientales. La rapidez de estos jinetes, unida al mortífero empleo del arco compuesto debió de proporcionarles una gran capacidad de movimiento en el campo de batalla, así como una terrible efectividad en el combate a distancia contra tropas de infantería. Sin embargo, apenas existen datos acerca de la indumentaria de estas fuerzas montadas. Al tratarse de tropas en las que primaba la rapidez, es muy poco probable que contaran con una gran protección. Seguramente su indumentaria estaba compuesta por una serie de elementos ligeros y ceñidos al cuerpo, para facilitar la maniobra de tiro y aumentar la frecuencia de disparo.


    Frente a este tipo de caballería, los jinetes que estaban bajo el mando directo del hipparchoi debieron de portar un armamento mucho más pesado. Es posible que sus funciones principales fueran cargar contra los flancos o la retaguardia de los ejércitos rivales y perseguir a los enemigos en retirada, las mismas funciones que desempeñaba la caballería de los ejércitos de Alejandro. Para este tipo de acciones era necesario un armamento mucho más pesado. Entre los elementos ofensivos, estos jinetes llevarían algún tipo de lanza larga y una espada recta, de tipo xyphos, muy efectivas para golpear a los enemigos desde la altura que proporciona el caballo. Es difícil que portasen algún tipo de escudo; por el contrario, es mucho más probable que llevaran elementos de protección pasiva, como corazas

    (seguramente algún tipo de lorica scamata o lorica hamata) y, sobre todo, grebas para proteger las piernas, ya que éstas quedaban muy expuestas a los golpes asestados desde el suelo por los enemigos que combatían a pie.


    Los primeros guardias del Templo

    Muchos siglos antes de que los caballeros de la Orden del Templo de Jerusalén se declarasen guardianes del mismo, a finales del siglo XI, el Templo de Salómón ya contó con su propia guardia, es decir, con su policía específica. Por su estrecha vinculación con el servicio del recinto, los antiguos guardias del Templo de Jerusalén eran soldados de origen exclusivamente judío. Pese a que algunos historiadores sugieren que este cuerpo tan solo existió como una guardia de tipo ritual, no efectiva en el campo de batalla, se sabe que las autoridades romanas lo utilizaron como una auténtica fuerza de policía. En cualquier caso, ésta debió de ser una ocupación ocasional, y lo más probable es que su principal misión fuera el mantenimiento del orden dentro del recinto del Templo. Eran los encargados de hacer cumplir las severas leyes de acceso a éste, y estaban facultados para castigar (a veces con la muerte) a los extranjeros que intentaran acceder al interior del recinto sagrado sin ser miembros de pleno derecho de la comunidad hebrea.


    Los miembros de este cuerpo debieron de ir armados de acuerdo con sus funciones, más de carácter policial que militar, con armamento de tipo ligero. Es más que probable que llegaran a utilizar, como elemento de defensa pasiva, una lorica scamata (armadura de escamas) y grebas para la protección de las piernas. La cabeza iría protegida por un casco y es posible que además portaran un escudo, posiblemente decorado con los distintivos del Templo de Jerusalén. Tampoco se conoce con seguridad el tipo de distintivos que servía para identificar a los rangos más altos (como el de los sagan) del resto de miembros de la guardia.


  • Guardia britano, Siglo I d. C.

    Equipados con largas espadas y grandes escudos, los guerreros britanos presentaban las peculiaridades esenciales de los combatientes celtas. Sus tácticas de combate, basadas en el ejercicio de una presión demoledora desde los primeros momentos de la batalla, los convirtieron en enemigos formidables de las legiones romanas.


    Según las crónicas de los romanos que qua le conquistaron Britania, los guerreros presentan un aspecto feroz, con hirsutas barbas y bigotes, y con largas cabelleras que les caían por la espalda. Con estas descripciones, los autores clásicos consiguieron que el pueblo romano creyera que el britano era un pueblo salvaje, ajeno casi por completo al mundo civilizado representado por la cultura griega y romana, una simplificación muy alejada de la realidad.


    Indumentaria y equipo de tradición celta

    Los abundantes materiales hallados en yacimientos arqueológicos, fruto de los innumerables trabajos desarrollados para profundizar en el conocimiento de las culturas celtas, han confirmado hasta cierto punto la similitud entre la imagen tradicional del guerrero britano y la que Julio César ofreció de los guerreros galos del continente.


    Se solía representar a los guerreros celtas de ambos lados del canal de la Mancha ataviados con unos llamativos pantalones largos de vivos colores, conocidos por los romanos con el nombre


    de «braccae». Esta prenda era de gran utilidad para combatir el frío en las regiones del norte, y una prueba de ello es que finalmente fue adoptada por las propias legiones romanas como parte de su indumentaria.


    Además de proteger de los rigores del clima, otra de las ventajas de esta prenda era la de ofrecer protección contra los arbustos espinosos y de hojas duras, como los brezos y espinos. Con ello, se evitaban en buena medida las infecciones de las heridas que fácilmente podían ocasionarse al atravesar los terrenos donde crece este tipo de vegetación. Es posible que esta última ventaja fuera la que más apreciaran los guerreros britanos, ya que parecían mostrar un desprecio absoluto por las inclemencias meteorológicas.


    Casi todas las fuentes mencionan que llevaban el torso desnudo, en ocasiones tatuado con motivos ornamentales (especialmente los pictos, pueblo celta asentado en el norte de la isla en zonas de la actual Escocia, cuyo propio nombre hace referencia a la costumbre de sus guerreros de entrar en combate con el cuerpo completamente pintado o tatuado).


    El motivo de esta costumbre -que, por otra parte, puede ser un tópico grecolatino divulgado para subrayar la «barbarie» de estos pueblos- ha sido discutido durante largo tiempo. Se ha argumentado que una de sus finalidades sería la de amedrentar al enemigo, o bien, evitar las infecciones que el tejido de la indumentaria podría producir al entrar en contacto con una herida o incrustarse en ella (no olvidemos que hasta épocas muy recientes, un gran número de las muertes producidas en las guerras se debía a la infección de las heridas originadas durante el combate).


    Armas defensivas

    Este aparente primitivismo contrasta con el hecho de que la cota de mallas, uno de los sistemas de protección corporal más efectivos de la historia, es un invento celta, y que no les era desconocida en absoluto a los pueblos britanos. Es posible que la adquisición de este elemento defensivo, debido a la gran cantidad de trabajo especializado necesario para su fabricación, estuviera fuera del alcance de la mayoría de los guerreros britanos, y que sólo pudiera disponer de él una élite militar con grandes recursos económicos.


    Al igual que sucedió con las braccae, las cotas de mallas fueron adoptadas con rapidez por los ejércitos de Roma. Y algo similar ocurrió también con los escudos de los legionarios, cuyo modelo más cercano se encuentra en los grandes escudos galos del tipo La Têne. Este tipo de arma defensiva fue, sin duda, el más extendido entre los guerreros de Britania, y se han conservado varios ejemplares. Entre otros, cabe destacar el de Battersea, hallado en aguas del Támesis en el año 1857. El escudo britano constituía casi siempre una estructura muy concreta: una lámina de madera reforzada en el centro o en los dos extremos superiores por piezas metálicas. Para dotarlo de mayor cohesión, era habitual que los bordes del escudo estuvieran asimismo protegidos con una armadura metálica. Pese a que en ocasiones se han encontrado, como en el caso de Battersea, escudos hechos integramente de metal, por lo común de bronce, éstos no ofrecían suficiente resistencia y debieron de tener una finalidad más ritual que guerrera. Aunque en general el descrito era el escudo cuyo empleo estaba más extendido en la isla, determinadas fuentes describen a los britanos como portadores de unos escudos más pequeños. También ha podido documentarse el empleo de cascos. Se trata de cascos de tipo abierto, que en la mayoría de los casos presentaban una protección en la parte trasera para cubrir la zona de la nuca. Solían ser íntegramente de metal, casi siempre de bronce. Su diseño, adoptado con algunas modificaciones por las legiones romanas tras las guerras contra los galos, dio lugar más adelante al célebre casco montefortino.


    Armas ofensivas

    En lo que sí coinciden todas las fuentes es en señalar el uso por parte de estos pueblos de espadas largas, con hoja de doble filo de una longitud no inferior a los 70 centímetros. Los guerreros llevaban estas espadas suspendidas a lo largo de la pierna mediante cinturones simples, y protegidas en el interior de vainas que solían estar muy decoradas. Este tipo de espada resulta sumamente útil a la hora de asestar golpes cortantes, pero requiere una gran fuerza para manejarla con efectividad, además de un gran espacio libre de compañeros en torno al guerrero que la maneja. Ésta era su principal desventaja cuando se trataba de enfrentarse a las formaciones cerradas de legionarios romanos.


    Los guerreros britanos también portaban lanzas, principalmente a modo de armas arrojadizas. El empleo de este tipo de armas por parte de los britanos ha sido corroborado por los descubrimientos arqueológicos que han proporcionado numerosos ejemplares. Asimismo, junto a la utilización de jabalinas, ha podido constatarse también la existencia de lanzas de unos 2,5 metros de longitud, seguramente diseñadas más para ser blandidas

    que arrojadas.


  • Guerreo samnita. Siglo IV a. C.

    El equipo militar del guerrero samnita muestra las influencias de los tres grandes ámbitos culturales de su tiempo: el mundo latino, de gran pujanza en el entorno itálico; el influjo helenístico de las ciudades griegas de la Magna Grecia y Sicilia; y el área púnica de la militarista Cartago de los Bárcidas.


    La espada. La espada más utilizada por los samnitas se inspiraba, sin duda -como la falcata, su equivalente ibérico-, en la machaira griega. Era una espada con hoja de un solo filo, fabricada en hierro fundido y batido. A semejanza de los sables, este tipo de espada estaba concebido para herir de tajo, si bien el tercio final de la hoja era apuntado, para que pudiera ser utilizada también como estoque. Generalmente solían llevar una profunda acanaladura en el centro de la hoja para hacer la herida más mortífera. La empuñadura, por su parte, tenía forma de asa abierta por un lado, y servía para proteger el puño, lo cual permitía usarla como arma para golpear en el combate cuerpo a cuerpo.


    Podía tener el remate del puño decorado con prótomos de animales, en general, caballos y grifos, animales de carácter psicopompo, esto es,  animales que trasladaban las almas hacia el más allá, una idea muy apropiada para un arma ofensiva como era la espada. Las cachas solían ser de madera, asta o marfil, y recubrían un alma o espiga de metal que formaba un todo con la hoja.


    Este tipo de espada era un arma de tamaño medio, con una longitud que podía variar entre los 50 y los 60 cm, y una anchura de la hoja en torno a los seis centímetros, algo más ancha, pues, que el gladius romano. Por otro lado, la curvatura del filo de estas espadas tiene una explicación funcional: al tratarse de un arma de corte y estoque, el perfil sinuoso servía para facilitar la introducción de la espada en el cuerpo del enemigo y su posterior extracción.


    La lanza. Como en los ejemplares griegos, las lanzas contaban con una punta de hierro embutida en el astil de madera (generalmente de fresno o haya, maderas resistentes pero a la vez poco pesadas) y con otra punta o regatón, situado en el extremo inferior del astil. Esta última punta podía servir como arma atacante, aunque su función principal no parece haber sido otra que la de poder clavar la lanza en el suelo, bien en tiempo de descanso militar, o bien en posición defensiva, por ejemplo, en caso de ataque de la caballería enemiga.


    De esta manera, un grupo de hombres bien pertrechados y organizados en formación defensiva podía hacer frente con éxito a una carga de caballería. El gran historiador griego Polibio describe la línea de triarii con estas palabras: «Contemplan la batalla desde la última línea, actuando de reserva, de rodillas con la pierna izquierda adelantada y los escudos apoyados en sus hombros mientras las lanzas están fijadas en el suelo, colocadas oblicuamente al frente de batalla, de modo que forman una verdadera empalizada, mientras esperan la acometida del enemigo».


    De hecho, parece ser que el pilum era el arma característica del guerrero samnita y sólo con posterioridad fue adoptado por los romanos. Otros tipos de lanza que parecen haber usado recuerdan a la trágula ibérica: una especie de venablo cuya punta terminaba en aletas, en forma de arpón. Este tipo de armas arrojadizas eran utilizas por los principes y los hastati antes de pasar al ataque con la espada.


    Corazas y protecciones. Los oficiales y jefes del ejército podían costearse una buena armadura. En líneas generales, ésta consistía en una coraza metálica en forma de poncho (es decir, con peto y espaldar unidos por unas tiras que servían de protección a los hombros), yelmo y grebas. Algunos modelos de corazas metálicas con forma triangular y adornos en forma de discos abultados remitían claramente a ejemplares púnicos, con seguridad objeto de imitación en la época en que los samnitas actuaron como aliados de Aníbal contra los romanos. Otros, por el contrario, marcaban la anatomía del torso y parecen inspirados en prototipos helénicos.


    En cuanto a otros elementos del arnés defensivo, merece destacarse el uso de grebas o canilleras metálicas.


    Semejantes a las cnémides griegas, las grebas tenían forma tubular y servían para proteger la parte inferior de las piernas, desde el tobillo a la rodilla.


    El escudo. Era de tipo circular y gran tamaño, semejante a los escudos que usaba la infantería griega de la época clásica. En efecto, parece tratarse del mismo hoplon que dio nombre a los hoplitas griegos, un gran escudo circular que protegía al guerrero desde las rodillas hasta el cuello.


    Estaban fabricados con planchas de madera pegadas con cola de grasa animal y recubiertos por la parte exterior con cuero. Sobre éste se pintaban dibujos de tipo geométrico, aunque no debieron de faltar los diseños pintados a modo de emblema heráldico, alusivos, en algunas ocasiones, a una determinada tribu o a una divinidad protectora. El escudo se asía por medio de unas tiras de cuero remachadas en el interior. Una de ellas sujetaba el antebrazo, mientras que la otra se empuñaba con la mano. Era el arma defensiva de la mayor parte de la infantería pesada, compañero fiel de las lanzas en las formaciones de tipo falange.


    El casco. Los cascos metálicos formaban parte

    del equipo militar de las clases pudientes, puesto que no era fácil costearse un buen ejemplar. Los samnitas parecen haber usado cascos de tipo helenístico, a los cuales se añadían algunas variantes según el gusto indígena. Así, por ejemplo, la tendencia a adornarlos con plumajes y los tipos de carrilleras usados muestran, por el contrario, la influencia de las modas célticas de los galos, adoptadas por los latinos y transmitidas a los samnitas. El penacho de crines de caballo teñidas y las plumas con que se adornaban estos cascos tenían además una utilidad funcional, que no era otra que la de intimidar y amedrentar al enemigo al proporcionar al guerrero la imagen de una mayor estatura.


  • Guerrero cimbrio Siglo II a.C.

    El equipo militar usado por los guerreros cimbrios no parecía ser muy diferente del que utilizaban los celtas durante esa misma época. Sin embargo, cabe reconocer en él algún elemento distintivo de esta tribu del norte de Europa, tan belicosa como poco conocida.


    La imagen de los guerreros cimbrios -y de los pueblos germánicos en general- está unida de forma indivisible al tópico grecolatino que presenta a estos individuos como gigantes rubios, de ojos azules, larga cabellera y descomunal fuerza. A esta imagen se añadían los feroces gritos de batalla y los cascos coronados por penachos, cuya finalidad consistía en presentarlos como luchadores más temibles de lo que ya eran de por sí. Aunque, por lo común, los tópicos tienden a exagerar ciertas cualidades, lo cierto es que en el caso de los cimbrios -y de los teutones- el tópico se aproxima bastante, en líneas generales, a la realidad.


    Equipo militar ofensivo

    Las principales armas usadas por los cimbrios eran las mismas que en aquella época utilizaban los pueblos celtas vecinos de su supuesto núcleo original, la región de Jutlandia. Entre los elementos ofensivos, portaban, al igual

    que los galos, una lanza de dimensiones variables, más propia para ser blandida que para ser empleada como arma arrojadiza. Según las fuentes clásicas, el arma principal era una espada larga y pesada, similar a las de galos y britanos, con una hoja de unos 80 centímetros de longitud. Este tipo de espada estaba diseñada para golpear con fuerza con los filos y producir traumatismos masivos en las diferentes zonas del cuerpo o llegar, incluso, a cercenar miembros. No era un arma concebida para causar heridas punzantes, aunque, llegado el caso, su afilada punta podía hincarse profundamente en el cuerpo del enemigo. El principal inconveniente de estas armas era que precisaban un gran espacio libre para poder manejarlas con efectividad, por lo que resultaban poco funcionales en los combates en formaciones cerradas.


    Los guerreros cimbrios también contaban con armas arrojadizas, en especial con una especie de venablo doble no muy grande, pero aparte de la mención que de él hace Plutarco, no se dispone de datos acerca de este tipo de arma, y hasta ahora no ha aparecido documentada en los registros arqueológicos.


    Por sus características, cabe suponer que se trataba de un arma empleada esencialmente por la infantería en el inicio de sus cargas, así como por los guerreros que montaban a caballo.


    Equipo militar defensivo

    Parece ser que los cimbrios se preocupaban bastante más que sus vecinos célticos por la protección personal.


    Todas las fuentes nos hablan de auténticos muros de hombres formados por los escudos de los guerreros.


    Se trataba de grandes escudos, seguramente de forma elíptica o circular, construidos en madera y con refuerzos metálicos que ayudaban a mantener estable la estructura del escudo ante los golpes. Se cree que el umbo central también era de metal.


    Para protegerse de los golpes del enemigo usaban una cota de mallas metálica que cubría el tronco y ofrecía una magnifica protección frente a los ataques realizados con armas punzantes. Este elemento de defensa debieron de tomarlo de sus vecinos celtas, quienes se supone que inventaron las cotas metálicas hacia el siglo v a.C.


    Junto a estas cotas de mallas, los guerreros cimbrios también debieron de conocer el uso de armaduras de escamas metálicas, asentadas sobre bases de cuero endurecido y con capacidad de ofrecer una buena protección a un coste sensiblemente menor al de una cota de mallas.


    Otros elementos de protección destacados eran los cascos metálicos, fabricados en bronce y concebidos para proteger la cabeza. Los cascos usados por los cimbrios eran similares a los de tradición céltica, posteriormente adoptados por Roma para proteger a sus legionarios. Las fuentes indican que los cimbrios y los teutones decoraban sus cascos con formas de animales en relieve o con penachos de plumas, a fin de dar la impresión de que su portador era más alto de lo que era en realidad y así ofrecer un aspecto más amenazador. No se conoce el uso de grebas u otros elementos de protección para las piernas entre estos pueblos germanos, aunque tampoco se puede excluir.


    Indumentaria

    La forma de vestir de los cimbrios no difería en lo sustancial de la vestimenta empleada por los galos.


    En algunos casos, la dureza del clima nórdico en la zona de Jutlandia les obligaba a abrigarse los pies con botas de cuero de altura variable. Como al resto de los pueblos bárbaros, los romanos describen a estos guerreros vestidos con braccae, los típicos pantalones largos fabricados seguramente con lana y cuya función principal era la de resguardar las piernas del frío extremo del invierno escandinavo.


    La espada iba suspendida de un cinturón, colgaba a lo largo de la pierna y seguramente estaba protegida por una vaina de cuero reforzada con metal. Se supone que la ropa destinada a abrigar el torso era también de lana, diseñada para mantener el calor, y consistía en una túnica corta que llegaba hasta la mitad del muslo y se sostenía o abrochaba mediante fíbulas.


    A diferencia de los pueblos galos, no parece que los guerreros cimbrios usaran tatuajes para decorar su piel o portaran torques a la batalla. A pesar de ello, sin duda debieron de emplear algún tipo de distintivos exteriores para identificar el rango de los mandos militares, como hacían otros pueblos en la misma época (entre ellos, los propios romanos, que primero reservaron las vestimentas de color púrpura para los altos cargos militares y más adelante fueron de uso exclusivo de los emperadores), pero hoy no se conoce a ciencia cierta en qué consistían estos elementos indicativos de la jerarquía militar.


  • Gladiador. Siglo I a. C.

    Existía una gran variedad de gladiadores según el tipo de armamento que utilizaban en el combate, aunque en términos generales todos ellos -a excepción del reciario- mostraban un aspecto muy semejante: casco cerrado con visera de rejilla, brazo de ataque protegido por la manica, grebas de metal, espada y escudo.


    Como profesionales de la lucha, los gladiadores tenían asignada una amplia panoplia de armas que servían para reconocerlos en el combate. En cierto modo, se trataba de uniformes que los caracterizaban a los ojos de los espectadores. A excepción del reciario o retiarius, que constituía por sí solo un tipo peculiar, el resto de los luchadores contaban con armas que presentaban unas características comunes. Todos los gladiadores, fueran del tipo que fuesen, dejaban al descubierto amplias zonas del cuerpo, especialmente algunas partes del torso (excepto el mirmillón, provisto de coraza pectoral) y de las extremidades. Esto no era así sólo para aligerar el peso y dotar a los contrincantes de mayor movilidad de cara a la lucha, sino también para que en el fragor del combate la sangre corriese por sus cuerpos y excitara el ánimo del populacho.


    Evidentemente, el pueblo quería ver sangre sobre la arena, pero, a pesar de la idea generalizada entre el público actual de que todos los combates de gladiadores eran a muerte, la realidad era muy diferente. Un gladiador veterano, curtido en las artes de la esgrima, era, a ojos del propietario (lanista), un bien demasiado valioso como para arriesgarse a perderlo. De hecho, para satisfacer el ansia de sangre de la plebe se recurría a un fingido combate entre gladiadores y noxii, desgraciados de toda calaña (prisioneros de guerra, criminales, etc.) que eran liberados de las cárceles sólo para morir acuchillados en una lucha que era una pura farsa.


    El casco de combate

    Uno de los tipos de gladiadores más populares entre el público romano asiduo a estos espectáculos era el secutor. A esta clase de gladiadores corresponde la mayoría de los luchadores profesionales que las fuentes documentan: el tracio, el hoplomachus y el secutor propiamente dicho.


    El llamado tracio era un tipo de gladiador fácilmente reconocible gracias al espectacular casco (threx o thraex) que portaba en el combate. Dicho casco era un verdadero yelmo de combate. Estaba hecho de bronce en una sola pieza y su peso oscilaba entre tres y siete kilos. De este modo, proporcionaba una eficaz protección a todo el rostro del gladiador, puesto que disponía de carrilleras, una máscara de rejilla que cubría la faz, y cimera, esta última decorada a veces con plumas, una protección que contrastaba con la práctica desnudez del guerrero. El casco usado por el tracio era de una gran espectacularidad, que rayaba en lo extravagante. Éste era el tipo de casco usado también por el luchador cuyo aspecto más se aproximaba al del tracio: el hoplomachus.


    Asimismo, el secutor, habitual contrincante del reciario y cuya apariencia era similar a la del tracio, el mirmillón y el hoplomachus, solía llevar un casco semejante pero sin cimera, para evitar que la red pudiera enredarse en ella, percance que habría sido fatal en el combate.


    Por modernas reconstrucciones, se sabe que se trataba de cascos que proporcionaban una buena visión en el combate individual, así como una buena ventilación, si bien en los combates de grupo el campo de visión del gladiador debía de reducirse mucho.


    Defensas corporales

    En cuanto a las defensas corporales, el hoplomachus y el tracio, aparte de las grebas que protegían sus piernas a modo de espinilleras, en general apenas contaban con más elementos que un pequeño escudo cuadrangular y una defensa para el brazo de ataque llamada «manica», pero en ocasiones podían protegerse el torso con una coraza. La manica estaba fabricada con láminas de metal y se sobreponía a un refuerzo de paños de lana que servía de protección. Tanto las grebas como la defensa del brazo eran metálicas y se ajustaban a las extremidades mediante sendos correajes. Por debajo de las placas de metal se colocaban paños de lana acolchados, con objeto de amortiguar los golpes asestados por el enemigo.


    El escudo

    El escudo (parma o parmula) no era, en realidad, sino una versión reducida del scutum usado por los legionarios romanos y por el gladiador llamado mirmillón, y, al igual que éste, estaba reforzado con una lámina de bronce. El tamaño del escudo era uno de los aspectos que distinguían al gladiador tracio del secutor propiamente dicho, pues éste contaba con un escudo de mayores dimensiones.


    Armamento ofensivo

    Del mismo modo, mientras que el tracio usaba una espada de filo curvo dotada a veces de guardamano, denominada «sica», el secutor salía a combatir a la arena del anfiteatro con una espada recta semejante al gladius legionario.


    En ambos casos, las espadas estaban atadas a las muñecas del combatiente para evitar su pérdida en el transcurso de la lucha. Por el contrario, a diferencia del tracio y el secutor, el hoplomachus llevaba como arma ofensiva


  • Guerrero ostrogodo. Siglo V-VI d. C.

    La estrecha relación que la nación goda -y dentro de ella, sobre todo, los ostrogodos o godos orientales- tuvo con los pueblos nómadas de Asia (hunos, sármatas y alanos) se dejó sentir de forma singular en su armamento y en su forma de combatir. A diferencia de otros pueblos germanos, los ostrogodos contaron desde épocas muy tempranas con una poderosa caballería.


    Uno de los rasgos característicos de la nación goda -la más formidable de todas las naciones germanas-fue precisamente la enorme importancia que en la configuración de su etnogénesis tuvo el contacto con los pueblos nómadas de las estepas asiáticas.


    Los ostrogodos y los pueblos de las estepas

    Los godos, como se sabe, se dividían en dos ramas -los denominados visigodos, término que probablemente significaba «godos sabios, del crepúsculo o de poniente», y ostrogodos o «godos brillantes, de la aurora, o de levante»-, separadas ante el empuje de los hunos. La mayor parte de la nación goda, los visigodos, cruzó el Danubio para instalarse en la Romania, mientras que el resto quedó sujeto al dominio de los hunos y pasó a formar parte de la confederación que lideraba este pueblo nómada. Gracias a ello, los ostrogodos pudieron contar pronto con una importante caballería pesada, aspecto éste que les diferenciaba del resto de los pueblos germánicos de la época de las grandes migraciones populares. La presencia de caballería pesada (cataphractii o catafractos) entre los pueblos iranios de las estepas está documentada desde épocas remotas, y la incorporación de este cuerpo militar a sus filas resultó determinante en los cambios estratégicos que incorporaron los ostrogodos al arte de la guerra.


    En efecto, el contacto de este pueblo con los jinetes de las estepas influyó decisivamente en aspectos tan cruciales de su vida como podían ser la indumentaria y el armamento. En este sentido, el asentamiento de los ostrogodos en las llanuras ucranianas situadas a orillas del Ponto Euxino (el mar Negro), en Crimea y el Quersoneso, fue trascendental para su historia. Allí, a raíz de establecer contacto con los hunos, los sármatas y los alanos, los godos adquirieron el conocimiento del combate con largas lanzas (kontos), el uso de la caballería y, lo más importante, adoptaron el uso del estribo.


    Los ostrogodos poseían una extraordinaria caballería, de la que supieron extraer siempre el máximo provecho. El arma principal de la caballería ostrogoda parece haber sido el venablo o lanza arrojadiza.


    Esta arma debía de tener una significación simbólica especial, ya que en la batalla que dirimió el dominio sobre Italia, el rey ostrogodo Totila dispuso que su ejército luchara exclusivamente con el venablo. Es posible que el historiador Procopio, que narra el suceso, se refiera a una especie de «angón» (venablo parecido al pilum romano) y que la decisión tomada por Totila estuviera guiada por criterios tácticos: el ataque de la caballería con venablos inutilizaría las defensas de la infantería bizantina (porque el vástago metálico se doblaba al clavarse en el escudo enemigo), y ésta quedaría inerme frente al ataque de la infantería goda. Otro tipo de lanza, el kontos o lanza de gran longitud, fue usado por la caballería pesada; fue un arma de gran importancia entre los sármatas pero probablemente escasa entre los godos.


    Indumentaria y armamento

    El guerrero ostrogodo de la ilustración, sin embargo, no aparece representado con la típica indumentaria de los jinetes nómadas, sino con el atuendo tradicional de los guerreros germanos de la época de las grandes migraciones populares. Se trata, en efecto, de un soldado de infantería y no de un jinete de la caballería pesada. Aparece ataviado con la indumentaria más generalizada entre los godos: camisa amplia ajustada por un cinturón, manto recogido con una fíbula o imperdible de arco y pantalones sujetos a los tobillos.


    En cuanto al modelo de casco que usa el guerrero de la ilustración, se trata de un casco de carrilleras fabricado con segmentos de metal unidos entre sí por remaches.


    El diseño en forma redondeada (para repeler los golpes del enemigo) remite a modelos de gran antigüedad documentados entre otros pueblos germanos. El contacto con las etnias orientales llevó a los ostrogodos a adoptar otro tipo de yelmo, el llamado «Spangenhelm», de forma puntiaguda y con unas placas de refuerzo en las líneas de unión de los segmentos de los cuales se componía este casco. En ambos casos se trataba de modelos de yelmo abiertos, que dejaban ver el rostro, si bien a veces se les añadía un nasal para proteger la nariz. La espada, por su parte, es el modelo habitual de la época.


    Derivado de la spatha romana, se trata de un elemento ofensivo caracterizado por la larga hoja de filos paralelos, el canal ancho y la guarda recta. Estaba destinada al combate de choque, de ahí la escasa atención que se prestó a su punta. No era el arma preferida por los godos, que tenían en el uso de la lanza arrojadiza (de tipo venablo o jabalina) una de sus mejores bazas.


    El escudo, redondo y con umbo metálico central, era el escudo típico de los guerreros germanos y, como en el caso de la espada recta, se trataba de un elemento destinado originariamente a la lucha a caballo, si bien más adelante pasó a ser utilizado por la infantería. Estaba fabricado con láminas de madera o tablas de este material ensambladas, con refuerzo metálico en el borde y forro de piel, en muchas ocasiones pintado.


    Junto al venablo y la lanza, los ostrogodos utilizaron espadas, probablemente del mismo tipo que la spatha romana, un arma muy bien adaptada a la lucha a caballo. Pudieron utilizar asimismo espadas de tipo franco, similares a la spatha romana aunque con diferencias en lo que se refiere a la forma del arriaz. Además de la spatha de hoja larga, los godos emplearon otro tipo de espada de menor tamaño que recibía las denominaciones de «sax» y «scramsax». No es seguro que ambos términos correspondieran al mismo objeto. Lo más probable es que se diferenciaran en el tamaño. El sax era una especie de sable de hoja recta de casi un metro de longitud, muy apto para el combate a caballo, mientras que el scramsax era una versión reducida del anterior, que se llevaba colgado del cinturón mediante correas. San Isidoro, en un famoso pasaje de su Historia de Regibus Gothorum, Wandalorm et Suevorm (cap. 70), se hacía eco de la destreza de los godos en el manejo de la espada y el arco, una habilidad que adquirieron gracias al ejercicio habitual en justas y torneos.


  • Hocero licio. Siglos VI-V a. C.

    La conquista de las ciudades griegas del Asia Menor permitió a los persas utilizar los servicios de un buen número de soldados griegos. Una parte considerable del ejército aqueménida estaba compuesta por contingentes procedentes de las ciudades jonias sometidas y por mercenarios.


    En frecuentes ocasiones, los persas se preocuparon por emplear en su propio ejército a los guerreros de las naciones vencidas (como los kurdos, pisidios, misios, bactrianos o hircanos) o sometidas por sus antiguos enemigos babilonios (como era el caso de los hebreos).


    Sin embargo, las unidades mercenarias, que recibían la denominación de kardag, estaban organizadas de forma diferente al ejército nacional y usaban sus propias armas. En general, se ocupaban de guarniciones fronterizas o desempeñaban funciones de patrulla, y estaban armadas con lanzas o con la taka. En el primer caso, los soldados fueron denominados por los griegos peltophoroi (portadores de peltas o peltastas, por el tipo de escudo que portaban), pero los takabara (es decir, los portadores de taka), a diferencia de sus homólogos griegos, cuando entraban en combate no usaban sus lanzas como jabalinas, sino más bien como picas.


    Se trataba, en efecto, de un tipo de lanza de mayor tamaño, no de un venablo o una lanza arrojadiza de tipo jabalina como la que portaban los peltophoroi.


    Los licios

    Licia era un territorio que se extendía sobre la costa suroccidental de Anatolia y limitaba al sur con las montañas del Tauro. Durante la dominación aqueménida, los licios pudieron mantener cierta libertad a cambio del cumplimiento de algunas cargas, entre ellas la prestación de soldados para el servicio militar. En general, los licios combatían a la manera griega, aunque con algunas peculiaridades. Los hoceros licios son mencionados por Heródoto en Los nueve libros de la Historia (VII, 92 cuando alude a los pueblos que participaron en la campaña del rey Jeries contra Grecia: «Con 50 naves venían los licios, armados de petos y botines; tenían arcos de cuerno, saetas de caña sin alas, dardos, y además hoces y puñales; llevaban pendientes de los hombros unas pieles de cabra, y en sus cabezas, unos sombreros coronados con plumajes. Los licios, originarios de Creta, se llamaban antes termiles, y tomaron su nuevo nombre de Lico, hijo de Pandion, natural de Atenas»


    Una espada con forma de hoz

    Existen testimonios del uso de este tipo de espada con la hoja en forma de hoz entre los pueblos montañeses del Tauro, región del suroeste de Anatolia limítrofe con Licia. En general, esta arma era especialmente eficaz contra las cargas de la caballería. Heródoto narra un episodio sucedido durante la invasión persa de la isla de Chipre, en el que una espada de este tipo fue utilizada para tal menester. Según el historiador griego, el príncipe Onésilos de Salamina se enfrentó en una batalla al general persa Artybios. Este había entrenado cuidadosamente a su montura para que, en el curso de la batalla, embistiera a sus enemigos con los cascos. Onésilos y su escudero idearon un ingenioso plan para derribar a Artybios: ambos llamaron la atención del general y lo retaron. El persa arremetió furioso contra ellos, pero cuando su caballo se levantó sobre los dos para patearlos, Onésilos, protegido por el escudo de su acompañante, le cercenó las patas con una espada con la hoja en forma de hoz, y dejó descabalgado a Artybios.


    Los licios llevaban un equipo militar semejante al del resto de los guerreros griegos, si bien disponían de algunas armas que eran características de ellos. Las diferencias más acusadas se ponían de manifiesto sobre todo en lo referente a la panoplia ofensiva. La más famosa es la espada con hoja en forma de hoz citada por Heródoto. No debe confundirse esta espada con la célebre machaira griega, un sable de hoja curvada en forma de machete. Los hoceros licios empleaban un tipo de espada parecido a las navajas de vendimiar, con la hoja de mayor tamaño. Esta clase de espada era usada también por los carios y probablemente por otros pueblos griegos relacionados con el Asia Menor, como afirma en la obra citada Heródoto (VII, 93): «Los dorios del Asia, que iban armados a lo griego, siendo colonos del Peloponeso, venían con 30 galeras. Con 70 se presentaron los carios, armados como los griegos, sólo que tenían sus hoces y dagas».


    Equipo ofensivo y defensivo

    Además, el equipo ofensivo del guerrero licio se completaba con las lanzas de doble moharra en forma de horquilla, tal vez mencionadas también por Heródoto en un pasaje de difícil interpretación (VII, 77): «Los cabelees meones [sic) que llaman lasonios imitaban a los cilicios en la armadura…..Traían los milias unas lanzas cortas, y apretaban sus vestidos con unas hebillas: llevaban algunos de ellos unos arcos licios y en la cabeza unos capacetes de cuero. A todos estos capitaneaba Bardes, hijo de Histaspes. Cubrían los moscos la cabeza con un casco de madera, y llevaban sus escudos y sus astas pequeñas, pero armadas con una gran punta».


    El equipo defensivo, sin embargo, apenas mostraba diferencias con el que utilizaban el resto de los griegos: peto, grebas y casco metálico con carrilleras de tipo ático. La diferencia más notable era el uso de un escudo circular de menor tamaño, a veces decorado con el ketos o dragón marino, símbolo que se puede encontrar también en algunas monedas acuñadas en Licia.


  • Bucelario. Siglo V d. C.

    El vinculo establecido entre el señor y el bucelario obligaba a este último a proteger los intereses de su patrono en cualquier circunstancia. Unido a ello, el propio hecho de disponer de este tipo de tropas era un signo de distinción y prestigio, por lo cual el equipo militar de los bucelarios debía de ser de gran calidad.


    Los bucelarios eran ante todo una cuerpo de élite destinado a servir a los grandes señores, tanto en tiempo de paz como en las batallas y campanas en las que éstos participaran. Podían actuar como guardia personal o escolta armada y también asumían funciones de policía para proteger las tierras y posesiones de los terratenientes cuando éstos debían ausentarse de las mismas.


    El mejor armamento

    No está claro si las armas que utilizaban los bucelarios para desempeñar sus funciones eran de su propiedad o seguían perteneciendo al señor a quien servían. Lo que sí parece cierto es que su armamento constituía un reflejo del poder y la influencia de su patrocinador. Es muy probable que la espada constituyera el arma principal de los bucelarios, especialmente de aquellos que estaban adscritos al servicio de los magnates más poderosos, pues se trataba de un objeto muy caro.


    La espada más representativa de este período, conocida como spatha, tenía una hoja de gran tamaño, de entre 70 y 90 centímetros de longitud, con una anchura variable.


    En muchas ocasiones, el uso de este tipo de arma se asocia a la caballería, un hecho que ha sido corroborado por la arqueología funeraria. Se han documentado enterramientos de guerreros equipados con espadas, en donde también se han encontrado elementos relacionados con el arte de montar a caballo, como bocados, atalajes y espuelas. Esta relación confirma el vínculo entre este tipo de tropas mercenarias y la aristocracia. Además, muchas de las espadas que se conservan de esta época, como las encontradas en Beja y Conimbriga, en Lusitania, o las halladas en varios enterramientos en Crimea, presentan adornos realizados con metales preciosos, como el oro y la plata, en algunas partes de su estructura.


    Junto con la spatha, también debieron de ser relevantes los grandes cuchillos de combate, llamados sax o scramasax, cuya longitud podía alcanzar entre 30 y 50 centímetros.


    A pesar de la importancia de estos elementos, otra arma ofensiva cuyo uso debió de ser fundamental en aquella epoca fue la lanza, ya fuera en su variante de caballería o bien de acometida. La primera, que podía alcanzar varios metros de longitud, fue un elemento raramente utilizado por este tipo de tropas. Por lo general, su empleo se restringía a la caballería pesada, como los jinetes alano-sármatas y los catafractos.


    El otro tipo de lanza, la de acometida -de unos dos metros de longitud, con punta y contera de hierro-, debió de ser un arma de uso común entre los ejércitos de la época, tanto romanos como bárbaros, pues se trataba de un elemento relativamente barato y muy funcional. No obstante, se han encontrado algunas muestras de muv bella factura con incrustaciones de plata y dibujos en la punta, lo cual parece indicar que debieron de pertenecer a guerreros al servicio de nobles o terratenientes acaudalados, como era el caso de los bucelarios.


    Elementos defensivos y vestimenta

    Los grandes escudos de madera debieron de ser el principal recurso defensivo de los bucelarios, aunque es probable


    que portaran escudos adaptados, de menor tamaño, para usarlos cuando combatieran a caballo. Los escudos, a su vez, podían ser de diferentes tipos, pero aquel cuyo empleo estuvo más extendido fue el de gran tamaño, redondo y con refuerzos de metal en los cantos y en la zona central. No obstante, los bucelarios también utilizaron escudos de contorno ovoide.


    Gracias a su estatus económico, los bucelarios podían disponer de armaduras, corazas y protecciones corporales de excelente calidad. Además, estos elementos servían para realzar su aspecto imponente y conferir mayor prestigio a su señor. Entre las armaduras cuyo empleo estuvo más extendido entre los siglos III y v destacaba la lorica scamata, compuesta por láminas de metal similares a escamas, cosidas entre sí. Esta armadura cubría el tronco hasta los muslos, y en algunas ocasiones protegía también los brazos hasta la parte inmediatamente superior al codo. Además de la scamata, los bucelarios utilizaban otros tipos de coraza, como la llamada «lorica hamata», una protección compuesta por anillas de metal entrelazadas entre sí, más conocida a partir de la Alta Edad Media como cota de mallas.


    Los cascos para proteger la cabeza podían ser de tipos muy diversos. Los más caros estaban construidos con piezas de metal, y a menudo se les añadían elementos decorativos para así aumentar el prestigio de su portador; los más económicos eran de cuero reforzado. De todas maneras, la uniformidad nunca fue un rasgo distintivo de los bucelarios. Salvo las divisas o los distintivos que servían para identificar su rango y pertenencia a una determinada milicia o ejército privado, las prendas o yelmos que utilizaron para cubrir o proteger la cabeza podían tener múltiples formas y estar fabricados con distintos materiales, en función de la generosidad y los gustos del patrocinador a cuyo servicio estuvieran.


    Se sabe poco acerca de la vestimenta de los bucelarios, que, en esencia, estaba influida por las modas y costumbres de su lugar de origen. Lo que parece cierto es que a lo largo del siglo v se generalizó el uso de botas, generalmente confeccionadas con pieles de animales.


  • Guerrero escita. Siglos V-IV a. C.

    En la antigüedad, los guerreros escitas fueron admirados por su fiereza y su valor en el combate. Por otra parte, su equipamiento bélico demuestra que tenían una gran capacidad de adaptación a los avances que, en el terreno del arte militar, emprendieron sus poderosos y más desarrollados vecinos.


    Las corazas flexibles fabricadas en piel con refuerzos metálicos en bronce o hierro eran de uso corriente entre los ejércitos de Oriente Medio ya desde la mitad del segundo milenio antes de la era cristiana. La expansión de los escitas por esta área les puso en contacto con pueblos más desarrollados desde el punto de vista técnico, de manera que, al observar la eficacia de estas armaduras de placas contra el ataque de armas como jabalinas o espadas, no dudaron en adaptarlas a su equipamiento militar. Además, introdujeron un sistema nuevo para colocar los apliques metálicos en forma de escama de pez que mejoró de modo notable la protección que ofrecían estas corazas. Con el tiempo, los armeros escitas aplicaron el mismo sistema a otras piezas de su arnés defensivo (yelmos, grebas, hombreras e incluso escudos), técnica por la cual se distinguieron con respecto a otros guerreros del Oriente Medio, que sólo la aplicaron en las defensas de peto. Otra innovación de los escitas fue la costumbre de decorar estas placas con figuras, generalmente de animales, troqueladas en la lámina de metal.


    Petos y corazas

    Los petos y corazas de láminas escitas solían ser de mangas cortas, aunque a veces no tenían manga alguna. Además, la zona que cubría los hombros se reforzaba con sendas piezas que sujetaban las dos caras del peto. Un ancho cinturón recubierto de láminas de metal servía para fijar la coraza a la altura de la cintura y proteger el abdomen.


    Esta pieza era común sobre todo entre los infantes, combatientes que, al no contar con montura, tenían esta parte del cuerpo más expuesta que los jinetes. Con el tiempo, este elemento acabó por desaparecer, y se convirtió en un simple cinturón.


    Escudos y yelmos

    Uno de los elementos que los escitas trabajaron con mayor empeño, tanto en la forma de elaboración como en su ornamentación, fue el escudo.


    Probablemente, la mayor parte de los guerreros escitas usaron un simple escudo de mimbre trenzado, pero para los nobles, y sobre todo para los príncipes, el escudo era una pieza de gran prestigio y, por consiguiente, su fabricación era harto más elaborada. Este tipo de escudos estaba fabricado sobre una base de madera forrada con refuerzos de láminas de hierro que en ocasiones presenta diseños zoomorfos, tan del gusto escita, de ciervos, panteras e incluso peces. En el caso de los príncipes, hay evidencias de que utilizaban también escudos de metal con decoración nielada de metales nobles.


    Los guerreros escitas solían combatir con yelmos. Se conocen varios tipos de ellos, el más famoso de los cuales es el llamado «yelmo frigio». Sin embargo, tampoco era inusual que entrasen en combate sin protección alguna para la cabeza. Cuando así era, su larga  cabellera suelta al viento les confería un aspecto de ferocidad inusitada.


    Espadas

    En cuanto a la tipología de sus espadas, parece ser que eran una evolución de las usadas por los cimerios, pueblo que ocupaba las llanuras pónticas antes de la llegada de los escitas.


    Hacia el siglo vII a.C., el tipo de espada escita estaba ya plenamente desarrollado: se trataba de un arma de doble filo y hoja recta de unos 60-70 centímetros. La empuñadura tenía un pomo en su extremo y arriaz


    poco desarrollado pero a menudo decorado con incrustaciones o nielados de metal noble con figuras de animales (leones, panteras, ciervos, corderos, etc.).

    Las dagas presentaban una morfología similar a la de las espadas, aunque lógicamente eran de dimensiones más reducidas: entre 35 y 40 centímetros. Hacia el siglo v a.C., la hoja de las espadas evolucionó hacia formas más triangulares, un tipo que acabó siendo desplazado por espadas de un solo filo a lo largo de la cuarta centuria antes de la era cristiana.


    En efecto, según los hallazgos arqueológicos, los primeros ejemplares de espadas escitas, datadas hacia finales del siglo VII a.C., muestran un modelo semejante a las de sus predecesores cimerios, con hoja de dos filos paralelos que con el tiempo, ya en el siglo v a.C., evolucionó hacia hojas de aspecto triangular. Un siglo más tarde aparecieron los modelos de un solo filo con variaciones en cuanto a la configuración de la empuñadura, que pasó de ser cruciforme a adoptar formas geométricas más complejas con dos talones curvados, en cierto modo relacionables con las espadas de antenas atrofiadas celtas. El puño, a su vez, pasó de tener sección cilíndrica a presentar sección oval, mucho más conveniente para el agarre.


    Lanzas y mazas de combate

    Los enterramientos muestran la gran difusión entre los escitas de las lanzas arrojadizas, tipo jabalina o dardo, cuyo tamaño no solía superar los dos metros de longitud. De hecho, durante mucho tiempo se pensó que los escitas no habían utilizado lanzas.


    Sin embargo, los descubrimientos arqueológicos han demostrado lo inexacto de esta afirmación, pues resulta habitual hallar una o dos arojadizas en los enterramientos escitas.


    Además de las jabalinas, los guerreros escitas empleaban también lanzas propiamente dichas, armas de acometida con astiles largos que podían llegar a medir unos tres metros de longitud. El tipo de moharra podía variar entre las puntas en forma de hoja y las puntas piramidales propias de las lanzas arrojadizas.


    Otras armas características de los escitas eran el hacha y las mazas de combate. Algunas de estas mazas, de cabeza redondeada, parece que servían más como elemento de prestigio que como arma de combate y posiblemente eran un indicativo de rango de su portador.


  • Guerrero gasánida. Siglos V-VI d. C.

    El armamento y la indumentaria de los guerreros gasánidas de los siglos v y vI no eran muy diferentes de los que utilizaban otros soldados del entorno del Mediterráneo oriental en aquella época. Esto se debía a una serie de circunstancias políticas que influyeron en la creación del Reino gasánida.


    El Reino gasánida estaba unido por lazos de vasallaje al Imperio romano de Oriente, de modo que la  influencia imperial era patente en el armamento y la indumentaria de los guerreros de este pueblo. Tanto Roma primero, como Bizancio más tarde, fueron dos potencias militares de primer orden, muy superiores a todos los Estados de la zona, salvo su gran rival oriental, el Imperio persa sasánida. Esta situación ejerció una enorme influencia durante largo tiempo en toda la región de Oriente Medio, donde los ejércitos locales trataron, con mayor o menor fortuna, de adaptar sus propios estilos al modelo romano, entendiendo por tal también al ejército bizantino en los primeros siglos de su existencia.


    Armamento ofensivo

    Durante los siglos v y vI, el grueso de las tropas de infantería del ejército gasánida presentaba un enorme parecido con los scutatoi romanos. En lo que se refiere al armamento ofensivo, estas unidades iban equipadas con una serie de elementos de larga tradición en la milicia romana.


    El principal de ellos era una lanza de acometida, de unos dos metros de longitud, con punta de hierro y, ocasionalmente, un regatón de este mismo material en el extremo del astil. Aunque, en algunas ocasiones, las fuentes de la época aluden al empleo genérico de lanzas de una longitud mayor de lo habitual, reservadas para situaciones especiales y para hacer frente a enemigos muy específicos, en el caso de los gasánidas es difícil asegurar que en algún momento usaran las de este segundo tipo.


    El otro elemento fundamental del armamento gasánida fue la espada, que debió de emplearse tanto por parte de las tropas de infantería como por las de caballería.


    El tamaño de las espadas gasánidas experimentó los mismos cambios que las espadas romanas y bizantinas, sus modelos más cercanos, y, si bien el tipo de arma que usaron al principio debió de parecerse al gladius romano, con paso del tiempo la longitud de la hoja aumentó, hasta convertirse en un instrumento ofensivo similar a la spatha de los últimos tiempos del Imperio. También se dispone de indicios acerca del uso de otras armas de filo para el combate cuerpo a cuerpo, como las hachas, pero su empleo estuvo mucho más restringido que el de las espadas. Por último, la panoplia ofensiva se completaba con un puñal. Por otra parte, aunque es cierto que los gasánidas fueron renombrados jinetes, existen muy pocos datos acerca de su caballería, aparte de la noción de que se trataba de unidades ligeras, en la más pura tradición de los guerreros del desierto.


    Elementos defensivos e indumentaria

    Los elementos defensivos que los guerreros gasánidas usaban para protegerse de las armas y acometidas del enemigo se inscribían también en la tradición grecorromana, tan presente en la región antes del establecimiento de las tribus gasánidas en Siria y Palestina.


    El principal elemento defensivo era el escudo, de gran tamaño, cuya forma podía variar: había modelos circulares y rectangulares, pasando por escudos de forma ovoide e incluso romboidal, mucho menos difundidas estas dos últimas variantes que las anteriores.


    No se han hallado vestigios de elementos de este tipo que se puedan asociar con seguridad a modelos específicamente diseñados por los gasánidas, pero sí se han conservado algunos elementos bizantinos y romanos en la región relativos a este mismo período que presentan idéntico tipo de estructura. Todos estos escudos consistían en un armazón de madera reforzado en los bordes por placas de metal y clavos, que conferían mayor resistencia al conjunto de tablas encoladas que constituían el núcleo del arma. En el centro del escudo se situaba una pieza de metal, que servía para colocar en el interior el asidero para embrazarlo. Una de las tácticas más frecuentes por parte de los ejércitos de la época era la de formar un muro de escudos, colocados uno junto a otro, para proteger a la formación de guerreros, que podía defenderse con las puntas de las lanzas orientadas hacia el exterior.


    El resto de la panoplia defensiva estaba integrado por las protecciones corporales. Aunque no se conocen cascos de esta época cuyo empleo pueda asignarse con certeza a los guerreros gasánidas, es posible que utilizaran yelmos de tipo bizantino, formados por varias piezas de metal y forrados de cuero. También cabe la posibilidad de que en algunas ocasiones se cubrieran la cabeza con gorras, más sencillas, ligeras y baratas, hechas de cuero o de mimbre.


    La protección del tronco se reservaba a las corazas de tipo metálico. Debido a las altas temperaturas imperantes en las regiones donde se desarrollaba la actividad de estos guerreros, es fácil concluir que los modelos más abiertos y  flexibles fueron los más utilizados. Por ello, es muy probable que los tipos más populares fueran las llamad lorica hamata o cota de mallas, consistentes en una ser de anillos de metal de pequeño tamaño entrelazados entre sí. Junto con ellas, emplearon también la coraza confeccionada con escamas metálicas, denominada lorica scamata. Este modelo era mucho más barato, aunque también menos resistente que el confeccionado con anillas.


    En cuanto a la indumentaria, las condiciones de calor extremo que se dan en esta zona de Oriente Medio tuvieron que condicionar forzosamente el tipo de prendas usadas por los gasánidas. Éstas debieron de estar confeccionadas con tejidos finos para facilitar la transpiración, pero lo suficientemente fuertes como para evitar las quemaduras del sol. Se trataba, sobre todo, de túnicas ligeras y pantalones holgados, prendas que permitían una amplia libertad de movimientos.


  • Guerrero acadio. II milenio a. C.

    Hacia finales del tercer milenio, los acadios, un pueblo semita que habitaba la gran llanura mesopotámica, lograron la supremacía militar sobre toda la región de Oriente Medio.El gran artífice de la hegemonía acadia fue Sargón I, a quien se atribuye la organización de un verdadero ejército profesional.


    Los pueblos semitas que habitaban la gran llanura mesopotámica fueron conocidos en la antigüedad con el nombre genérico de «acadios», debido a que su imperio tuvo como centro principal la ciudad-estado de Acad. Hacia comienzos del segundo milenio antes de Cristo los semitas del sur establecieron un reino independiente con centro en Babilonia, y de ahí que a partir de esa fecha quepa hablar de acadios y babilonios en referencia a los pueblos semitas del norte o del sur, respectivamente. Al oeste de estos dos grandes imperios se hallaban los amorritas, en Siria, y, más al norte, los asirios.


    El ejército de Sargón

    Se supone que el ejército de Sargón I (hacia 2350 a.C.) contaba con una fuerza de unos 5.400 hombres. Se trataba de una institución compuesta en su mayor parte por tropas pertenecientes a la infantería ligera, perfectamente equipadas para el combate, y con una buena representación de arqueros. Al menos en los últimos momentos del Imperio acadio, estos arqueros iban equipados con arcos compuestos, lo cual explica la superioridad de los acadios sobre los sumerios, cuyos efectivos iban armados con simples jabalinas y solían buscar en la batalla el combate cuerpo a cuerpo.


    La infantería ligera acadia combatía a pie y apenas iba provista de más equipo defensivo que un simple yelmo de bronce y un escudo. La mayoría de los soldados, sin embargo, ni siquiera llevaba casco. Se cubrían la cabeza con un casquete de cuero o simplemente la dejaban al descubierto o con una banda de cuero anudada a la frente.


    Menos probable era el uso de defensas metálicas, aunque es posible que algunas tropas escogidas utilizaran corazas de cuero. El resto del cuerpo no presentaba elementos de defensa.


    Los escudos, hechos con tablas de madera ensamblada forradas de piel, pudieron haber sido como el de la ilustración, de forma cónica, según las representaciones convencionales de

    épocas posteriores.


    Es muy posible que los acadios adoptaran de sus vecinos sumerios el empleo de carros tirados por onagros (asnos salvajes), más pesados que los carros egipcios pero mucho más eficaces para romper las líneas defensivas enemigas. Estas tropas debieron de ir armadas con jabalinas y azagayas, armas arrojadizas muy efectivas para tal fin.


    La formación táctica en columnas de seis filas de once hombres de tipo falange -es decir, una unidad de sesenta hombres con un oficial al mando, según el sistema sexagesimal típico sumerio- utilizada por los ejércitos sumerios se mostró impotente ante la movilidad de la combinación entre las tropas de infantería y arqueros acadios. La formación de tipo falange tenía, sin duda, la ventaja de presentar un ejército homogéneo y bien distribuido, y al tiempo proporcionaba un buen apoyo al avance de los carros de guerra, pero la movilidad y la superioridad que confería a los acadios el uso en masa de arqueros se impusie fácilmente ante los ejércitos sumerios.


    Hegemonia militar de los acadios

    La hegemonía militar acadia se inició durante el largo reinado (entre 55 y 56 años, según las fuentes de la época) de Sargón. Éste había desempeñado el cargo de copero uno de los principales oficios de la corte, equivalente al título de mayordomo- del rey Urzababa de Kish. Según la leyenda, Sargón, al igual que Moisés, había sido depositado después de su nacimiento en el interior de una cesta y abandonado en un río. El bebé fue encontrado por un jardinero, quien lo crió como si fuera su propio hijo.


    Años más tarde, gracias a la protección de la diosa Ishtar, Sargón logró coronarse rey de Acad. No se sabe a ciencia cierta qué parte de verdad se oculta en esta narración, pero lo cierto es que la mayor parte de su reinado se conoce gracias a las copias babilónicas de los documentos depositados en los archivos acadios. El reinado de Sargón marcó la eclosión del Imperio acadio y constituyó un preludio de la vocación imperial de uno de sus sucesores, Naram-Sin, quien llegó a asumir el título de «Rey de las cuatro regiones del mundo», un tratamiento jerárquico cuyas pretensiones de universalidad chocaron con los repetidos intentos de disgregación de los distintos territorios sometidos. Sus campañas -más de una treintena sólo en el sur- se dirigieron en primer lugar contra las ciudades meridionales sumerias, donde efectuó matanzas sin cuento, hasta «limpiar las hojas de sus armas en las aguas del mar». Después atacó a Lugalzagesi de Uruk, a quien derrotó. El rey depuesto fue uncido a un yugo y llevado así hasta las puertas del templo de Enlil, en Nippur.


    Más tarde, Sargón se dedicó a someter las ciudades y tierras del norte de Mesopotamia: Mari, Tuttu (la ciudad del dios Dagon), Ebla, en Siria, los bosques de cedros del Líbano y todo el Elam, hasta los montes Zagros, fueron testigos de sus devastaciones. Aunque no se sabe con certeza si todas estas conquistas que se atribuyen a Sargón fueron realmente realizadas durante su reinado, no cabe duda de que a su muerte el Imperio acadio se había impuesto como la primera potencia de la región. La vida y las campañas de Sargón sirvieron de inspiración a varios relatos de la épica acadia. Uno de ellos, El rey de la batalla, narra la conquista de Asia Menor por el monarca acadio.


    Hacia finales del tercer milenio el Imperio acadio entró en una profunda crisis. Durante ese período, sus territorios fueron objeto de las repetidas incursiones de los guti, un pueblo originario del alto Tigris y los montes Zagros, y de las tribus amorritas asentada en el norte.


  • Guerrero búlgaro. Siglos-VIII d. C.

    Debido a los estrechos contactos mantenidos con poblaciones de origen diverso (godos, ávaros, eslavos y bizantinos), los guerreros búlgaros del siglo  VIII adoptaron un equipo militar ecléctico, muy diferente del tradicional entre los pueblos turcos y cada vez más parecido al de sus vecinos bizantinos.


    La derrota de los hunos en los Campos Cataláunicos (Châlons-en-Champagne) en el año 451, la muerte de Atila apenas dos años más tarde y la guerra civil que siguió al deceso del feroz caudillo tuvieron como efecto casi inmediato la disolución de la gran confederación que estos guerreros habían liderado con puño de hierro. Muchos de los pueblos sojuzgados por los hunos aprovecharon la confusión que siguió a la muerte de su rey y la discordia desatada entre sus herederos para liberarse del pesado yugo de los temibles guerreros de las estepas. Entre estos grupos étnicos estaban los búlgaros, quienes establecieron en el sureste de Europa un reino cuyos caudillos se enorgullecían de su pasado hasta el punto de que hacían remontar su linaje al del propio Atila. Mientras se formaba el incipiente primer reino de Bulgaria, otras ramas de los búlgaros, como los kutrigures y los utigures, se dedicaban, en conjunción con los eslavos, etnia mayoritaria en la zona, a realizar correrías por los territorios bizantinos situados en los Balcanes, al norte del Imperio bizantino.


    Una mezcla variopinta

    La caída del primer reino búlgaro provocó la huida de parte de estas poblaciones búlgaras hacia las zonas dominadas por sus hermanos de raza en los Balcanes, donde por aquellas fechas tenía lugar la expansión de otro pueblo de las estepas en plena fase expansiva: los ávaros.


    Los ávaros eran un pueblo de origen iranio que, al igual que los búlgaros, llegaron a formar parte de los hunos heftalitas, una de las ramas que integraban la gran confederación liderada por Atila. Junto con los hunos, los ávaros se extendieron por Europa y se asentaron en las llanuras húngaras, donde levantaron un efímero reino.


    'De esta conjunción de influencias (búlgaras, ávaras, eslavas y bizantinas) surgió el futuro reino de Bulgaria, y a esa mezcla tan variopinta de culturas se debe en buena parte el peculiar equipo militar de los búlgaros que, pese a ser uno de tantos pueblos nómadas centroasiáticos, adoptaron buena parte de las armas de sus vecinos y, muy singularmente, de los bizantinos y los eslavos.


    El casco Spangenhelm

    Como muestra de esta enorme variedad de influencias, el guerrero búlgaro de la ilustración está ataviado con una túnica y pantalones

    semejantes a los que servían de uniforme a las tropas bizantinas. El casco, por el contrario, es el llamado Spangenhelm, sin duda el tipo de yelmo más difundido durante esta época entre los pueblos bárbaros que habitaban desde el norte del Imperio bizantino hasta las estepas del sur de Rusia. Era un casco metálico que remataba en una punta. Se fabricaba a partir de cuatro secciones de esfera apuntada, hechas de hierro y, en muchas ocasiones, forradas de fieltro y soldadas mediante unos refuerzos asimismo metálicos que iban remachados a las secciones.


    El casco podía llevar o no carrilleras. Se trataba de un tipo de yelmo característico de las poblaciones bárbaras de la época de las grandes migraciones populares que precedieron al colapso del Imperio romano de Occidente y aparece profusamente registrado entre los soldados romanos del Bajo Imperio. Se trataba también de un modelo habitual entre las poblaciones godas instaladas en esta región.


    El éxito de este tipo de casco a partir del siglo IV se debía sobre todo a que resultaba mucho más económico y fácil de fabricar que los yelmos de una sola pieza.


    Una panoplia militar muy variada

    En términos generales, la panoplia militar de los búlgaros se asemejaba a la del resto de los pueblos nómadas de las estepas del centro de Asia. El uso de arcos compuestos y sus correspondientes aljabas, similares a los empleados por los turcos o los hunos, está también atestiguado entre los ávaros. El tipo de espada utilizado por estos pueblos es la espada de un solo filo, tipo sable pero con la hoja recta, un modelo que estuvo también en boga entre los nómadas de las estepas y que fue adoptado con posterioridad por los ejércitos sarracenos. El uso de corazas de mallas metálicas -a veces con refuerzos de láminas en las espinilleras y avambrazos está referenciado asimismo entre los ávaros, así como entre los búlgaros y los jázaros, y más tarde se difundió entre los bizantinos y los godos.


    El uso de jabalinas y lanzas arrojadizas, así como el de hachas de combate, parece haberse adoptado a través del contacto con las poblaciones eslavas asentadas en la zona de los Balcanes. El escudo, por su parte, formaba parte de un modelo muy común entre las poblaciones de la época de las grandes migraciones.


    Se trataba del tradicional escudo redondo con umbo metálico central, fabricado mediante láminas de madera ensambladas y forradas de piel. Aunque no aparezcan representadas en la ilustración, no era extraño el uso de corazas de láminas, semejantes a las de otros pueblos nómadas del Asia Central, así como los cinturones con apliques colgantes, un tipo de prenda que debía de tener un sentido simbólico en relación con el prestigio del combatiente. Se trataba, además, de un modelo de cinturón presente también en buena parte de los pueblos nómadas que invadieron Europa e incluso entre los germanos orientales, como los visigodos y los ostrogodos.





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